La solución que puso fin a la guerra fue que dos primeros ministros y un alto representante elegido por la ONU velaran por los intereses de cada una de las etnias que integran el país.
Bosnia y Herzegovina, uno de los países más pobres de Europa, alberga a poco más de tres millones de personas en un territorio que quedó dividido desde la disolución de Yugoslavia y la independencia de esta nación, en 1992.
El país está habitado por serbios, croatas y, mayoritariamente, bosnios musulmanes, y cada una de estas nacionalidades está representada por un mandatario. Esto lleva a que convivan tres presidentes en ejercicio en una misma nación, lo que obliga a ponerse de acuerdo a la hora de tomar decisiones.
Actualmente, los tres líderes son el bosniaco Denis Bericovic, el croata bosnio Zeljko Komsic y la serbia-bosnia Zeljka Cvijanovic. Los miembros de la presidencia asumieron sus cargos en 2022, tras las elecciones de ese mismo año. La gestión tripartita estará al frente hasta 2026, ya que los mandatos en el país europeo son de cuatro años.
La historia que tuvo consecuencias en la actualidad de Bosnia y Herzegovina es tan apasionante como conflictiva, ya que todo se remonta a una guerra que dividió al país en dos entidades políticas y tuvo un saldo de miles de asesinados y desplazados.
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Con el fin de la Guerra Fría, se disolvió Yugoslavia. Este país se dividió en varias repúblicas soberanas, siendo una de ellas Bosnia y Herzegovina, un territorio que reúne diversos grupos étnicos cuyo objetivo era empezar a liderar esta nueva nación.
Ante los intereses contrapuestos de los distintos grupos, se libró la guerra de Bosnia, que duró desde 1992 hasta 1995. El conflicto étnico y territorial estuvo marcado por cruentos combates entre bosnios musulmanes, serbobosnios y bosniocroatas.
La guerra se caracterizó por la limpieza étnica, los crímenes de guerra y el asedio de ciudades como Sarajevo. La combinación de esos tres factores dejó un saldo que, a día de hoy, significan profundas cicatrices en la región: cerca de 100.000 muertos y 1,8 millones de desplazados.
Durante este atroz período también tuvieron lugar numerosos crímenes de guerra, violaciones masivas de los derechos humanos y atrocidades generales.
Se trató de la guerra más extensa y mortífera en Europa desde la derrota del nazismo, sumado a que el asedio al sitio de Sarajevo fue el más prolongado a una ciudad capital en la historia de la guerra moderna.
Incluso, la ciudad de Srebrenica fue testigo de una matanza generalizada en la que fueron asesinadas más de 8.000 personas en manos del Ejército serbio. Este episodio luego sería catalogado como un genocidio, el más inmediato en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial.
A tres décadas del conflicto bélico, en Bosnia y Herzegovina se vive una tensa calma en la que serbobosnios cristianos ortodoxos, bosniocroatas católicos y bosníacos musulmanes conviven en un país con tres presidentes simultáneos, uno por cada grupo, y dos entidades nacionales que son prácticamente países distintos.
Así, pese a que pasaron 30 años desde que tuvo lugar la guerra, las diferencias entre las etnias aún persisten por lo que un alto representante de la ONU debe velar por la paz en un territorio que pareciera estar siempre al borde de un nuevo conflicto.
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Ponerle fin a una guerra tan extensa y mortífera no fue tarea fácil, ya que requirió que los líderes de cada una de las tres etnias involucradas en el conflicto se encerraran 21 días en un recinto para discutir el futuro del país.
Los representantes de los pueblos firmaron el Acuerdo de Dayton, mediante el cual se estableció la paz con la creación de un Estado soberano dividido en dos entidades: la República de Srpska, predominantemente serbia, y la Federación de Bosnia y Herzegovina, con mayoría de población bosnio-croata y bosnio-musulmana.
También se determinó la estructura política del país, que consiste en una presidencia colegiada compuesta por tres miembros.
Cada cuatro años los ciudadanos deben votar según la entidad en la que vivan. Mientras que el presidente bosnio y el croata son elegidos en la Federación de Bosnia y Herzegovina, el mandatario serbio se somete a comicios en la República de Srpska.
Así, aunque la población del país puede moverse libremente por todo el territorio, si desean votar al líder de su propia etnia, deben encontrarse dentro de la entidad a la que pertenecen. De lo contrario, no podrán escoger a su representante.
Además, cada entidad tiene un primer ministro y representantes parlamentarios. De este modo, cualquier decisión debe consensuarse entre los cinco líderes que existen a nivel nacional, considerando a los tres presidentes y a los dos primeros ministros.
Este complejo panorama se enturbia aún más si se tiene en cuenta que las diferencias ideológicas todavía no están zanjadas, ni mucho menos. Incluso, algunas autoridades serbias, como Milorad Dodik, empezaron a promover campañas que buscan la separación de la República de Srpska del país en lo que se suma a una disputa histórica.
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