La lucha contra la delincuencia y la inseguridad dio resultado concreto tras varias décadas de trabajo de las autoridades. Las penas aplicables también alcanzan a la clase política.
Por Canal26
Domingo 21 de Abril de 2019 - 15:30
La historia de Singapur es una de esas que no son sencillas de creer. La República está constituida por 61 islas, en el extremo de la Península de Malasia.
Hoy en día es un país que no sólo tiene mejor nivel de vida y un mayor poder adquisitivo que muchos de los más importantes países de Europa, entre ellos España; sino que también cuenta con los mejores centros educativos de Asia, y sus estudiantes hablan tres idiomas.
Su Universidad Nacional es la número 30 entre las mejores universidades del mundo, mientras que comparativamente, la mejor universidad de América Latina en ese ranking es la Universidad Nacional Autónoma de México, que ocupa el lugar 150. Singapur tiene además una fuerza laboral de las más calificadas, y muchas empresas extranjeras operan desde ahí por su seguridad y productividad.
Pero no sólo eso: también es el país que erradicó la inseguridad y la delincuencia con la pena de muerte. La pena capital se instauró como norma en el año 2013 y aún hoy en 2019, se mantiene en vigencia.
Para quienes no viven en Singapur y algunos organismos de Derechos Humanos, el modelo que se implementa en el país oriental es muy restrictivo, e incluso no son pocos los que afirman que tiene características autoritarias desde lo jurídico. Sin embargo, de este modo lograron un radical cambio de conducta de la gente, y crearon valores para darle seguridad a sus habitantes.
De hecho, tiene uno los índice más bajo en criminalidad y violencia entre los países asiáticos y del mundo.
Sobre los delitos de abuso sexual y otros menores, en Singapur se publica actualmente el nombre de los violadores y se televisan los juicios. Incluso implementan otra curiosa medida como lo es la de habilitar a personas que en parques o espacios públicos, van vestidos de basureros, pero que tienen como finalidad la de detener delincuentes para ponerlos a trabajar.
Los diarios locales publican diariamente las fotografías de los delincuentes y además hablan sobre los delitos que han cometido, condenándolos socialmente para luego llevarlos ante la Justicia, de modo tal que sepan que no pueden hacer lo que quieren y que su accionar tiene consecuencias.
Así las cosas, de ser una de las zonas más conflictiva del mundo, donde las drogas circulaban como si nada, pero hoy Singapur es una nación segura.
Claro que organismos como Amnistía Internacional cuestionó en reiteradas oportunidades los métodos para lograr tanta seguridad y reducción del delito. En Singapur encontraron la solución a la delincuencia ejecutando a los delincuentes en la horca. Sin embargo, a los familiares de los condenados se les permite recoger el cadáver del ejecutado varias horas después del ahorcamiento, una vez emitido el correspondiente certificado de defunción. Actualmente Singapur es uno de los países más educado, prósperos y seguro del mundo, con la renta por capital de la más alta en Asia y en escala mundial, que otros muchos países.
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Pero para dar cuenta de lo efectivo del sistema antidelincuencia de Singapur y los éxitos del presente, bien vale recordar que antes de 1960 Singapur era una de los países más violentos del mundo. Estaba entre los lugares con el más alto índices de criminalidad, por su cercanía con Malasia y China, siendo uno de los lugares de mayor tráfico de drogas, lo cual era el pan de todos los días. Había impunidad y malos manejos del gobierno. Las mujeres no podían salir de su casa por miedo a ser abusadas sexualmente y después asesinadas. Era una ciudad sin orden y con un gran índice de tráfico de influencias, eso sin contar que era denominada una de las ciudades más sucias de Asia, y con un tremendo desorden vial.
En la década del 2.000 el terrorismo surgió rápidamente y los homicidios eran uno de los mayores problemas de inseguridad; sin embrago al llegar al poder en el año 2004, Lee Hsien Loong, hijo mayor de Lee Kuan Yew, se dieron grandes cambios que se pueden catalogar como represivos y radicales, debido a que atacó las drogas, la corrupción y las violaciones de mujeres, lo que produjo una reducción increíble de la inseguridad, siendo actualmente uno de los países más seguro del Asia.
Hace 12 años en las cárceles había más de 500.000 presos, pero seis meses después, sólo quedaban 50. Se adopto la pena de muerte y el trabajo forzado para los criminales confesos, narcotraficantes y violadores probados siendo los más repetitivos condenados a muerte. Pero el gobierno fue más lejos todavía, se decreto que toda figura pública corrupta (políticos, policías, militares, etc.) fueran condenado a muerte (eso sí, siempre y cuando se cuenten con pruebas sólidas que los involucre).
La depuración de la policía, sistema judicial y político, mas una nueva legislación, le permiten al país gozar de una sólida estabilidad, en donde el contrabando y la posesión de drogas puede originar cadena perpetua o pena de muerte.
Con esa dramática historia a cuestas, con rigor, orden y efectividad en las calles, Singapur se ha convertido en el emblema de los países que lograron erradicar la delincuencia con su pena de muerte.
Con estos datos, vale sin embargo observar lo comunicado por la Organización Mundial de las Naciones Unidas recientemente, mediante un estudio que muestra que el número de personas ejecutadas cayó un 31% en 2018, alcanzando su nivel global mínimo en diez años. De todas maneras, las muertes debidas a la pena máxima se incrementaron en Bielorrusia, Estados Unidos, Japón, y Sudán del Sur, según el informe anual de Amnistía Internacional.
Singapur está a la cabeza de las naciones en donde si sigue llevando a la práctica, con mayor regularidad, la pena capital.
La publicación detalla que en 2017 se llevaron a cabo al menos 993 ejecuciones, mientras que en 2018 la cifra mundial fue de 690.
El país que registró la mayor baja del castigo capital fue Irán, donde esas muertes disminuyeron un 50% gracias a la reforma de sus leyes antinarcóticos. Iraq, Pakistán y Somalia mostraron también una reducción importante en el número de ejecutados.
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