Dólares y Pesos, economía argentina.
“El aumento no es del dólar, sino del dólar blue. Es un mercado que se maneja con sus propias reglas y expectativas. Entendemos que este mercado está reflejando expectativas que tienen que ver más con la situación política que con la situación económica, que son todos números muy alentadores y buenos. Así que esperamos que esto no influya en la situación macroeconómica como no viene influyendo”. La frase, textual y pero sobre todo confusa, pertenece a la portavoz del gobierno Gabriela Cerrutti semanas atrás cuando el dólar blue tomaba un nuevo impulso. Las volteretas de la funcionaria para intentar explicar qué pasaba con la divisa norteamericana es el intento de una clara subestimación a la inteligencia de quienes la escuchaban. En horas donde otra vez el dólar paralelo bate nuevos récords en su cotización, vale la pena ahondar sobre la permanente idea de la política de no llamar a las cosas por su nombre, o lo que es peor, negarlas.
Un pequeño ejercicio de recorrer las famosas “cuevas” donde se venden y se compran dólares en el Gran Buenos Aires no lleva a encontrarnos con una imagen repetida. En momentos donde se tensiona el mercado cambiario al que el gobierno trata de subestimar, se observan las filas de quienes van en búsqueda de comprar lo que puedan. ¿Grandes operaciones? Para nada. Hay compras por 20, 30 dólares. Lo que alcance. Y los pocos que venden lo hacen para cubrir un gasto puntual. Lo mínimo y necesario. Sería un buen método para los funcionarios darse una vuelta por estos lugares y comprobar cómo sí impacta el mercado paralelo en la vida de los argentinos.
Otra teoría que suele emanar de la boca de dirigentes experimentados es que, en realidad, son pocos los que compran dólares y que a doña Rosa, en el barrio, donde apenas llega a fin de mes, no la afecta. Grosero error. Ya hoy, en los despachos de intendentes bonaerense se concentra la preocupación por los efectos de la caída del salario real con respecto a la inflación. Y que no revertir ello, será letal para las aspiraciones electorales del año que viene. El problema ya no se concentra sólo en la clase media, sino que los sectores más vulnerables y subsidiados recurren a lo que tienen a mano para estirar sus magros ingresos (en ocasiones, el delito).
Gabriela Cerruti, vocera del Gobierno. Foto: NA.
Ante este panorama, y con el proceso electoral aún lejano, se observan movimientos tendientes a la auto preservación para mantener el poder cueste lo que cueste. Se describió en este mismo espacio la semana pasada sobre el “reseteo” de la política bonaerense en función de nuevo equilibro de fuerzas que asoma en la principal provincia argentina.
Las dudas se ciernen sobre la correcta lectura que la politica pueda hacer de la realidad que se transita y del creciente descontento con las expresiones tradicionales que hoy representan el Frente de Todos y Cambiemos. Esa molestia, no exclusiva de la Argentina, encuentra características similares en distintas latitudes. Y representa un desafío del que suelen, por ahora, predominar miradas tendiente a la subestimación. La misma que tiene Cerrutti con el dólar blue y su impacto. El caso más concreto es el del diputado Javier Milei. La captación de adhesiones en un sector de la sociedad ofuscada con lo que el propio economista llama “la casta”, aún es relativizada por los integrantes de la misma. “Es un fenómeno pasajero”, “No tiene sustento territorial”, “es un loquito” y otras tantas advertencias que esconden más deseos personales de aquello que efectivamente acontecerá.
Una reciente encuesta en España del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) corrobora que “la generación española de la crisis económica sigue siendo el principal caladero de los nuevos partidos, tanto de Unidas Podemos como de Vox, y que es ese electorado más joven el que más falla a los partidos tradicionales, PSOE y PP. En el caso de los nuevos votantes de derechas, la brecha generacional entre quienes se inclinan por Vox y no por el PP es especialmente llamativa. De hecho, la extrema derecha despega respecto al PP por esa bolsa de votantes más jóvenes”, publicó El Confidencial hace dos días.
¿Los políticos argentinos están mirando estos fenómenos? La respuesta es sí. Aunque no está muy claro la manera y la profundidad. Sí se sabe que lo observan porque hacen cálculos en términos de: a quién le saca o le es funcional la presencia de estos espacios muy cercanos a lo que en el mundo se llaman los neo reaccionarios (movimiento de libertarios desilusionados que decidieron que una cosa es la libertad y otra la democracia y que no se pueden lograr cambios mediante la politica). En realidad, el análisis es el siguiente: “Si a mí me saca votos porque se supone que interpela mi propio electorado, debo neutralizarlo y cooptarlo”. Del otro lado de la orilla piensan al revés: “Dejemos que crezcan, total a nosotros no nos impacta en nuestro electorado”. La última elección en la ciudad de Buenos Aires demostró que esta teoría y simple mirada es dudosa. La candidatura de Javier Milei cosechó votos en la villa 31 y en la zona sur de la ciudad, siempre más proclive al voto peronista.
La cuestión asoma cómo fenómenos más generacionales que ideológicos. Cuál sería el incentivo que llevaría a los jóvenes a votar candidatos del Frente de Todos o de Cambiemos. La respuesta a esa pregunta será clave para interpretar con éxito el tiempo que viene. Como se escribió aquí en otras oportunidades, la morfología de las actuales coaliciones políticas mayoritarias tienden a cambiar.
Mientras tanto, la coyuntura.
Las idas y vueltas de la negociaciones con el FMI monopolizan el día a día. Alberto Fernández prepara su viaje a Rusia, China y Barbados con una comitiva cuya presencia del intendente de José C. Paz fue el comentario más sobresaliente. Otra demostración de la subestimación que tienen ciertos sectores de lo que pasa en el Conurbano. Hay que conocer su historia para saber que Ishii es el intendente que más relación tiene con el gigante asiático. Desde 1995 cuando era concejal y concretó su primer viaje de hermanamiento, a la actualidad con la instalación del sistema HAIFU en el hospital oncológico del distrito para la cura del cáncer de útero.
Las miradas parciales suelen desembocar en malos diagnósticos y peores decisiones. Se eso se trata el principal debate que acoge hoy a la Argentina en un tiempo que asoma como bisagra.
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