Tradición ancestral que se celebra en todo el noroeste del país en esta fecha. Recuerda a otras deidades que fueron adoradas en la antigüedad más remota.
Por Canal26
Jueves 1 de Agosto de 2024 - 05:52
El Día de la Pachamama se celebra cada 1 de agosto. Recuerda a otras deidades que fueron adoradas en la antigüedad más remota como Madre Tierra o Gran Madre, entre ellas a Ceres, diosa de la agricultura, que dio origen a las cuatro estaciones.
Es una tradición ancestral que se celebra en todo el noroeste argentino en esta fecha. Pero las celebraciones y homenajes a la “Madre Tierra” se extienden durante todo el mes, especialmente en la Puna salteña y en Tucumán, Jujuy y Catamarca.
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Es una deidad venerada por ser generadora de la vida, símbolo de fecundidad por su capacidad para producir, bendecir y engendrar plantas, animales, alimentos y otros medios de subsistencia del ser humano.
Adorada por los descendientes de los pueblos originarios que habitan territorios desde mucho antes que existieran las fronteras actuales. Los orígenes de este culto se remontan a la época preincaica, es decir, antes de que la región fuera anexada al Tawantinsuyu o Imperio Inca.
En la “corpachada” se depositan ofrendas en un hoyo cavado en la tierra, como manera de darle de comer y beber a la Madre Tierra.
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Porque es tiempo previo a roturar la tierra, para luego poder sembrarla. En la “corpachada” se colocan en ese hoyo en la tierra un acullico (hojas de coca mascadas), o solo la coca, la llicta (masa hecha con papas hervidas, de color gris oscuro por las cenizas de algunas plantas), tabaco y bebidas alcohólicas como chicha; bocados de tistincha (guiso preparado con corderito o llama), locro, humita y papines.
Además, se escancia caña quemada -o ginebra- con ruda macho macerada en la bebida espirituosa. Así a la tierra se le da de comer, de beber y de fumar. Y se suele colocar el llojke o yoki, un amuleto que consta de dos hebras de hilo de color blanco y negro.
Así, la ofrenda se convierte en una manera simbólica donde el hombre devuelve a la Pachamama lo que ha tomado de ella. Restablece la reciprocidad entre el ser humano y la naturaleza.
Se devuelve algo de lo que nos ha dado. Se agradece. Se le pide a la Madre Tierra por nuestros deseos más profundos acerca de la vida, lo que queremos lograr y lo que queremos para nuestros seres queridos ya que esta deidad va más allá del planeta Tierra: “Pacha” en aimara y quechua significa también mundo, universo.
Hace un tiempo, el psiquiatra Carl Jung sugirió que la madre arquetípica era parte del inconsciente colectivo y que por eso apuntaló muchas mitologías, precediendo al padre. La diosa madre como principio de todas las cosas sólo reconoce una excepción en contrario, en Egipto, donde los roles se invertían: allí Geb era el Padre Tierra y Nut, la Madre Cielo.
El título "madre de la vida" fue concedido a la diosa acadia Kubaba y a la hurrita Hepa, que entre los hebreos se llamó Heva.
En la mitología nórdica, la Gran Madre fue Jord; en el País Vasco, Amalur (Madre Tierra); y entre los celtas irlandeses, Dana, que dio origen a los nombres de los ríos Don y Danubio.
Los aztecas conocían a la diosa tierra como Coatlicue ("la de la falda de serpientes", en náhuatl), que en México se llamó Tonantzin Tlalli, o Reverenda Madre Tierra.
En las religiones indias, la madre de toda la creación es Gayatri, cuyo nombre remite a Gaia, Gaya o Gea (en griego, "suelo") diosa de la Tierra y también de la Creación, cuyo equivalente romano fue Tellus.
Tellus era responsable, junto con la diosa del grano Ceres, de la productividad de las cosechas y tal como la griega Deméter, se asociaba con el matrimonio y la maternidad.
La diosa frigia Cibeles (en griego antiguo Kybél^, "la del pelo") fue adoptada por Roma como la Gran Madre y tal como Gea, o Rea -su equivalente minoica- fue deidad de vida y resurrección.
Si Deméter era tenida en Grecia como diosa de la agricultura y de la tierra cultivada, su madre Rea era la madre universal.
En la mitología romana su equivalente era Ceres (de ker, crecer), quien sufrió de manos de Plutón, dios de los Infiernos, el rapto de su hija Proserpina (o Perséfone).
La mitología cuenta que mientras una Ceres inconsolable buscó a su hija, ningún cultivo creció y que la gente murió de hambre hasta que Zeus propició un trato con el secuestrador.
El acuerdo fue que Proserpina permanecería seis meses con Plutón en los Infiernos (otoño e invierno) y otros seis con Ceres (primavera y verano); y se cuenta que esto originó las cuatro estaciones.
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