Carlos III es oficialmente el nuevo monarca británico. Sin embargo, tendrá que lidiar con problemas actuales y viejos fantasmas.
Gente en vía pública de Londres, antes de la ceremonia de coronación. Foto Efe.
Tras el fallecimiento de Isabel II, en septiembre del año pasado, un sacudón político se apoderó del Reino Unido. La muerte de Isabel II significó el final de una etapa para una figura que, con luces y sombras, supo capitalizar la centralidad de la monarquía británica en muchos asuntos de política exterior. Sin su figura, el Reino Unido comenzó una lenta transición que culminó este sábado, con Carlos III oficialmente coronado como nuevo monarca británico.
Carlos III recibe la corona en la Abadía de Westminster. Foto Reuters
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Los protocolos formales establecidos ante la muerte de un monarca, y algunas visitas que Carlos programó sobre “zonas de interés” de la monarquía británica, tales como Escocia e Irlanda del Norte postergaron unos meses la coronación que, sin embargo, es apenas el inicio de una serie de eventos a los que el Reino Unido deberá prestar atención en los próximos meses y años.
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La figura de Carlos III atraviesa sus propias dificultades fruto de aspectos en los cuales nunca pudo distanciarse lo suficiente.
En primera instancia, por la importancia y el peso de su madre, Isabel II, se ha trazado – y siguen trazando – inevitables comparaciones sobre la personalidad totalmente distinta de Carlos quien nunca mostró la misma vocación por los asuntos internacionales de la monarquía que su madre. En ese punto, muchos creen que Carlos III difícilmente sea una continuación de la línea más central y contundente que mantuvo por tantas décadas, Isabel.
Por otro lado, la relación de Carlos con parte del pueblo británico tampoco ha sido la mejor. Luego de la muerte de Lady Di, su ex esposa, por distintas razones, Carlos quedó en el ojo de la tormenta y un sector del pueblo británico jamás volvió a aceptarlo.
Carlos, entonces Príncipe de Gales de Gran Bretaña y Lady Diana Spencer el día que se anunció su compromiso. Febrero de 1981. Archivo Efe.
La figura de Carlos III atraviesa sus propias dificultades, fruto de aspectos en los cuales nunca pudo distanciarse lo suficiente.
Incluso tras su casamiento posterior con Camila Parker, en 2005, la figura de Carlos no despertó interés o afecto significativo por parte del pueblo británico, lo que habla de un monarca que se muestra lejos del carisma que otras figuras monárquicas británicas supieron tener al interior del Reino Unido.
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El Reino Unido atraviesa enormes desafíos internos y la figura del monarca ha sido históricamente un paraguas para la sociedad británica. La salida de la Unión Europea, fruto del Brexit, ha causado un profundo cambio en el ritmo de la economía británica que perdió dinamismo y empezó a verse superada por otras economías emergentes del mundo, como la India, que desplazó al Reino Unido como la quinta economía mundial en 2022.
Además del Brexit, que se llevó por delante a 4 primeros ministros británicos desde 2016 (Cameron, May, Johnson y Truss), se suma el problema de una Europa que, prácticamente en bloque, se encuentra en plena “guerra económica” con Rusia, por la guerra en Ucrania. Esa guerra le ha provocado al Reino Unido, una subida significativa de los precios en insumos de la canasta básica así como en los servicios donde, por la suba de los precios internacionales de las energías, el gobierno británico debió anunciar inclusive cortes programados para cubrir la demanda de energía en un invierno que terminaría siendo más generoso de lo esperado para Europa.
La salida de la Unión Europea, fruto del Brexit, ha causado un profundo cambio en el ritmo de la economía británica.
Manifestaciones contra el Brexit frente al parlamento en Londres. Febrero 2023. Foto Efe.
En ese contexto complejo, y adverso en algunos temas, Carlos deberá estar presente, sobre todo frente a un Partido Conservador que ya ha tambaleado varias veces en el poder. Sin embargo, es la agenda internacional la que mayores cambios puede presentar para el monarca británico.
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Hace pocos días, Jamaica, una nación del caribe, anunció que iniciará definitivamente su proceso de transición de una monarquía parlamentaria (actual), a una República, y que romperá su juramento de lealtad con la Corona británica. El movimiento no es novedoso puesto que Barbados hizo algo similar a fines de 2021, sin embargo, que el anunció sea a pocos días de la asunción de Carlos III lleva un mensaje.
El Reino Unido, en general, enfrenta un proceso donde varios de los territorios que forman parte de la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones) están revisando sus vínculos con Londres. Algunos, porque tienen un proyecto republicano; otros, porque creen que sin Isabel, la Commonwealth ya no tendrá el mismo sentido ni la misma cohesión que anteriormente.
El Reino Unido enfrenta un proceso donde varios de los territorios que forman parte de la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones) están revisando sus vínculos con Londres.
En un escenario de creciente “multipolaridad”, donde los países empiezan a seguir sus pasos según sus propios intereses nacionales, es evidente que la tendencia de marcar distancias con su ex metrópoli será algo que varios países de la Commonwealth podrán seguir en los próximos meses o años, y el lugar vacante con el peso y la relevancia que tenía Isabel, aceleró el proceso.
A todo eso, Carlos deberá sumar los eternos asuntos británicos en torno a Escocia e Irlanda del Norte.
En la foto: La vicepresidenta de Sinn Fein, Michelle O'Neill, la líder del partido, Mary Lou McDonald y el señor de Torfaen, Paul Murphy. Irlanda del Norte, abril de 2023. Créditos: Reuters y Clodagh Kilcoyne.
El primero, donde los nacionalistas escoceses seguirán presionando para conseguir un nuevo referéndum de independencia para Escocia, aunque por el momento esa no parece ser una preocupación del primer orden. Más preocupante es el caso de Irlanda del Norte para Londres, ya que en las últimas elecciones, el Sinn Fein, un partido pro-unificación con Irlanda fue el más votado y la tendencia demográfica de un aumento de la población católica en el norte de la isla, podría provocar importantes cambios al mediano plazo en relación al estatus de Irlanda del Norte, debido a las presiones cada vez mayores de los movimientos pro reunificación con Irlanda.
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