La caída del régimen de Al Assad en Siria, tras más de 50 años de gobierno, desató una lucha por el poder entre diversos grupos internos y potencias extranjeras.
La caída del régimen de Al Assad en Siria, tras más de 50 años de gobierno, desató una lucha por el poder entre diversos grupos internos y potencias extranjeras. Mientras el líder insurgente Al Jolani se presenta como la nueva cara en Damasco, las intervenciones militares de Israel, Turquía, Rusia y Estados Unidos redefinen continuamente la situación. Millones de nuevos desplazados temen una nueva y más sangrienta guerra civil.
Pocas veces tenemos la sensación de que la historia se escribe frente a nuestros ojos. La velocidad de los acontecimientos nos hace comprender que estamos presenciando hechos históricos, aunque sucedan a miles de kilómetros de distancia. Estos eventos son tan rápidos que incluso quienes informan sobre ellos en diversas plataformas sostienen que se trata de una noticia en desarrollo.
Estamos conociendo los detalles de la nueva realidad entrante como si se tratara de un reality show. Eso es lo que ha estado sucediendo en Siria en los últimos días. La caída de un régimen de más de 50 años, gobernado primero por un padre y luego por su hijo, ha llegado a su fin. Como ocurre con muchas tiranías, todo sucedió muy rápidamente. Pocos de los que fueron parte de esa realidad durante años lograron darse cuenta de lo que estaba por venir. Sin embargo, la situación en este territorio, ocupado por diversas fuerzas e intereses, sigue cambiando.
Las imágenes, por simples que parezcan, son fundamentales para aquellos que buscan mostrarse como los detentadores del nuevo poder. Al Jolani, el líder que entró en Damasco y habló en una de las mezquitas más antiguas del mundo, se muestra como el nuevo rostro del poder en Siria. ¿Pero es realmente así?
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Desde hace un tiempo, este antiguo miembro de una de las agrupaciones terroristas más sanguinarias y enemiga de Occidente, como Al Qaeda, decidió romper formalmente con los terroristas para mostrarse más como un futuro líder de una nueva Siria. En su entrada triunfal a la capital del país, fue tan importante para él su victoria militar como su rápida aparición ante los medios occidentales en diversas entrevistas. Además, realizó reuniones con antiguos miembros del régimen de Al Assad, nombró nuevas autoridades, liberó a todos los presos de las cárceles del antiguo régimen, anunciando el respeto por todas las minorías.
Mientras la gente buscaba desesperadamente a sus seres queridos en la oscuridad de la prisión más temida del país y otros festejaban la caída de un régimen que incluso dejó a la vista que su caída fue una sorpresa para ellos, la guerra continuaba.
Después de la primavera árabe y la guerra civil que le siguió, Al Assad logró retomar del 60% al 70% de su territorio con la ayuda de Rusia, Irán y Hezbolá. Sin embargo, todo cambió en unas pocas semanas y sigue cambiando.
Siria ha sido un país en ruinas durante años, destruido por una guerra interna en la que participaron distintos grupos internos y naciones extranjeras, cada uno con intereses contrapuestos. Uno de estos grupos es el que ahora se presenta ante la prensa mundial como el organizador del poder en el país. ¿Pero de qué región de Siria?
En los días que siguieron a la caída de Al Assad y su fuga a Moscú, distintas naciones llevaron adelante intensas campañas militares. Entre ellas, se destacan los extensos operativos aéreos de Israel, que ha llevado a cabo bombardeos masivos sobre diversas regiones del país e incluso una ofensiva terrestre que, aunque lo desmienten, podría haber llegado hasta pocos kilómetros de la capital. Turquía, vecina de Siria, que alberga desde hace años a cientos de miles de sirios, también está realizando bombardeos para frenar a otro grupo que tiene parte del territorio sirio en su poder: los kurdos, quienes a su vez, apoyados por Estados Unidos, controlan los campos petroleros y de gas.
Rusia, que posee el puerto vital con salida al Mediterráneo, hasta hace una semana defendía a sangre y fuego la dictadura ahora en desgracia. El Kremlin busca presionar para mantener sus bases aéreas y la salida al Mediterráneo, cruciales para Moscú en tiempos de guerra en Europa y más allá.
Estados Unidos, mientras tanto estudia cómo alinear sus intereses con el nuevo gobierno, cuyo líder está en la lista de los más buscados por haber sido miembro de un grupo terrorista. Al mismo tiempo Washington teme que otro grupo de poder, el Estado Islámico, se fortalezca.
Grupos que detentan el poder desde hace años siguen peleando por más territorio y áreas de influencia, mientras que las naciones vecinas y las de más allá actúan militarmente por intereses propios, buscando al menos mantener una situación de caos que les brindaba "un mal conocido mejor que un mal por conocer".
En estos días, más de un millón de personas se han vuelto a desplazar del país. Dicen que para muestra solo hace falta un botón. Muchos en el país, más allá de sentirse más libres gracias a la caída del régimen, saben que todo se está reescribiendo y temen una nueva y más sangrienta guerra civil.
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