*Por Sebastían Dumont
Resulta extraño ver la indignación provocada por la aparición de un “vacunatorio vip” en el Ministerio de Salud de la Nación. No porque no se trate de un hecho escandaloso sino porque desconocerlo, de alguna manera, sería propio de vivir en otro país. Es la Argentina “Blue” que funciona así en todo. Claro que la gravedad de lo descrito no amerita tomarlo a la ligera, pero bien vale la pena hacer una introspección en cada uno de nosotros. Desde hace muchos años el país transita por la “banquina”. No iba a ser distinto en esta ocasión. El problema es más profundo y si algo vino a marcar es una nueva ampliación de la grieta, no de la ya conocida por todos, sino la que aleja cada vez más a la sociedad civil de la sociedad política, a la postre convertida en la nueva oligarquía o en un casta.
Es más que claro que en ese punto no hay divisiones. A la hora de la autodefensa corporativa, la dirigencia política busca su supervivencia aunque todos se mezclen en el barro y desde allí simulen peleas unos con otros. Durante el 2020, en este mismo espacio escribimos sendas notas bajo el título: Pasar a la clandestinidad I y II. Algunos párrafos de aquello:
“El Estado y sus regulaciones que obligan al propio Estado a permitir vías de escapes ilegales. Y cuando alguna de esas variables explota, nos agarramos la cabeza como si se tratara de algo que no conocemos y hasta tácitamente avalamos”.
“Es la pandemia, con mucha claridad, el disparador para dejar expuesta con extrema brutalidad el camino que la Argentina ha emprendido, desde hace muchos años. Se trata de ir siempre por la banquina. El conurbano bonaerense es la mayor expresión de todo eso, ya que en pocos kilómetros cuadrados reúne las diversas problemáticas que tiene el territorio nacional”.
“La legalidad y la ilegalidad van de la mano. Lo único que ha hecho la pandemia es mostrarla con mayor claridad”.
Lo sucedido con la vacuna expone todo ello con características potenciadas. Demasiada alharaca sorpresiva, como si muchos de quienes ahora exclaman no buscaron beneficios estando en el poder o cerca de él. La escasez siempre muestra con más claridad las miserias. Imaginemos si en algún momento faltase comida. Ya lo advirtió el propio Perón en 1973 cuando irónicamente dijo: “Si el hombre en el siglo XXI no ha resuelto el problema por la vía geopolítica produciendo más y distribuyendo con mayor justicia lo que el hombre necesita para subsistir no quedará otro remedio que lanzar en masa la bomba atómica que también puede ser una solución, si la insensatez de los hombres no ha utilizado el camino constructivo y se ha decidido por el destructivo”. Más claro imposible.
Vendrán jornadas donde saldrán a la luz nuevos datos que provocarán indignación. Pero, en definitiva, lo probable es que al final del camino, surja el instinto de conservación de la sociedad política. “Este es un tema que nos golpea a todos”, afirman de un lado y del otro.
El conurbano se prepara para un año álgido.
Mientras tanto, en el Gran Buenos Aires suceden cosas. Un hecho significativo se dio este miércoles en José C. Paz, territorio gobernado por Mario Ishii, hoy en dialogo muy fluido con Alberto Fernández. Aunque no sea ubicado como uno de los intendentes más cercanos al jefe de Estado. Como dice el GPS, habría que re calcular, ya que son varias y fuertes las señales de ese vínculo que va más allá del intercambio cotidiano vía chat con preferencia en la aplicación de origen ruso. Justamente, el embajador de Rusia en la Argentina visitó ese distrito del segundo cordón del conurbano. Fue a ver de cerca cómo se están aplicando las dosis de la vacuna Sputnik V, pero además para dejar en claro el mensaje que Vladimir Putin le dio al presidente Fernández semanas atrás: Rusia va a cumplir con el contrato y llegarán a la Argentina 30 millones de dosis para vacunar a 15 millones de personas. Lo escuchó atentamente el intendente Ishii, quien ya tiene experiencia en abrir lazos con potencias mundiales. El escenario que visitó el diplomático ruso fue el hospital municipal “oncológico” que cuenta con tecnología “HINFU”, única en el país y procedente de China.
La provincia de Buenos Aires será la madre de todas las batallas electorales, término gastado pero con absoluta vigencia, a punto tal que todos se anotan para “armar” en dicho territorio.
Avanza un entendimiento entre peronistas con experiencia territorial y de gestión que supieron suscribir su adhesión en Cambiemos pero que hoy aseguran hay un camino alternativo. La famosa tercera opción que se encuentra acéfala y pretenden construir desde Miguel Pichetto a Guillermo Moreno. ¿Podrían terminar juntos? Sí. Al menos, el ex secretario de comercio se lo confirmó a este medio. “Estamos hablando”, dijo y al mismo tiempo aventuró que la batalla será el peronismo frente al progresismo liberal y a la social democracia que representa, en su mirada, Alberto Fernández. Aunque ahora vaya a presidir el PJ nacional.
También en ese camino se anotan Graciela Camaño y Juan Manuel Urtubey, quienes el viernes pasado compartieron actividad virtual acorde a estos tiempos. “tenemos que construir un proyecto de Nación, el cambio profundo nace desde la rebeldía”, fue una de las frases del ex gobernador de Salta. Tocó un punto medular. La rebeldía. Esa misma que supieron tener muchos intendentes para desafiar a Cristina Kirchner en 2013 junto con Sergio Massa. La única manera de ganarle al oficialismo es discutirle sus votos en el conurbano. En el territorio. No alcanza con discursos y alegatos morales. En el Gran Buenos Aires se vive de otra cosa. Cristina lo entiende y lo entendió muy bien. Por eso habilitó el Frente de Todos. Pero además, cuenta, por ahora, con una gran ventaja: la rebeldía necesaria escasea.
“Si no la enfrentaron en 2017 cuando estaba afuera del poder, menos lo van a hacer ahora”, arroja un experimentado político bonaerense. Se refiere a los intendentes. Mientras tanto, las promesas de avanzar en la política o la justicia para habilitar una nueva reelección para los legisladores y jefes comunales, duerme el sueño de los justos. “Ahora, con lo de la vacuna, mucho menos”. El problema es qué, con ese criterio, nunca será el momento. En política, se paga al contado. Nunca diferido.
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