Los intercambios comerciales no son todo. La guerra Rusia-Ucrania, la relación con Estados Unidos y otros factores llevan a pensar que la relación entre Vladimir Putin y Xi Jinping quizás no sea tan sólida como parece.
La reciente visita del presidente ruso, Vladimir Putin, a Xi Jinping en China, pareció ser una nueva demostración de lo estrechas que son las relaciones entre Moscú y Pekín. Dos grandes actores del tablero geopolítico internacional que en las últimas dos décadas profundizaron la relación al punto tal que, según algunas consideraciones, llegaron a conformar un bloque de poder opuesto a la hegemonía estadounidense. Ahora bien, ¿es esto fruto de la coyuntura o se trata verdaderamente de un cálculo estratégico?
Como ya mencionamos en otra oportunidad, la geopolítica nos enseña que alianzas e intereses tiene una relación compleja. Las alianzas son circunstanciales, los intereses permanentes. Las primeras dependen del cálculo del estratega, los segundos de la influencia inevitable que los factores geográficos ejercen sobre los acontecimientos políticos.
Además de ello, debemos tener en cuenta que, junto con el discurso, el análisis de los gestos y los hechos son los que revelan la verdadera naturaleza de los acontecimientos geopolíticos, y ello debe ser tenido en cuenta al analizar la visita de Putin a China en particular, y la relación entre rusos y chinos en general.
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Quienes argumentan a favor de la existencia de una alianza, se apoyan en el creciente intercambio comercial entre chinos y rusos, que año a año marca nuevos récords. Cada vez mayor, eso es cierto, con un eje fundamental en la energía rusa que Moscú tiene de sobra, y que China precisa importar en grandes cantidades.
Además, que Rusia no solo vende armas a Pekín, sino que, a diferencia del pasado, ha aceptado transferir tecnología. Como contrapartida, China es fuente de millonarias inversiones en suelo ruso, manufacturas y tecnología avanzada, entre las cuales se encuentran los microchips que algunos sectores de EEUU denuncian que están siendo utilizados en la industria rusa de defensa para la producción de armamento.
Sin embargo, hay algunos desbalances que no deben pasarse por alto. El eje de las exportaciones rusas son materias primas, fundamentalmente gas y petróleo. Y sobre este punto la política china es clara: necesita importar grandes cantidades, por lo que es vital no quedar atados a un solo comprador, ni siquiera al “gran amigo” Putin. Debido a ello ha aumentado las cantidades que compra, pero sigue sin firmar el acuerdo por el Power of Siberia II, que supondría la concreción de un nuevo gasoducto de suelo ruso hacia el chino para aumentar exponencialmente la energía que Moscú vende a Pekín.
Xi no pareciera estar, de momento, interesado en que eso avance. Al menos no hubo noticia alguna de un avance en ese sentido durante la última visita de Putin. ¿A qué se debe esta situación? En materia de alimentos y energía la estrategia China es clara, no quiere concentrar sus importaciones en uno o pocos compradores. Diversificar es una necesidad. Entonces, ¿será que no desea depender en exceso de Rusia? ¿La experiencia de Europa en esta materia fue una señal de alerta?
Por otro lado, Rusia vende a China armamento y tecnología militar. Pero China también produce lo suyo, y cada vez mejor. ¿Qué pasará cuando el armamento chino supere al de su vecino? El gigante asiático es una potencia industrial que produce tecnología de avanzada que compite en la arena internacional, y eso eventualmente puede verse reflejado en el terreno militar.
Por si fuera poco, está la guerra en Ucrania, un gran problema para China, que no termina de pronunciarse a favor de Rusia. Desde EE.UU. acusan a Pekín de estar suministrando tecnología de uso dual, es decir, tecnología que puede ser utilizada con fines militares, y que Rusia podría emplear en Ucrania. Si lo está haciendo, ¿por qué lo oculta? China, está claro, no tiene interés por el momento de enfrentarse a EE.UU.
Podría argüirse que China no quiere que la alcancen las sanciones estadounidenses. O también, que no quiere dañar aún más su relación con Europa, quizás la más importante de todas, y que se vio bastante perjudicada por la guerra. En la búsqueda de tejer una relación más que estrecha con los europeos es donde más pega lo que ocurre en Ucrania. Un problema para China, ¿un problema para la relación con Rusia?
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