La salida de Ginés González García. Foto: NA.
En estos duros días de pandemia mundial por coronavirus, la realidad y lo cotidiano se han trastocado hasta límites previamente insospechados. Millones de personas, a lo largo y ancho del planeta, debieron modificar rutinas, estilos de vida, usos y costumbres en pos de adaptarse a la complicada coyuntura planteada por los tiempos que corren. Sin embargo, en Argentina, hay cosas que algunos no están dispuestos a cambiar.
Así quedó obscenamente demostrado con el reciente escándalo del "Vacunatorio VIP" instalado en el seno mismo del Ministerio de Salud del Gobierno del presidente Alberto Fernández. Un sistema de Vacunación Vip que prioriza a unos sobre otros y no precisamente por cuestiones de edad o de salud.
Cuando el caso se hizo público, la inmediata reacción del primer mandatario se tradujo en el pedido de renuncia del ahora exministro de Salud, Ginés González García; en una clara medida que -según su criterio- "muerto el perro, curada la rabia". Esta simplificación -que de eso se trata- dejará conformes y contentos a muchos, pero sin embargo, la medida adoptada está muy lejos de "curar" dos de los peores males que aquejan desde hace tiempo a la Argentina: la corrupción y la utilización política de causas comunes a toda la Nación.
Desde el comienzo mismo de su gestión presidencial, Alberto Fernández se enfrentó a un sin fin de inconvenientes directamente relacionados a su inocultable falta de experiencia previa en puestos de mando y toma de decisión. Fue ese el marco habilitante para que no pocos supuestamente "subordinados" que se amparan a la sombra del poder, dicidieran "pasarlo por arriba" como poste caído, haciendo y deshaciendo a su antojo.
Son los mismos que creen que el Estado es -para ellos- un objeto de uso personal.
Pero lo más peligroso (en este escenario signado por la falta de liderazgo de uno y el inaceptable aprovechamiento del puesto que ocupan, de parte de otros) es que en medio está la gente.
El pedido de renuncia a Ginés González García evidencia varias cuestiones que llevan directo a la indignación. Si el presidente no estaba debidamente al tanto de la "puerta giratoria" del Ministerio de Salud, que daba acceso al "Vacunatorio VIP" para familiares, amigos y allegados, la situación es grave. El desmanejo y la falta de control del mandatario resultan alarmantemente evidentes y ponen en tela de juicio, nada menos que, su propia autoridad.
Y si, en cambio, Alberto Fernández sabía de antemano que todo esto sucedía -tal vez desde hace un tiempo-, entonces la cosa es mucho más grave todavía.
La pregunta del millón surge, entonces, inevitable: ¿El problema de fondo para el presidente fue la habilitación clandestina del "Vacunatorio VIP" o que el hecho se hizo público? Esto, lleva a otro interrogante: ¿Qué habría sucedido si el escándalo no salía a la luz?
Tal vez el único capaz de responder sea el mismísimo presidente de la Nación. Aunque, posiblemente, nunca lo haga.
Por Marcelo García.
Periodista de Diario26 y escritor.
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