Se estima que entre el 10% y el 20% de la población sufre de este trastorno del que se habla mucho en las redes sociales. Que hay detrás de esta patología, qué significa para la salud y cuál es la dieta recomendada.
El sistema digestivo es mucho más que un conjunto de órganos encargados de procesar alimentos; es el pilar fundamental de nuestra salud y bienestar. El intestino juega un papel crucial, manteniendo un delicado equilibrio que, cuando se altera, puede desencadenar una serie de problemas inesperados. ¿Qué sucede cuando este equilibrio se rompe? Los efectos van más allá del malestar estomacal e incluso pueden llegar a afectar a todo el organismo, y la enfermedad del sibo es uno de los ejemplos.
El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) tomó protagonismo este último tiempo, generando opiniones divergentes sobre si se trata de una “moda” pasajera o de un avance significativo en la conciencia colectiva. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que no se puede ignorar: se estima que entre el 10% y el 20% de la población sufre de SIBO, y con el aumento de la difusión y el reconocimiento de esta condición, es probable que las cifras continúen en ascenso.
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En primer lugar, es crucial entender con precisión qué es esta afección. En términos simples, se manifiesta como una sensación de “hinchazón”. “El SIBO es un síndrome clínico caracterizado por un sobrecrecimiento bacteriano, es decir, un aumento en el número total de bacterias en el intestino delgado,” explica la licenciada en nutrición Agostina Astezano (M.1838/1). “Este desequilibrio ocurre cuando se ingieren hidratos de carbono, como azúcar o harinas, que las bacterias fermentan en el intestino, produciendo grandes cantidades de gases y generando los síntomas típicos”, añade.
El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado puede ser desencadenado por diversas causas, siendo la más común el cambio en la microbiota intestinal que, en muchas ocasiones, se produce por el consumo excesivo de antibióticos.
Además, tienen una mayor predisposición aquellas personas que poseen un problema intestinal de base como celiaquía o síndrome de intestino irritable. “No nos debemos olvidar del estrés, ya que el mismo genera un cambio en la secreción de ácidos y motilidad intestinal (los movimientos del intestino) generando así, un ambiente propicio para el crecimiento bacteriano”, enfatiza.
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Los síntomas más frecuentes de esta enfermedad son el dolor abdominal, diarrea, inflamación abdominal, y a largo plazo, déficit vitamínicos o anemia. Sin embargo, ciertas patologías como la celiaquía y el síndrome del intestino irritable se manifiestan de la misma manera, generando complicaciones y confusiones a la hora del diagnóstico.
En la actualidad, solo hay un método eficaz para dar con el diagnóstico: el test de aire expirado. A través del mismo se evalúa la presencia de gas metano o sulfuro, que son característicos de esta enfermedad.
“El estudio consiste en indicar con un protocolo específico un ayuno al paciente, luego, ya en la clínica, se le da de beber un compuesto que puede ser lactulosa por ejemplo, que tiene azúcares que en condiciones normales no se absorben en el intestino delgado y deberían llegar al intestino grueso”, relata Astezano, y continúa: “Luego de un tiempo, se lo hace expirar al paciente en un aparato y si se detecta metano o hidrógeno, se considera positivo de SIBO al paciente y se le indica su tratamiento”.
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El tratamiento del sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO) combina estrategias nutricionales y farmacológicas para abordar la afección de manera integral. “Desde la parte nutricional generalmente, se indica una dieta baja en FODMAP’s (fructosa, lactosa, fructanos, oligosacáridos y polioles)”, sostiene la nutricionista. Se trata de azúcares que no son completamente digeridos ni absorbidos en el intestino delgado, y cuando llegan al intestino grueso, son fermentados por las bacterias, produciendo gases que agravan los síntomas.
El objetivo de dicha dieta es reducir el malestar que se da cuando se consumen ciertos alimentos. “Posteriormente, se reintroducen gradualmente estos nutrientes bajo estrictas pautas terapéuticas para evaluar la tolerancia y mejorar el cuadro clínico. Esta estrategia busca no solo aliviar la inflamación y los síntomas, sino también disminuir la población bacteriana en el intestino delgado y restablecer el equilibrio intestinal”, sostiene.
Los alimentos que las personas que tienen esta enfermedad deben dejar de lado son los siguientes: azúcar, miel, jmaf (jarabe de maíz de alta fructosa, muy frecuente en alimentos empaquetados), alcohol, panes/galletitas de trigo, cebada, centeno, manzana, pera, ciruela, cebolla, coliflor, ajo, leche de vaca y yogurt.
La licenciada en nutrición alerta, además, sobre el consumo de mate, chicles, soda y tabaco. “No nos damos cuenta, pero ingerimos aire al consumirlos y no colaboramos con la inflamación”, advierte.
El SIBO afecta a las mujeres de manera desproporcionada debido a una combinación de factores hormonales, anatómicos y de microbiota. Las fluctuaciones hormonales, especialmente durante el ciclo menstrual, pueden alterar la motilidad intestinal y la función del sistema digestivo, lo que aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Además, la relación entre los niveles de estrógeno y progesterona puede influir en la composición y actividad de las bacterias intestinales, promoviendo un entorno que favorece el crecimiento bacteriano excesivo en el intestino delgado.
En esta misma línea, la especialista comenta que “las mujeres suelen estar más estresadas por tener que ocuparse más de la familia, casa y trabajo”, motivo por el cual suele hacerse presente la enfermedad.
En conclusión, el SIBO es una condición digestiva compleja que puede tener un impacto significativo en la salud y calidad de vida de quienes lo padecen. Al ser causado por un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado, es crucial un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado para manejar sus síntomas y prevenir complicaciones a largo plazo
Aunque sea una enfermedad muy nombrada en las redes sociales, el SIBO “no es una moda, es una enfermedad, y como tal, no se le debe quitar valor”. “Debemos, en principio, prevenirla, cuidar nuestra alimentación, ocuparnos de hacer actividad física y de manejar el estrés”, recomienda la especialista.
“Si llegamos tarde y la enfermedad ya se instauró, ocuparnos, hacer el tratamiento correspondiente para sanar la patología”, concluye Agostina Astezano. Es importante no posponer el diagnóstico de la enfermedad para no pasar grandes periodos de tiempo con el malestar que esta genera.
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