El creador de la bandera y uno de los próceres más importantes del país también amó y vivió como cualquiera de nosotros. Un repaso de su vida, del misterio que rodeó a los hijos y el vínculo que lo unió para siempre con el Restaurador de las Leyes.
Manuel Belgrano y sus hijos.
A 201 años de la muerte de Manuel Joaquín Corazón de Jesús Belgrano, uno de los próceres máximos de nuestra historia sigue generando pasiones y debates sobre lo que fue su vida privada. Cuando aquellos intelectuales de la Generación del 80' soñaban con una Argentina próspera, primero debieron crear un relato histórico que debía tener héroes y villanos y de la que por supuesto Belgrano formaba parte. Por esta misma razón por muchos años se hablaba del prócer casi como un personaje perfecto, un hombre hecho y derecho y sin mencionar la existencia de sus hijos por su condición de "soltero". Pero la realidad fue bien distinta.
Belgrano, como muchos de su generación, sembró las primeras ideas independentistas que años después se llevarían a cabo; como abogado, periodista y militar vio en la educación la respuesta al progreso. Pero además de todo esto, también fue un hombre que vivió intensamente sus 50 años. Entre esas pasiones quedaron dos hijos de los que lentamente el tiempo les haría justicia para empezar hablar de ellos y de cómo su padre se encargó de que no les faltara nada.
Belgrano tuvo dos hijos con dos mujeres y en distintos momentos de su vida. El mayor, un varón, al que llamó Pedro Pablo y una niña tucumana a la que bautizó Manuela Mónica, pasarían varios años para que ambos se encuentren. En el caso de Pedro debió esperar llegar a la edad adulta para conocer su verdadera identidad por pedido expreso de su padre. Pero vamos paso a paso, primero iremos por la historia del mayor.
PEDRO PABLO
Pedro Pablo Rosas de Belgrano.
Pedro Pablo fue el fruto del amor entre el creador de la bandera y María Josefa Ezcurra, la pareja se conoció en 1802 cuando la dama tenía 16 años. Vivieron un intenso romance que su familia desaprobó terminando con ella siendo obligada a casarse con el español Juan Esteban de Ezcurra. Los años pasaron, ese matrimonio no dejó descendencia y él terminó marchándose a su patria sin volver a ver a María Josefa que ya era libre para reencontrarse con el vocal de la Primera Junta.
Ya en 1811 y con Belgrano siendo designado General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú, María fue en su búsqueda para reencontrarse en San Salvador de Jujuy donde pasaron tres meses. La pareja se mantuvo unida mientras Belgrano viajaba por el norte por órdenes de la Junta, pero ella quedó embarazada a inicios de 1813 y por su estado debieron tomar caminos por separado ya que el clima norteño comenzó a resultarle agobiante para seguir los pasos de su hombre. Meses después nació un niño, el 29 de julio de 1813 en una estancia en Santa Fe y bautizado en la Iglesia Matriz de Santa Fe de la Veracruz.
María Josefa Ezcurra.
Para la sociedad porteña de aquella época ser madre soltera era considerado una deshonra y más aún tener un hijo extramatrimonial puesto que María Josefa nunca se había separado legalmente. Por ello el niño fue inscripto por su hermana, Encarnación Ezcurra, y su marido, Juan Manuel de Rosas, como huérfano con el nombre de Pedro Pablo Rosas. Pasarían 20 años hasta que el muchacho conociera su verdadero origen y cambiando su nombre al de Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
Rosas le obsequió a su hijo adoptivo varios terrenos en Azul donde se instaló con su esposa, con quien tendría 16 hijos, y se transformó en juez de paz y comandante militar interino. Tuvo un rol en las campañas contra los indios y cuando el restaurador cayó en Caseros se puso a las órdenes de Justo José de Urquiza, pero terminó tomando una posición en la disputa entre Buenos Aires y el resto de las provincias que lo terminó poniendo tras las rejas y juzgado. El Consejo de guerra, a cargo de Isidro Quesada, lo condenó a muerte, pero una carta que le envió su hermana -Manuela Mónica- pidiéndole clemencia argumentando que debía "tener en cuenta su sangre" lo terminaría salvando.
Pedro Pablo.
Tras la batalla de Cepeda, Urquiza nombró a Rosas y Belgrano Comandante de armas del sur de la provincia y lo envió hacia el sur donde truncamente se intentó tomar la ciudad de Azul, Pedro Pablo debió huir, pero fue nuevamente tomado prisionero y volvió a salvar su vida por orden de Bartolomé Mitre y con el pedido de que no se acerque nuevamente a dicha ciudad. Murió años después el 26 de septiembre de 1863.
MANUELA MÓNICA
La hija de Belgrano nació el 4 de mayo de 1819.
Belgrano conoció a la madre de su hija, María de los Dolores Helguero Liendo, en 1812 pero la guerra en el norte impidió algún tipo de acercamiento. Se reencontraron años después donde darían rienda suelta a la pasión, pero María quedó embarazada y el prócer tuvo que partir para continuar con sus tareas militares. Ante este panorama los padres de Dolores la obligaron a casarse ya que no iban a permitir que su hija cayera en desgracia siendo madre soltera.
Manuela Mónica Corazón de Jesús nació el 4 de mayo de 1819; Belgrano, quien ya estaba gravemente enfermo, pidió una licencia para atenderse en Buenos Aires y decidió desviarse de su viaje para conocerla en Tucumán. El creador de la bandera falleció un año después pero no se olvidó de su hija ya que le pidió a su hermano, Domingo Estanislao, que "secretamente, pagadas todas sus deudas, aplicase el remanente de sus bienes a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica que de poco más de un año había dejado en Tucumán”.
Manuel Belgrano.
Por pedido expreso de su padre se mantuvo junto a su madre hasta 1825 cuando se trasladó a Buenos Aires para vivir junto a su tía Juana Belgrano de Chas en Azul donde recibió una muy buena educación aprendiendo inglés, francés y donde conoció a su hermano mayor: Pedro Pablo. Manuela se casó en 1853 con su primo Manuel Vega y Belgrano con quien tuvo tres hijos, murió dos años después que una de sus hijas producto de una depresión el 5 de febrero de 1866.
Belgrano dejó dos hijos que pudieron encontrarse en vida, detrás de aquel mito construido por aquellos que decidieron contar la historia argentina con héroes y villanos hubo un hombre que amó y vivió como cualquiera de su época. Una versión que tanto se tardó en revelar producto de un cierto temor a que su figura de prócer pierda respeto. Pero muy al contrario ha servido para descubrir que Belgrano fue un argentino que innegablemente cambió la historia, pero con una faceta humana que era necesaria conocer.
Por Yasmin Ali
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