Rucci murió acribillado a balazos el mediodía del 25 de setiembre de 1973, a tan solo dos días después de las elecciones presidenciales en las que la fórmula Perón-Perón se alzara con el triunfo electoral.
Pocos magnicidios han impactado tanto en la vida política de nuestro país como el asesinato del secretario general de la Confederación General del Trabajo, José Ignacio Rucci, hace 50 años. Un asesinato alevoso, fruto de una violencia demencial, que inició el camino de una profunda crisis política que culminaría con el golpe cívico militar de 1976.
Rucci murió acribillado a balazos el mediodía del 25 de setiembre de 1973, a tan solo dos días después de las elecciones presidenciales en las que la fórmula Perón-Perón se alzara con el triunfo electoral y la presidencia de la nación.
El dirigente gremial, mano derecha de Juan Domingo Perón en su relación con el Movimiento Obrero Organizado y las entidades empresarias, se había transformado una pieza clave en la estrategia que el líder justicialista se proponía desplegar a partir de su asunción como presidente, hecho que se concretaría 17 días después, precisamente el 12 de Octubre.
Los argumentos que circularon por entonces y que buscaban explicar lo inexplicable hacían hincapié en la decisión de Montoneros de tensar la cuerda con Perón, para demostrar que la organización tenía capacidad de influir sobre la vida política del país, aún por encima del triunfador de las elecciones, donde había obtenido el apoyo de más de seis de cada diez votantes, y líder indiscutido de los argentinos.
El cobarde asesinato de Rucci fue un golpe durísimo para Perón, quien frente al hecho consumado y para graficar el tamaño del daño, diría: “me cortaron las piernas”.
Lo cierto es que el accionar de un grupo de “iluminados”, cegados por la soberbia y la sinrazón, truncó de raíz una etapa que prometía ser de recuperación y crecimiento, luego de 18 años de proscripción y exilio del conductor del Justicialismo.
A medio siglo de aquel crimen que enlutó al país entero, José Ignacio Rucci es reconocido como un mártir de la democracia y su figura se agiganta como uno de los dirigentes sindicales más destacados en la rica historia del sindicalismo argentino.
Por Antonio Arcuri