La inclusión dentro de los BRIC y el sorprendente crecimiento de la primera década de los 2000 crearon una ilusión que se esmufó en los últimos años.
Por Canal26
Sábado 25 de Mayo de 2019 - 12:06
El vecino país de Brasil, comenzaba el milenio siendo la décima economía del mundo, con un PIB de 655.000 millones de dólares. El país carioca tuvo un crecimiento prácticamente sin interrupciones por diez años: superó los 2.6 billones de dólares en 2011 y se colocó en el sexto lugar junto al Reino Unido.
Jim O'Neill, en 2001, se refirió a Brasil, Rusia, India y China con las siglas BRIC para mencionar a los países que veía como los emergentes con mejores perspectivas de crecimiento hacia 2050. Las profecías del economista de Goldman Sachs parecían cumplirse antes de lo previsto, y muchos ya se imaginaban a Brasil como una superpotencia económica en un puñado de años.
Con la incorporación de Sudáfrica tiempo después, BRICS se reúne periódicamente desde 2009 para afianzar la cooperación entre ellos.
"En nuestras previsiones hasta el año 2025, esperamos una tasa de crecimiento medio anual ligeramente inferior al 4% para Brasil. Pero creo que podría crecer más de un 4%, quizás incluso más de un 5%", decía O'Neill en mayo de 2009.
Todo marchaba bien hasta 2012 cuando comenzó a darse un proceso de desaceleración que tiempo después se convirtió en la peor recesión de la historia brasileña: crecimiento prácticamente negativo en 2014 y en 2015; caídas en 2016 de 3,5% y 3,3% en el producto y pasar de una expansión esperada de entre 4% y 5% anual a un promedio de -0,47% entre 2014 y 2019.
El PIB brasileño cerró 2018 en 1.8 billones de dólares, un 30% menos de lo que valía en 2011. La economía retrocedió a la novena posición a escala global y representa 2,2% del total. Menos que hace una década.
Al ver el PIB per cápita, que es una medida de la riqueza real de un país, ya que divide todo lo que genera por el número de habitantes, se tiene una magnitud aún más clara del retroceso. El Fondo Monetario Internacional estima que terminará este año en 9.343 dólares. En 2011 era de 13.295 dólares, un 42% más. Hay que remontarse hasta 2009 para hallar un nivel menor.
Daniela Magalhães Prates, profesora del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas, expresó: "Las causas del estancamiento son complejas y están asociadas tanto a factores económicos como políticos. El principal determinante estructural es la desindustrialización, que está en curso desde los 90 y que se acentuó en los 2000 debido al largo período de apreciación del tipo de cambio y a la competencia china. La industria es el sector más dinámico de la economía, el que paga salarios más altos y tiene mayores efectos de encadenamiento, hacia adelante, generando demanda de servicios, y hacia atrás, demandando productos agrícolas. Ese proceso estuvo acompañado por la invasión de productos importados y por un menor dinamismo de nuestras exportaciones manufactureras, lo que también tuvo efectos negativos sobre el crecimiento".
El avance en la primera década de este siglo se debió a la exportación de materias primas y el aumento del consumo interno.
Toda América Latina creció, pero todos sufrieron las consecuencias del enfriamiento de la demanda china, que provocó una baja en las cantidades y en los valores exportados.
Grillo Balassiano, manifestó: "El gran problema macroeconómico de Brasil es el fiscal. Tras 16 años de superávit primario entre 1998 y 2013, a partir de 2014 el país comenzó a tener déficit. Son cinco años consecutivos en los que se gasta más de lo que se gana, excluyendo el pago de intereses. Como resultado, la deuda bruta como proporción del PIB aumentó considerablemente: de un promedio de 55% entre 2006 y 2013, creció hasta alcanzar el 78% en la actualidad. Por eso la reforma de las pensiones es tan importante para el futuro del país, ya que el gasto previsional se corresponde en gran parte con los gastos primarios del país, lo cual es también un problema para los estados y los municipios".
Lula da Silva asumió la presidencia en 2003, mantuvo el esquema de responsabilidad fiscal de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Pero Dilma Rousseff llevó el déficit a niveles récord en 2016, su último año en el Planalto.
Grillo Balassiano destacó sus errores en política económica: "La alteración del régimen de tipo de cambio flotante, que pasó a ser fuertemente administrado. La adopción recurrente de artificios para alcanzar las metas de superávit primario, reduciendo la transparencia de la política fiscal. La reducción, sin que los fundamentos lo permitan, de la tasa de interés básica real y, por lo tanto, una mayor tolerancia con la inflación. Control de precios, especialmente de los servicios de utilidad pública y de la gasolina, como mecanismo alternativo de contención de la inflación. Además del debilitamiento de las agencias reguladoras, la expansión del crédito subsidiado y la reducción de la apertura al comercio internacional, entre otros".
Magalhães Prates consideró que la primera razón del estancamiento brasileño fue su retracción en un momento de merma de la actividad, lo que habría agravado el problema.
Sobre esto, dijo: "La recesión de 2015-2016 dejó a la economía brasileña con un amplio margen de ociosidad y endeudamiento de empresas y consumidores. Este contexto requería la adopción de políticas fiscales y monetarias anticíclicas, expansivas, para facilitar la reducción de los desequilibrios financieros y la ocupación de la capacidad ociosa, una condición previa, junto con la expectativa de un aumento de la demanda, para la reanudación de las inversiones. Pero ocurrió exactamente lo contrario. La política fiscal se volvió aún más restrictiva desde 2015 y el Banco Central ha sido excesivamente cauteloso con la política monetaria. Flexibilizar el gasto público es fundamental para detener el círculo vicioso de caída del gasto privado, empeoramiento de las cuentas públicas y más recortes para cumplir con los objetivos fiscales".
Rousseff fue destituída a través de un impeachment, el 31 de agosto de 2016.
Temer, su sucesor, impulsó varias reformas como la prohibición constitucional de aumentar el gasto público, pero era un mandatario considerado ilegítimo por la mayor parte de la población, que estuvo todo el tiempo a punto de caer.
Petrobras, motor del desarrollo brasileño, tuvo que reducir planes de inversión luego de que el Lava Jato revelara una trama de corrupción que atravesaba a los principales partidos políticos. A cambio de sobornos, dirigentes de todos los colores con acceso a la petrolera les conseguían a diversos empresarios jugosos contratos de obra.
El caso sacudió a la clase política y terminó con decenas de funcionarios de alto nivel arrestados. Por un desprendimiento de esa causa fue encarcelado el propio Lula el 7 de abril de 2018.
El triunfo de Jair Bolsonaro ante Fernando Haddad, el candidato de Lula, parecía haber terminado con la incertidumbre política.
El Bovespa, índice bursátil de referencia en Brasil, alcanzó un récord histórico el 18 de marzo, al superar por primera vez los 100.000 puntos. El alza había comenzado el mismo día de la asunción de Bolsonaro. Consultoras privadas daban por concluido el ciclo recesivo y pronosticaban una expansión de hasta el 3% para 2019.
Uno de los temas fundamentales en el plan económico del gobierno actual, es la reforma previsional. Establece una edad jubilatoria mínima de 62 años para las mujeres y de 65 para los hombres —actualmente no hay un mínimo—, y exige 40 años de contribución para acceder a una pensión completa. Sin el ahorro que permitiría, la economía brasileña quebraría en pocos años, según el ministro.
Grillo Balassiano, manifestó: "La reforma de las pensiones es el centro de atención este año. Es una condición necesaria, aunque no suficiente para la recuperación del país. Pero depende de la aprobación del Congreso, y cualquier pequeña crisis política que pueda obstaculizar su avance trae volatilidad al mercado y aumenta la incertidumbre, lo que provoca una revisión a la baja de las proyecciones del PIB. Brasil está a la espera de lo que pase para comenzar a desbloquear el crecimiento, por más que no alcance y que otras reformas sean importantes, como la tributaria y la mejora del clima de negocios".
El gobierno de Bolsonaro requiere una reforma constitucional. Necesita reunir el apoyo de 3/5 de ambas cámaras del Congreso.
Sin posibilidad de coordinar con el Poder Legislativo, lo único que hace Bolsonaro es atacar a sus autoridades, acusarlas de ser responsables de los problemas de Brasil, y enajenarse aún más su apoyo. La aprobación parece hoy muy lejana y Guedes ya anticipó que renunciaría si cayera el proyecto.
El Bovespa cerró esta semana en 93.627 puntos; la tasa de desempleo subió al 12,7% en el primer trimestre, las proyecciones de crecimiento del PIB caen y el último relevamiento de expectativas del mercado difundido por el Banco Central las ubicaba en 1,24%, prácticamente lo mismo que los últimos dos años.
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