Los asesinatos de mujeres y niñas los cometió entre 1974 y 1975 en esa zona Norte del Conurbano. Las víctimas eran estranguladas o recibían un disparo tras ser abusadas sexualmente por este sujeto.
Por Canal26
Domingo 2 de Enero de 2022 - 09:27
Foto NA.
Francisco Antonio Laureana es uno de los femicidas más precoces y siniestros de la historia criminal argentina, ya que con apenas 22 años y en solo seis meses violó a 15 mujeres y mató a 13 de ellas, por lo que se lo llamó "el Sátiro de San Isidro", ya que atacaba en esa localidad de la zona Norte del Conurbano.
Nacido en Corrientes en 1952, este asesino que atacó entre 1974 y 1975, solía matar a sus víctimas los miércoles y jueves cerca de las 18:00.
De acuerdo a relatos de la Policía, Laureana se vino de su provincia natal a San Isidro, al parecer tras escapar de allí porque en el colegio religioso violó y ahorcó a una monja en las escaleras del establecimiento.
Fue para julio de 1974 que se radicó en la zona Norte del Conurbano, donde trabajó como artesano vendiendo aros, pulseras y collares y se casó con María Romero, quien ya tenía tres hijos.
Francisco Laureana vivía en esta vivienda de la localidad de Tortuguitas.
Todos los miércoles y jueves cerca de las 18:00 desaparecía una mujer o una niña en esa ciudad y sus cuerpos sin vida eran encontrados poco tiempo después en baldíos, con signos de violación y de ser matadas de manera salvaje, en algunos casos estranguladas y en otros con un revólver calibre 32.
Las mujeres elegidas por este asesino tomaban sol en los chalés o esperaban en paradas de colectivo y siempre se quedaba con algún objeto como botín, ya sea anillo, pulsera, reloj u otros, los cuales guardaba en una bota en su casa.
Incluso, en ocasiones regresaba semanas después al mismo lugar donde había cometido el crimen para revivir el momento. Debido al modus operandi repetido, la Policía y el experto forense Osvaldo Raffo llegaron a la conclusión que las muertes podrían ser obra de un solo individuo.
El identikit que brindó la policía bonaerense.
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Pero Laureana no iba a poder salirse siempre con la suya y un día, después de cometer uno de los homicidios, un testigo lo vio huyendo por los techos de una casa.
El femicida se dio cuenta de que esta persona lo había visto y le disparó con su arma, pero el vecino resultó ileso y fue clave para confeccionar un identikit del sospechoso el cual empezó a circular por toda la ciudad.
El jueves 27 de febrero de 1975 a la tarde, una niña de 8 años vio al "Sátiro de San Isidro" y le pareció igual al asesino del identikit (que su familia tenía fijado a una heladera).
De inmediato, la nena le contó a su madre y esta simuló llamar a su marido para dar aviso a las autoridades, al tiempo que Laureana pasó por el frente, sonrió, y siguió de largo.
La perra Rina ayudó a la policía a encontrar al asesino.
La Policía lo encontró a pocas cuadras, y las características eran parecidas al identikit que tenían, por lo que se acercaron al sospechoso para pedirle que los acompañara para un interrogatorio.
Según el informe de los policías, el sujeto sacó entonces de una bolsa que llevaba en el hombro un arma de fuego y empezó a disparar a los oficiales, iniciando así un tiroteo en el que Laureana recibió un disparo en el hombro y luego escapó malherido.
El femicida se escondió de la Policía en el gallinero que se encontraba en los fondos de una mansión. Sin embargo, una perra que cuidaba el lugar "marcó" a su dueño el lugar donde se escondía Laureana. Fue así que los uniformados bonaerenses se acercaron al gallinero y acribillaron al "Sátiro de San Isidro".
La Policía lamentó haber tenido que matarlo, ya que hubieran querido interrogarlo sobre los motivos que lo llevaron a cometer los crímenes.
Francisco Laureana fue acribillado en este gallinero.
Como detalle del tiroteo registrado, dos gallinas fueron halladas muertas a tiros, aunque se desconoce si lo hizo la policía o el propio Laureana.
Cuando se le informó a la esposa del femicida de todo lo ocurrido y los delitos que había cometido él, ella atinó a decir: "Acá tuvo que haber un error. Mi marido no pudo haber hecho todo eso. Era un buen padre, un buen marido, un artesano que amaba lo que hacía".
Muchos crímenes se resolvieron al encontrar en las botas de su casa objetos que pertenecían a las víctimas, junto con armas de fuego.
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