Alma encontró en TikTok un espacio para compartir su vida y mostrar su valentía. A través de sus videos, se convirtió en un símbolo de resiliencia, inspirando a miles de personas con su fuerza y alegría en medio de la adversidad.
En un mundo digital repleto de contenido efímero, una pequeña niña es un ejemplo de coraje y resiliencia. Alma, que enfrenta la leucemia, logró conquistar el corazón de miles de usuarios de TikTok. A través de sus videos, no solo comparte momentos de su vida cotidiana, sino que también transmite un mensaje de perseverancia y valentía. Su presencia en las redes es un recordatorio poderoso de que, incluso en los momentos más difíciles, es posible encontrar alegría y motivación.
A pesar de su corta edad, Alma se convirtió en la referente de muchas personas, sobre todo de aquellas que enfrentan dificultades. Ella no solo supera los obstáculos que la vida le pone, sino que también inspira a otros a hacer lo mismo.
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Todo inició un martes, cuando Julieta, la madre de Alma, notó algo extraño: su hija tenía sangre en la boca. “Pensé que se había mordido mientras dormía, así que la limpié y continué con la mañana como siempre, preparando el almuerzo para llevarla al jardín”, relató.
Sin embargo, algo no dejaba de inquietarla. “No podía sacarme de la cabeza las palabras ‘sangre’ y ‘dolor de piernas’. Tenía una sensación extraña, esa intuición de madre que me venía rondando desde hacía días. Decidí llevarla a la guardia”, recordó.
Ese día, todo cambió. Lo que parecía ser un simple sangrado dio paso a una nueva realidad, una que ambas tendrían que enfrentar juntas. “Cuando llegamos a la guardia, nos dijeron que le iban a hacer un estudio en la médula”, contó.
Alma pasó dos días en terapia intensiva, mientras su madre luchaba con una tormenta de pensamientos:
“Fueron los peores dos días de mi vida. La incertidumbre, no saber qué iba a pasar, escuchar a la gente decir que podía ser algo peor que el cáncer... Yo pensaba, ‘¿qué puede ser peor que esto? Ya es una tortura imaginarlo’”.
Finalmente, llegó la confirmación. “Me preparé mentalmente cada día, hasta que nos llamaron para darnos el diagnóstico”, concluyó Julieta, quien tan solo tiene 22 años.
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Alma fue diagnosticada con leucemia linfoblástica aguda tipo B, un tipo de cáncer común en niños de su edad. Para Julieta, su madre, el mundo se derrumbó en un instante. “Sentí que se me caía el mundo. No recuerdo exactamente en qué pensé en ese momento, pero sí recuerdo el dolor; era un puñal en el corazón. Mi hija, mi bebé, a la que siempre protegí, estaba enfrentando una enfermedad terrible, algo que jamás imaginé vivir de cerca”, compartió.
La desesperación fue inmediata: “lo primero que pensé fue: ‘se me va mi hija y yo me tiro abajo de un tren’. Pero entonces escuché a los oncólogos decir: ‘esto tiene cura, no es fácil y lleva tiempo, pero tiene cura’, y ahí respiré", recordó.
Desde ese momento, Julieta supo que la lucha no sería fácil, pero estaba decidida a pelear:
“A pesar del miedo, supe que lo íbamos a lograr. No sabía cómo, pero mi hija me necesitaba a su lado. No podía tirarme en una cama a llorar y dejar que la vida siguiera; ella me necesitaba firme, y no había otra opción”.
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Uno de los momentos más desafiantes fue cuando Alma comenzó con una tiflitis, producto de la quimioterapia, que es muy invasiva. El tratamiento consistía en un ayuno; tenía que estar muchos días sin comer hasta que se desinflamaran sus intestinos. “Estaba en terapia intensiva, y los médicos entraban a la habitación todo el tiempo para decirme que estaba grave y que no sabían qué iba a pasar. Tenían que esperar, porque si no mejoraba, había que hacerle una operación que no era compatible con un tratamiento oncológico, por ende era de alto riesgo”.
“Para mí, como mamá, fue terrible. ¿Cómo le haces entender a una nena de 5 años que no puede comer ni tomar agua por 30 días? No toleraba verla pedirme por favor que comiera; no podía aguantar ver cada procedimiento que le hacían, cómo la sedaban. Lo recuerdo y todavía me duele que haya pasado por todo eso. No sé de dónde saqué fuerzas. Fue un mes terrible, donde al final del mes estuvo ‘bien’, pudo volver a comer, y a los dos días volvió a recaer, por ende otros 20 días más así... era interminable”.
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Ver a un hijo atravesar una enfermedad nunca es fácil. Aunque a veces intentamos cubrir el dolor con sonrisas, es casi imposible escapar de él. “Había momentos en los que quería salir corriendo y desaparecer, porque sentía que no podía soportar tanto sufrimiento. No podía ver todo lo que le hacían a Alma, no toleraba verla sufrir”, confesó la madre de la pequeña.
Sin embargo, como en todo, con el tiempo uno aprende y se adapta. “El dolor nunca se va, sigue ahí, intacto. Pero te haces más fuerte. Me convertí casi en enfermera. Muchas veces me puse los guantes y le curé la vía central para evitar que Alma llorara. Sabía que si lo hacía yo, se sentiría más segura. Antes, solo de verla recibir una vacuna, me descomponía al escuchar su llanto por el pinchazo”.
En los momentos más complicados, ambas repiten su frase: “confía en el proceso”, palabras que tienen un origen muy especial. “Surgió mientras le hacía una colita por primera vez, cuando su pelito creció. Yo le decía que no sabía cómo iba a quedar, y ella me miró y me dijo: ‘Mamá, confía en el proceso’. Desde entonces, nos quedó. Tan chiquita, y me enseña tanto. Desde ese día, esa frase se convirtió en mi consuelo”, relató Julieta.
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En este "nuevo mundo" donde el hospital se convirtió en su nuevo hogar, Alma encontró en las redes sociales una vía de escape. “Aprovechamos para despejar la mente pintando, haciendo videos, escuchando música, bailando, o incluso haciendo vivos desde su cuenta @julietadiez_ en TikTok, donde le leo a Alma los comentarios de la gente y charlamos. Eso la ayuda mucho porque se entretiene”.
Julieta también recordó uno de los pensamientos más dolorosos que la invadía mientras Alma estaba en terapia intensiva. “No dejaba de pensar en todos los sueños que tenía con solo cinco años: salir en la tele, ser youtuber, ser veterinaria, viajar en avión, ir a Disney... Y mi mayor miedo era que la vida no le permitiera cumplirlos. Ese pensamiento me destrozaba”.
Pero todo cambió cuando Alma salió de terapia intensiva y comenzó a grabarse, haciéndose viral en las redes. “Sentí un alivio enorme al ver que, de alguna manera, estaba empezando a cumplir sus sueños, sea cual sea. Leer los mensajes de la gente describiendo lo que Alma transmite a través de una pantalla es increíble. Siento un orgullo inmenso, porque es exactamente como la veo y siento desde que nació. Para mí, es una nena increíble, y me encanta que los demás puedan verlo también”.
Alma, con su energía y alegría, comparte sus pasatiempos favoritos con sus seguidores. “Los videos que más me gusta subir a TikTok son los de haul de juguetes, abrirlos y mostrarlos”, cuenta con entusiasmo. Pero sus sueños van mucho más allá: “Mi deseo es ser famosa en YouTube, ir a Disney, ir a la tele, conocer un canal y estar con los que anuncian el clima. Quiero contar en la tele que me estoy curando”.
A través de las redes, Alma logró convertirse en una verdadera influencer, inspirando y movilizando a muchas personas. “Yo le muestro los videos que le mandan, los mensajes y comentarios, y ella se pone feliz de que la quieran y de ser ‘famosa’. En los días malos, me pide entrar a su TikTok para leer los comentarios lindos. Eso le da fuerzas”, comparte su mamá con orgullo.
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Me enseñó a ver la vida de otra forma. La veo a ella y pienso: ¿cómo me voy a rendir o no voy a poder lograr algo si ella logró soportar todo esto?”, reflexiona Julieta sobre su hija. “Tiene una fuerza increíble, siempre está con una sonrisa o riéndose. Te contagia su felicidad, sus ganas de vivir”.
Lo que más sorprendió fue cómo Alma mantuvo su sonrisa intacta, incluso en los momentos más difíciles. “Al principio del tratamiento, mi miedo era que su cuerpito tan chiquito no soportara tanta invasión, que se rindiera ante tantos pinchazos y procedimientos que le hacían cada día. El primer mes fue muy duro, pero ella siempre mantuvo la sonrisa. No había forma de que yo me pasara el día triste, porque la veía a ella sonreír, bailar, hacer chistes, y me contagiaba su buena energía. No hay un día en el que yo no me esté riendo con ella o en el que esté de mal humor".
“Mi mensaje para los niños que estén pasando esto es que ya va a terminar y va a pasar, que todo está bien, que confíen en el proceso”, concluye Alma.
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