La muerte del líder torció el rumbo de un gobierno e inicio una etapa política importante para nuestro país.
Por Canal26
Jueves 24 de Septiembre de 2020 - 13:36
Por Antonio E. Arcuri (*)
Este 25 de septiembre se cumplen 47 años de un crimen que provocó estrépito en la vida pública del país y con el paso del tiempo adquirió la relevancia de un magnicidio que torció el rumbo de un gobierno que, paradójicamente, aún no había asumido y constituyó el inicio de una etapa política que terminaría primero con la muerte del presidente Juan Domingo Perón y finalmente con el golpe cívico-militar de 1976.
José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo, fue acribillado a balazos el mediodía del 25 de setiembre de 1973, exactamente dos días después de las elecciones presidenciales en las que la fórmula Perón-Perón por el FREJULI obtuviera 7.300.000 votos sobre 2.800.000 sufragios de la UCR de Balbín-De la Rúa.
El 62 % de los argentinos, porcentaje jamás alcanzado en comicios nacionales, le daba su aval a Perón para iniciar lo que el líder definía como un gobierno de emergencia orientado a la reconstrucción nacional, que “lleve a la plena realización de todos los habitantes” de la Argentina.
Unos meses antes, y en el marco del acuerdo intersectorial que pregonaba Perón como salida a la crisis que atravesaba el país, el propio Rucci, en representación de la CGT, firmó con Julio Broner de la Confederación General Económica, el “Acta de Compromiso Nacional para la Reconstrucción, la Liberación Nacional y la Justicia Social”, más conocido como Pacto Social.
Es que Rucci, de extracción metalúrgica, era una pieza clave del proyecto político que se proponía llevar adelante Perón. El dirigente cegetista había dado muestras de absoluta lealtad al conductor del Justicialismo cuando éste todavía pasaba sus días exiliado en Madrid y mandaba directivas a las distintas alas del Movimiento, algunas de las cuales resultaban malinterpretadas o tergiversadas a expensas de intereses particulares.
En épocas en las que el sindicalismo, como nunca antes, se había convertido en “la columna vertebral” del Movimiento Justicialista, Rucci constituía el nervio motor de las directivas que llegaban primero desde España y luego, desde la residencia de Gaspar Campos, ya con Perón en tierra argentina.
Por esto el crimen de Rucci, adjudicado a montoneros a pesar de que nunca asumió públicamente la responsabilidad del hecho, significó un golpe irreparable para Perón, no solo en materia personal sino para la estrategia que se proponía desplegar a partir del 12 de octubre de ese año, cuando asumiría por tercera vez la máxima magistratura del país.
Frente al crimen consumado, el propio General habría dicho, primero frente a la esposa del gremialista “me mataron a un hijo”, luego ante algunos periodistas “esos balazos fueron para mí, me cortaron las piernas” para graficar hasta dónde las balas que truncaron la vida de Rucci también habían impactado en su humanidad y espíritu. Perón, protagonista de mil batallas, traducía en palabras sencillas la tragedia inexplicable de un asesinato sin sentido.
Los argumentos que circularon por entonces y que buscaban entender el sentido del magnicidio, hacían hincapié en la decisión de Montoneros de tensar la cuerda con Perón, “marcarle la cancha” y demostrar que la organización juvenil tenía capacidad de tomar decisiones por encima del líder que días atrás había obtenido el apoyo de más de seis de cada diez argentinos.
El error de los que tomaron la decisión de literalmente ejecutar a sangre fría a Rucci fue monumental, propio de una notable ceguera política que luego se replicaría en un sinnúmero de decisiones que no hicieron más que ayudar en la demolición de la experiencia democrática iniciada el 25 de mayo de 1973.
Los años han pasado, pero la figura de Rucci adquiere más relevancia en una sociedad donde es cada vez más difícil ponerse de acuerdo y encontrar las coincidencias que permitan sacar al país de la postración y la decadencia.
Recordar a Rucci es reivindicar a un dirigente sindical que dejó la vida detrás de los ideales justicialistas de un país donde la justicia social, la independencia económica y la soberanía política fueran mucho más que una consigna.
(*)Ex secretario de Legal y Técnica de la Presidencia de la Nación y presidente de la Asociación Amigos del Museo Histórico 17 de Octubre de San Vicente.
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