En medio del escándalo y sin rutina para analizar la agenda nacional e internacional, el Presidente se resiste a preparar los discursos públicos que moldean su imagen y enfrenta una profunda desilusión en el Gabinete. Las consecuencias de la fiesta en Olivos.
Por Canal26
Domingo 15 de Agosto de 2021 - 12:26
Alberto Fernández, NA
La dinámica interna del Frente de Todos, el impacto inmediato de las redes sociales y la crisis causada por la economía y el COVID-19 signaron la agenda política del gobierno.
El presidente Alberto Fernández debería recibir de la mano de Santiago Cafiero información clave sobre los asuntos más importantes de la Argentina y el mundo pero eso no sucede. Cuando la foto de la fiesta de cumpleaños de la primera Dama Fabiola Yañez ya sofocaba al Gobierno, Alberto Fernández y su círculo más estrecho diseñaron una estrategia política para superar un hecho público que complica la imagen presidencial.
La estrategia estaba ordenada con los siguientes pasos: Admitir el error, pedir perdón, dar la cara y evitar justificaciones personales o políticas. Pero una vez más, al presidente lo venció la improvisación. Durante su discurso en Olavarría, Fernández perdió la oportunidad de atenuar las críticas de la sociedad y aplacar los cuestionamientos políticos de su propio Gabinete Nacional.
Sin un discurso escrito, ni práctica apeló a su instinto político, que no termina de acostumbrarse al saludo de los Granaderos y al protocolo institucional de Balcarce 50. Según el artículo de Román Lejtman en Infobae, cuando el presidente finalizó su descargo, los chats oficialistas se multiplicaron a la velocidad de la luz y todo fue desilusión y amargura.
Por su parte, el kirchnerismo duro, interpretó vía chat que el presidente sacrificó a Fabiola Yañez al momento de hacer el descargo político. Esa interpretación no fue desmentida ni atenuada por Cristina Kirchner. Al contrario.
Alberto Fernández rechazó la interpretación del kirchnerismo y utilizó sus propias palabras para significar su intención de pedir disculpas. Desde Olavarría explicó: “Yo dije que lamentaba lo que ocurrió. Y que no va a volver a ocurrir. Me parece que está claro lo que dije, ¿no?”
“Dije mi querida Fabiola. ¿Cómo de ahí sacan la conclusión de que le echo la culpa a ella? Que ella haya convocado, no quiere decir que yo no sea responsable”, remató.
La crisis política fue desencadenada porque el Presidente autorizó un cumpleaños que violaba su propio Decreto de Necesidad y Urgencia, y permitió una fiesta en Olivos que no preservó los niveles mínimos de seguridad presidencial. Acto por el que será citado en Comodoro Py. Todo esto en plena campaña de cara a las próximas elecciones.
Alberto Fernández, la Primera Dama y sus invitados pueden ser caracterizados como autores materiales de la conducta prevista en el artículo 205 del Código Penal: “Será reprimido con prisión de seis meses a dos años el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una epidemia”, indica el texto.
El decreto 576/2020, incluía lo siguiente en su artículo 29: “Cuando se constate la existencia de infracción al cumplimiento del ‘distanciamiento social, preventivo y obligatorio’, del ‘aislamiento social, preventivo y obligatorio’ o de otras normas dispuestas para la protección de la salud pública en el marco de la emergencia pública en materia sanitaria, se procederá de inmediato a hacer cesar la conducta infractora y se dará actuación a la autoridad competente, en el marco de los artículos 205, 239 y concordantes del Código Penal”.
Entusiasmada con su cumpleaños, la Primera Dama estudió todos los detalles de la fiesta, desde las flores y la mantelería, hasta el menú. Alberto Fernández aún se resiste a cumplir determinadas normas de seguridad presidencial. CFK prohíbe los celulares antes de iniciar un cónclave, en la embajada de Estados Unidos e Israel -por citar dos casos- obligan a guardar los teléfonos en un box de metal antes de ingresar a las oficinas diplomáticas, y banqueros con años en la City Financiera exigen que no haya aparatos electrónicos a la vista.
En cambio, Fernández no controla las fotos que protagoniza, se sacan en su entorno y a su alrededor, y el costo de esas imágenes es infinito y para siempre en la opinión pública. A cuatro semanas de las PASO, el Frente de Todos debate cómo funcionará la Casa Rosada con el recuerdo permanente de la fiesta en Olivos.
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