La imagen global de Israel y su líder se ven cada vez más cuestionadas mientras persisten los desafíos y las incertidumbres sobre el futuro de la región: el origen del conflicto, las decisiones políticas y militares tomadas, las implicaciones humanitarias y políticas.
Las relaciones diplomáticas -no las militares- entre Estados Unidos e Israel se pusieron recientemente a prueba a través de una llamada entre los responsables de dirigir ambas naciones. Es muy fácil afirmar, cada vez que se habla de un presidente o primer ministro, de "líderes", pero no siempre esa definición cuadra en el momento político del dirigente que desarrolla la tarea encomendada a través del voto de su pueblo.
La llamada entre Biden y Netanyahu duró solo treinta minutos y como fue privada, solo sabemos qué es lo que las partes implicadas dicen que se habló a través de sus voceros y comunicados y lo que luego sucedió como respuesta a lo que ambos países acordaron durante la conversación.
El marco de ese encuentro telefónico fue y es uno de los tiempos diplomáticos más fríos entre estos históricos aliados. La guerra librada por Israel en Gaza como respuesta al peor ataque terrorista liderado por Hamas que se haya dado en suelo israelí, y que tuvo como consecuencia el asesinato de más de 1200 personas, la tortura, violación y secuestro de civiles y militares, dio paso al contraataque israelí más destructivo y mortífero en la historia de la Franja.
Bombardeos y ocupación que ya le costaron la vida a más de 33.000 palestinos, dejaron a miles de heridos, millones de desplazados y una crisis humanitaria y de hambruna que recuerda a algunos de los conflictos más duros de las naciones africanas.
La guerra entre Hamas e Israel abarca mucho más que a estos actores, y ese es el temor y la preocupación de quienes sufren la guerra en carne propia, así como también de las naciones que están geográficamente cerca. En especial las que mantienen lazos políticos e ideológicos, además de alianzas militares.
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La intensidad y profundidad de la guerra nos lleva a hacernos muchas preguntas. Algunas de ellas pasaron a un segundo plano por el momento y con ello las consecuencias de la respuesta o la investigación para esas respuestas. Día a día el calendario de las operaciones militares suma gravedad al escenario.
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Muchas fueron las alertas que indicaron que algo estaba por suceder. ¿Cómo no se supo del entrenamiento que los terroristas estaban desarrollando del otro lado de la frontera? A la lista podemos agregar muchos interrogantes más que a esta altura parecen olvidados o de otra época, pero ante la magnitud de lo que sucedió deben tener respuesta y responsables. Quienes decían velar por la seguridad de los israelíes no pudieron frenar, mitigar o abortar el ataque que Hamas planificó al detalle durante mucho tiempo.
Durante los meses anteriores al horror llevado adelante por los terroristas, Israel estuvo sumido en una profunda crisis causada por un gobierno que tenía y tiene a su primer ministro procesado judicialmente. Benjamín Netanyahu buscó con su alianza en el parlamento modificar el balance de poder de la democracia israelí a través de reformas judiciales. Esto llevó a movimientos y protestas sociales sin precedentes. La división llevó por ejemplo a que militares decidieran no presentarse a dar servicio y que aliados como Estados Unidos mostrasen su preocupación por la reforma judicial planteada por Netanyahu. La atención estuvo centrada meses y meses en ese punto, hasta que lo que podría haberse evitado sucedió.
El grupo terrorista Hamas buscó con el ataque del 7 de octubre todo lo que vino después: una guerra a gran escala. Hamas sabía que su accionar derivaría en la más dura respuesta militar por parte de las fuerzas armadas israelíes. También buscaron que esta respuesta escalara a nivel regional.
Quien no logró cuidar a su pueblo de este ataque, prometió seguridad a Israel y la destrucción de Hamas, mientras las cenizas aún estaban encendidas en las casas quemadas por los terroristas.
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Israel dio paso a una legítima defensa, luego del ataque terrorista. En poco tiempo se ideó un plan de respuesta. Esta guerra, sin embargo, tenía una particularidad: el mayor secuestro colectivo recordado en la historia del país, hombres, mujeres y niños, tomados como rehenes por Hamas. El objetivo hace seis meses era además de "borrar a Hamas" la liberación de esos rehenes, muchos de ellos de doble nacionalidad, muchos argentinos.
El ataque por aire y luego la invasión de la Franja de Gaza por tierra, un plan en otro contexto imposible de imaginar, fue de la mano de las negociaciones con representantes de Hamas y países vecinos. Con el tiempo las liberaciones de los rehenes fueron pausándose, las negociaciones se hicieron cada vez más difíciles proporcionalmente a la profundidad del ataque israelí y la situación en Gaza. Del horror de lo que se vio y sucedió por varias horas ese 7 de octubre en Israel, la guerra pasó a Gaza.
La cantidad de bombas y su poder de destrucción en poco tiempo dejaron a la vista una imagen que no se había visto en otros enfrentamientos armados. Esa destrucción fue acompañada por las sombrías cifras de muertos, en su gran mayoría civiles y muchos de ellos niños.
Las imágenes de la guerra en Gaza comenzaron a inundar los medios internacionales, la destrucción de las ciudades fue total. En algunos casos incluso fue tierra arrasada como sucedió en el norte de la franja. Se comenzaron a dar desplazamientos masivos como no se veían incluso en otros conflictos internacionales: cientos de miles de personas fueron obligadas a escapar con lo puesto de un lugar a otro en un territorio muy pequeño. Las garantías de seguridad de Israel en muchos casos no se cumplieron y la población que buscaba un refugio también fue atacada. El cierre total de los territorios llevó a la falta de alimentos y comida, mientras los edificios de los hospitales y albergues de entidades internacionales también eran bombardeados o atacados por aire y tierra.
Israel en su defensa ante la creciente crítica de la comunidad internacional y las organizaciones de cooperantes internacionales o de derechos humanos aseguraba que su objetivo eran los terroristas de Hamas. La guerra se dio calle por calle, casa por casa, y en el medio siempre los civiles.
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Mientras se desarrollaba la guerra en la franja de Gaza también se dieron enfrentamientos entre colonos israelíes y palestinos en Cisjordania, los otros territorios de la Autoridad Palestina, hechos de violencia y ataque que se denunciaron y que incluso se pidió a Israel detener. Otra frontera preocupaba y preocupa aún más, la del norte de Israel y el sur del Líbano. Una vez comenzada la ofensiva a gran escala sobre Gaza, ante el ataque del grupo terrorista Hezbollah, el gobierno israelí llevó adelante la evacuación de miles de sus ciudadanos en esa región de su país. Muchas aldeas comenzaron a recibir el impacto de los misiles de esta organización terrorista. Un grupo que para algunos analistas tiene 10 veces mayor capacidad de fuego que Hamas.
Otro frente se abrió ante la duración y profundidad que tomó el conflicto entre Hamas y las fuerzas armadas israelíes, pero no es el único. En estos días Israel, como lo viene haciendo hace tiempo, atacó Siria. El objetivo a priori parece haber sido el de asesinar a altos mandos militares iraníes en Damasco. El edificio bombardeado fue el consulado de Irán, una línea roja que no se había cruzado hasta el momento.
Ante el ataque contra lo que es considerado su territorio en el exterior, el régimen iraní aseguró que responderá con la misma contundencia. ¿Qué fue lo que llevó al gabinete de guerra de Netanyahu a escalar de esta manera una guerra ya compleja? ¿Fue para asesinar a algunos altos mandos iraníes? ¿La toma de decisión fue hecha en base a parámetros militares o de política interna israelí?
Con una popularidad de un 4 por ciento según las encuestas, pero aún con apoyo en el parlamento -aunque ya se pidió el adelantamiento de elecciones- Netanyahu le dio aún más margen a la parte de impredecibilidad que tiene todo conflicto militar. Mientras las marchas se multiplican pidiendo su renuncia y la liberación de los rehenes también crecen los pedidos a favor y en contra de que los jóvenes religiosos sean convocados para participar de la guerra. Además se multiplican las críticas por su accionar en una guerra que a esta altura llevó a organizaciones internacionales a acusar a Israel de utilizar el hambre como arma de guerra, lo que podría llevar desde la acusación de crímenes de guerra, hasta responsabilizar al país de genocidio por su rol como fuerza de ocupación en Gaza.
Al tiempo que la imagen de Israel y en particular de su primer ministro es cada vez más negativa a nivel global, los rehenes continúan en manos de los terroristas. Hamas no parece aún haber sido desmantelado, y el temor a un conflicto mucho mayor sobrevuela ahora la región.
A esta altura quien parece estar logrando su objetivo son quienes deciden seguir apostando por más guerra.Encontrá más vídeos
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