Escritores como Mario Benedetti, Osvaldo Soriano, Beatriz Sarlo, Hernán Casciari, Eduardo Sacheri y Roberto Fontanarrosa dejaron al descubierto su admiración por "El 10".
Por Canal26
Viernes 27 de Noviembre de 2020 - 13:03
Eduardo Galeano. Diego Maradona.
Diego Armando Maradona fue una inspiración constante para escritores como Mario Benedetti, Osvaldo Soriano, Beatriz Sarlo, Hernán Casciari, Eduardo Sacheri y Roberto Fontanarrosa, entre otros. A lo largo de los años supieron reflejar y dejar plasmadas las grandezas y carencias de la sociedad argentina.
Benedetti, el narrador y poeta uruguayo, mostró su pasión por el astro del fútbol luego del mítico gol con la mano que le hizo a Inglaterra en el Mundial de México 1986, una acción que el autor de “La tregua” definió como "la única prueba fiable de la existencia de Dios".
En su poema titulado “Hoy tu tiempo es real", donde entre otros versos dice:
"Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
las noches sin amor quedaron lejos
y lejos el pesar que desalienta
Tu edad de otras edades se alimenta
no importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
y miran sin mirar más de la cuenta
Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya".
Por otro lado, Eduardo Galeano en su libro “El fútbol a sol y sombra” le dedica extensas referencias al jugador.
“Este ídolo generoso y solidario había sido capaz de cometer, en apenas cinco minutos, los dos goles más contradictorios de toda la historia del fútbol. Sus devotos lo veneraban por los dos: no sólo era digno de admiración el gol del artista, bordado por las diabluras de sus piernas, sino también, y quizá más, el gol del ladrón, que su mano robó”.
Galeano, el autor de " Las venas abiertas de América latina" escribió con devoción unas emotivas palabras al Diez que volvieron a cobrar particular sentido en el marco de su despedida.
"Ningún futbolista consagrado había denunciado sin pelos en la lengua a los amos del negocio del fútbol. Fue el deportista más famoso y más popular de todos los tiempos quien rompió lanzas en defensa de los jugadores que no eran famosos ni populares. Este ídolo generoso y solidario había sido capaz de cometer, en apenas cinco minutos, los dos goles más contradictorios de toda la historia del fútbol. Sus devotos lo veneraban por los dos: no sólo era digno de admiración el gol del artista, bordado por las diabluras de sus piernas, sino también, y quizá más, el gol del ladrón, que su mano robó. Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero.
Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la exitoína. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga".
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