Prepandemia, pandemia, postpandemia, barbijos, burbujas, accesibilidad, educación remota o presencial. Palabras que van y vienen en estos últimos tiempos, y que portan un sentido que dejan huella… Realidades que nos atraviesan y nos atravesaron desde hace muchos años, demasiados… Y entre esas palabras, aparecen las “excusas” sobre las cuales se siguen creando, escondiendo, y justificando escenas de exclusión en vez de crear puentes hacia la inclusión.
Por Lic. Verónica del Castillo
Martes 3 de Mayo de 2022 - 11:25
Infancias y educación. Foto: gentileza ar.blog.maped.com.
Hoy vuelven a hacerse presentes las palabras de Jorge Larrrosa “La escuela de la que aquí se habla, o desde la que aquí se habla, no es ya una idea, o un proyecto, o una promesa, sino que es más bien algo que sucede, o algo que nos pasa, una escuela sentida, conversada, pensada, una escuela que no se sabe sino que se crea a cada instante y que no se habita desde la reiteración monótona de sus objetivos, o de sus fines, o de sus tareas o de sus prescripciones, sino desde la emergencia de sus aconteceres”… Una escuela viva, vivida, cambiante y presente con su realidad, una escuela de la que todos somos responsables y actores vivos desde nuestras funciones en la sociedad; porque, como dice Hannah Arendt, los adultos somos responsables de los “nuevos que traemos a este mundo”.
Releyendo hoy un artículo que escribí hace años, hoy sigue vigente. Sigo sintiendo que, por más reglamentaciones, resoluciones y hasta leyes en torno a la inclusión tanto educativa como social (como si pudieran diferenciarse, cosa que no es posible), mucho se dice y poco se hace. ¿Cómo hacer para que realmente se haga realidad?, para que se abran espacios de diálogo, intercambio y reflexión en relación a los diferentes actores que participan en el acto educativo: las autoridades políticas, lxs directivos, docentes, estudiantes, padres, madres y la sociedad en general; con el fin de construir puentes hacia nuevos modos de enseñar y de aprender, modos en el que todos tengan lugar, no desde la “igualdad” ya que según se lo aplique, lo “igual” puede obturar lo diverso; sino desde el respeto por la heterogeneidad, en la escuela y en la vida social. En la a escuela muchas veces se replican las fragmentaciones y vulnerabilidades sociales, o bien queda en buenos deseos o acciones de unos pocos… Tal vez, una manera sea escribir, difundir y así visibilizar la desigualdad, que estaba antes de la pandemia, que recrudeció, y volverá aun luego de que el Covid pase a ser una gripe más (si es que algún día sucede,,, ojala).
La sociedad hoy está en crisis, y la escuela como institución social también, los interrogantes son muchos… ¿puede la escuela dar respuesta hoy a las necesidades de los niños, niñas y adolescentes?, ¿está la escuela, y la sociedad preparada para alojar la diversidad? La llamada escuela común, ¿aloja la diferencia o sólo acepta un único modelo de niño, niña o adolescente según sus parámetros de normalidad? ¿normalidad?... Muchos dicen querer volver a la normalidad de antes, yo espero que no sea así, y que pueda construir algo nuevo. Hace años que en la escuela se habla de las “TICS”, que los docentes hacen cursos y que algunas escuelas compran algún accesorio, o bien algunos alumnos recibieron computadoras, sin embargo quedó demostrado, una vez más, que la realidad no es la que nos quieren hacer creer… ya que durante estos últimos dos años fueron los estudiantes de las clases favorecidas quienes contaron con el acceso tecnológico necesario para sostener clases remotas, y que hoy en la vuelta a la presencialidad, es imperioso hacer visible y tomar en cuenta la diversidad de quienes tuvieron acceso y quienes no, y de quienes aún pese a tener “una computadora”, no pudieron por múltiples motivos aprender, como tasi también pensar en aquellos que tampoco aprendían en la llamada “normal presencialidad”. Educar es cuidar, y entre el todo o la nada, podemos crear grises, donde la educación y el cuidado vayan de la mano.
En 1990 se promulgó como ley Nacional, la ley de la Convención Internacional de los derechos del niño, en la cual queda expresamente aclarado que los niños son sujetos de derechos tanto civiles como políticos y se los equipara a la condición de ciudadanos, esto implica una profunda transformación social y cultural, se los reconoce como participes activos en su propio desarrollo, el de su familias y comunidad. La escuela es un ámbito privilegiado desde el cual acompañarlos en el conocimiento y desarrollo de sus propios derechos. La escuela suele debatirse entre la homogeneización y la diferencia, entre la inclusión y la integración, entre la discapacidad y la capacidad, entre para todos lo mismo o a cada uno lo que necesita, entre su función socializadora desde una mirada moderna o su función de agente social desde la mirada del niño o niña como sujeto de derecho. La idea sería tomar este “entre” como posibilidad de movimiento, rompiendo binomios, permitiendo la convivencia, es decir el vivir con otros… La pandemia puso sobre la mesa que la crisis educativa es aún más profunda, que sin acceso tecnológico, que sin las necesidades básicas cubiertas, muchos niños tenían que ir a la escuela en plena pandemia para buscar bolsones de comida, no solo tareas, sino comida… La inclusión implica entonces mucho más que la capacidad individual o la llamada discapacidad… Hoy me pregunto, si no hay que vaciar de sentido la palabra discapacidad y encontrarle tantos otros, discapacidad de la políticas publicas y los Estados para dar respuesta a las necesidades de los niños, niñas y adolescentes, discapacidad de quienes deciden el gasto público en relación a la defensa de los derechos de los niños , niñas y adolescentes…
Inclusión social. Foto: gentileza El Tribuno.
Que podamos hacer realidad una escuela en función seria pensar en una escuela para todos que genere estrategias adecuadas para cada integrante de la comunidad educativa, lo que sería posible tendiendo redes con los distintos organismos gubernamentales, valiéndonos de ellos como herramienta para hacer efectivo el reclamo y el cumplimiento de la inclusión como derecho, la equiparación de oportunidades, la inclusión social sin discriminación. Desde esta mirada la inclusión social implica una posición ética. Entender la inclusión educativa como un aspecto de la inclusión en la sociedad, es dar la bienvenida a la diferencia, trabajando para la construcción de redes, proyectos institucionales, curriculares, que puedan responder las necesidades de todos y de cada uno de los alumnos garantizando el respeto y aceptación de las diferencias.
La escuela en función piensa al docente como agente de cambio, pero no puede solo, y los docentes están muy solos… Su tarea va más allá de enseñar un contenido particular, sino que brinda a los alumnos la posibilidad de coexistir con otros, ser diferente en las diferencias, sostener una convivencia social, ciudadana y cuidadora. El docente en función ofrece un espacio de acción y expresión donde pueda circular el deseo y la elección, haciendo hincapié en lo que sí se puede, corriéndolo de una posición de imposibilidad que viene desde afuera, apuntando al proceso y a la construcción de un aprendizaje significativo, buscando distintos modos dejándolo ser y hacer, promoviendo una educación transformadora que apunte a la equidad, donde haya espacio para la diversidad, la motivación, el deseo. Cuando la escuela se ubica como punto de exterioridad, puede ensayar para los niños otros modos de estar en el mundo que vayan del lado del habitar, otros posibles recorridos que se dirijan hacia la construcción de su subjetividad.
La crisis de la escuela obliga a formular nuevas preguntas y ante ellas habrá viejas o nuevas respuestas. Hannah Arendt habla de la crisis como una oportunidad de explorar la esencia de lo que sucede, ya que destroza las apariencias y borra los prejuicios; la desaparición de los prejuicios hace que las respuestas en las que habitualmente nos fundábamos carezcan de sentido. Es aquí donde la crisis puede volverse una oportunidad o bien transformarse en desastre; ya que los prejuicios agudizan la crisis impidiendo experimentar la realidad, quitando la ocasión de reflexionar. Así se construye el futuro, tomando la inclusión como principio y la diversidad como valor, reconociendo en cada uno de nosotros la necesidad y deseo de actuar con miras a construir puentes hacia la inclusión, ¿cómo? celebrando las diferencias, creando situaciones de enseñanza y de aprendizaje y responda a las necesidades de cada cual, no cayendo en el engaño de que “la culpa es del Covid, o del asilamiento, o de las burbujas” … Las situaciones de vulnerabilidad tienen muchos años, la crisis educativa responde a la crisis de nuestro Estado que también lleva décadas… Trabajemos para que la pandemia no sea la nueva excusa, desocultemos las situaciones de vulnerabilidad y luchemos por los derechos nuestros niños, niñas y adolescentes, que son el presente y el futuro.
Lic. Verónica del Castillo
Psicopedagoga. Prof. de Ed. Inicial
Diplomada en Psicoanálisis y Prácticas socioeducativas
www.infancias.com.ar
IG @infancias.enjuego