Eduardo Duhalde, ex presidente.
Hace 30 años al recibir al entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, ante la Asamblea Legislativa le expresé lo único que en ese momento se podía hacer “Quejarnos”. “Señor presidente en este mismo recinto cada vez que la democracia ha resurgido se han levantado críticas hacia anteriores administraciones de su país, hacia aquellos gobiernos que brindaron apoyo directos o indirectos a las dictaduras que nos oprimían, hacia aquellos que concedían préstamos a esos regímenes ilegítimos cuyos costos aún estamos pagando”.
Visita de George W. Bush a la Argentina en el año 1990.
Hoy las cosas son diferentes. Estamos ante una -posibilidad histórica de que nos sea condonada la deuda externa contraída por la dictadura militar entre los años 1976 y 1983.
En este mundo que todo cambia, algunas cosas cambian para bien. Un ejemplo es Irak, al que los principales países acreedores, reunidos en el Club de París, decidieron condonarle de forma escalonada en tres fases el 80 por ciento de la deuda gubernamental iraquí, de 39 mil millones de dólares, contraída por Saddam Hussein.
Cuando en el contexto de la “Guerra Fría”, Plan Cóndor de por medio, se instalaron dictaduras militares en el Cono Sur Latinoamericano, los Estados Unidos se encargó de solicitarle a los Fondos de Inversores viabilizar exorbitantes endeudamientos en las diferentes naciones.
Es por esto que sostengo que el pago de las deudas externas contraídas durante esos años no debe ser pagado. Los acreedores sabían que prestaban a dictaduras militares y lo hicieron sin preocuparse por los costos sociales de nuestros países.
En Argentina se secuestró, torturo y desapareció a 30.000 personas. Se abrieron alrededor de 350 centros clandestinos de detención. Más de 400 personas nacieron en cautiverio. Se exiliaron forzosa o voluntariamente más de 500.000 argentinos. La deuda externa de US$ 7.800 millones en 1976 paso a US$ 45.000 millones en 1983, al final de la dictadura.
La pobreza en el año 1975 era del 4.4%, al final del gobierno de facto, en 1983, llego al 30%.
Esta somera descripción debe llamar la atención a un país que por sus virtudes nunca vivió circunstancias similares. Pero debe admitir el grado de responsabilidad en sus distintas administraciones y tenderle una mano al resto de los americanos que hemos quedado en situación desesperante.
No le pedimos a Estados Unidos que se haga cargo de nuestras deudas, pero sí que de la misma manera que aconsejaron facilitar créditos a las dictaduras hoy les soliciten que tengan en cuenta el daño que han causado.
Frente a esta oportunidad, me contacté con el presidente Alberto Fernández para ponerlo al tanto de todo lo investigado. Le interesó y quedó en trabajarlo junto a su equipo de gobierno. Sería bueno que podamos hacer el reclamo de forma conjunta.
De todas maneras estamos preparando un juicio contra dichos fondos de inversión en tribunales de Nueva York y estamos convencidos que darán razón a nuestras legítimas peticiones.