El escándalo se activó en la sede diplomática de la Federación Rusa en la Ciudad de Buenos Aires y dos años después llegaron las primeras detenciones en Argentina. Había cocaína, pero ¿cuánta?
Por Canal26
Martes 7 de Septiembre de 2021 - 12:32
Embajada de Rusia en Buenos Aires.
Se trata de una oscura trama en la que se vieron involucrados diplomáticos rusos asignados a Buenos Aires, agentes de policía y una red impensada de espías en pos de pasar droga dismuladas en valijas. Todo sucedió en la legación diplomática rusa y la investigación fue plasmada en una nota exclusiva para Clarín, a cargo de la periodista Virgina Messi. Esta es la historia, que aquí transcribimos.
Patricia Bullrich lo recuerda así: era la nochecita del martes 13 de diciembre de 2016, estaba en su despacho del octavo piso del Ministerio de Seguridad de la Nación -un coqueto edificio ubicado sobre la calle Gelly y Obes- cuando recibió un llamado del embajador ruso Viktor Koronelli. El diplomático tenía algo que decirle y debía hacerlo urgente y en persona.
Koronelli tardó muy poco en llegar al Ministerio desde la embajada, ubicada sobre Rodríguez Peña al 1700. Lo hizo con tres agentes del Servicio Federal de Inteligencia ruso (FSB) dedicado a la inteligencia y contrainteligencia, que no tiene nada que envidiarle a la KGB, su antecesora.
En la memoria de la ministra quedó grabada la imagen de tres ursos de pelo corto, traje y anteojos negros que no hablaban ni una palabra de castellano... o al menos eso parecía.
Los espías habían viajado a la Argentina especialmente por el "tema" que Koronelli le iba a blanquear a Bullrich: en una escuela anexa a la embajada habían encontrado 12 valijas tipo carrier que, sospechaban (así lo dijeron), estaban llenas de cocaína. Los equipajes, además, habían sido embalados con papel, sogas y sello lacrado, como se despacha el inviolable correo diplomático.
La escuela tenía su entrada sobre la calle Posadas al 1600 y, al igual que la embajada, era formalmente en territorio ruso. Para que quede claro: aunque la droga estaba en pleno barrio de la Recoleta, en realidad había sido escondida en los dominios de la Federación Rusa. A los efectos de la Justicia argentina, tenía el mismo estatus que Moscú o San Petesburgo, por ejemplo.
Esa característica del caso signaría toda la investigación posterior que no logró, no quiso o no pudo identificar el origen de la cocaína, ni cómo pudo llegar a los dominios de embajada rusa sin que nadie se percatara en tiempo real ni las cámaras del lugar captaran nada.
Que los rusos fueran quienes decidieran qué dato aportar y cuándo hacerlo limitaría irremediablemente cualquier intento serio de investigar detalles importantes de la cuestión.
De todas maneras, lo ocurrido se encauzó judicialmente en dos procesos orales que aún hoy están en curso de forma paralela.
Uno, el más cercano, transcurre en los tribunales de Argentina. Tiene como acusados al policía de la Ciudad Iván Blizniouk (39) y a su amigo Alexander Chikalo (40). A ellos se los acusa de ser parte de la logística local del envío y por eso están presos en el Complejo Penitenciario 2 de Marcos Paz.
El debate oral se puede observar jueves de por medio por la plataforma Zoom (previa acreditación). Los dos se declararon inocentes, pero el veredicto se espera recién para fin de año.
El otro proceso judicial, claramente más interesante y potencialmente revelador, transcurre en Moscú, donde las 12 valijas cargadas con harina llegaron un año después, en diciembre de 2017, en el marco de una entrega controlada.
Entonces se hicieron las primeras detenciones, pero siempre con perfil bajo. El escándalo internacional recién estalló en febrero de 2018 cuando se detuvo a Blizniouk y Chikalo en Buenos Aires y las autoridades argentinas le dieron difusión al caso.
Este juicio tiene cuatro acusados de más relieve: Andrey Kovalchuk (52), cerebro de la operación, contrabandista y estafador; Ali Abyanov (50), ex encargado administrativo de la embajada rusa en la Argentina; Ishtimir Khudzamov (31) y Vladimir Kalmykov, supuestos inversores y cómplices de Kovalchuk, detenidos cuando intentaron retirar las valijas en Moscú.
De ese proceso, que trascurre en Rusia, se sabe poco y nada. Se desarrolla a puertas cerradas y los rumores que llegan a los periodistas del país europeo sostienen que, por un supuesto defecto formal en el nombramiento de uno de los abogados defensores, el primer juicio quedó anulado y comenzó otro de cero con un nuevo jurado.
Saber más detalles de eso parece imposible. Incluso hay cuatro testigos rusos que el Tribunal argentino citó por pedido de la fiscalía y la defensa y desde Rusia aún no contestaron si los autorizarán a comparecer.
Harina por cocaína.
Volviendo al martes 13 de 2016, la charla entre la ministra y el embajador generó una cascada de comunicaciones de alerta. Bullrich llamó a sus colaboradores de más confianza, entre ellos el jefe de Gendarmería, comandante general Gerardo Otero, que llegó a Gelly y Obes tan rápido como pudo junto al comandante mayor Jorge Domínguez, encargado de inteligencia de esa Fuerza.
No bien escucharon de qué iba la cosa, Domínguez llamó a su vez al comandante principal José María Valdez, por entonces jefe de la Unidad Especial de Operaciones Antidrogas.
Valdez se comunicó con la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), que a su vez notificó de lo que estaba ocurriendo al fiscal y juez del fuero federal que estaban de turno: Eduardo Taiano y Julián Ercolini.
Ahí empezaron 10 horas contrarreloj para cambiar la cocaína por harina, para que los narcos no sospecharan en caso de que fueran a buscar la droga. Todo debía hacerse antes de las 8 AM, cuando la escuela comenzaba a recibir gente.
Fue una noche que ninguno de sus protagonistas olvidará.
Valdez, por ejemplo, no estaba cerca de Capital Federal. El llamado de Domínguez lo sorprendió en Mercedes, adonde había viajado para tomar examen a los cadetes de la escuela de Gendarmería de esa ciudad, aspirantes a entrar al área antidrogas. Esa tarea le había tomado todo el martes 13 y su plan era que también le tomara todo el miércoles 14.
Valdez intentó explicárselo al jefe de Inteligencia. Pero bastó el "vení urgente" para que se subiera a su camioneta y en una hora y media estuviera en Capital Federal. En el camino, Valdez le dijo por teléfono a su segundo, César Cavallo, que fuera a la reunión del Ministerio. No le pudo adelantar de qué se trataba porque él mismo no lo sabía.
Para cuando Valdez cruzó la General Paz, la reunión con Bullrich ya había terminado así que quedó con Cavallo y Domínguez en juntarse en el bar Dandy (Santa Fe y Esmeralda). Ahí se enteró de lo que estaba pasando y lo primero que pensó Valdez fue que había que cambiar la droga por harina o algo similar lo más rápido posible.
Diez años antes, en febrero de 2006, Gendarmería había perdido 188 kilos de cocaína en una entrega controlada a pocos metros del Congreso de la Nación. La droga había sido comprada por la DEA, que cumplió un rol confuso en lo sucedido. De "Dandy", los jefes de Gendarmería se fueron con dos ideas: no podía pasar lo mismo que 2006 y había que dar intervención al fiscal Diego Iglesias, de la (Procunar).
Ya era casi la medianoche del 13 cuando Valdez, Cavallo y dos agentes de Gendarmería llegaron en camioneta a la puerta de la casa de Iglesias, quien bajó así como estaba, en jogging, y se pusieron a charlar dentro del vehículo.
Luego recordarían que estaban tan compenetrados en el diálogo que no advirtieron que dos ladrones se estaban acercando para robarles. El asalto fue evitado por los dos gendarmes que estaban en la calle controlando todo.
Entonces surgió el problema legal. ¿La Gendarmería podía entrar con la orden de un juez federal argentino a una embajada extranjera o debía hacerse cargo la Corte Suprema de Justicia de la Nación?
Fue una madrugada de repasar los matices de la Convención de Viena -sobre el derecho de los tratados entre países- en la que participaron el fiscal Taiano y el juez Ercolini.
Finalmente se decidieron varios puntos: entrar a la representación diplomática con autorización del embajador, que se iniciara una causa en el juzgado de Ercolini y que se sustituyera la droga por alguna sustancia similar, además de ponerle al cargamento algún tipo de rastreador o GPS.
Todo, al mismo tiempo, debía quedar filmado de punta a punta, por eso existe un video de ocho horas anexado a la causa.
Ercolini mandó a la embajada a su secretario Fernando Pascual, que hizo en tiempo récord el trayecto Pilar-Recoleta y allí se encontró con Matías Álvarez, de la Procunar, gendarmes y miembros del servicio secreto ruso.
En un cuartucho debajo de una escalera en la escuela anexa a la embajada rusa, ya durante las primeras horas del miércoles 14 de diciembre de 2016, comenzó la historia oficial de las narcovalijas rusas: una historia de la que se tienen muchos detalles pero en la que persisten enormes puntos oscuros y cierto tufillo a complot y secretos de esos que se llevan a la tumba.
Un caso sorprendente.
El inicio de la causa en los Tribunales de Comodoro Py, el miércoles 14 de diciembre de 2016, marcó un hito en el caso. Y una manera de tratar de entenderlo es intentar saber qué pasó antes y también después de la denuncia oficial de los rusos ante las autoridades argentinas.
Pero tanto si se mira para atrás como si le lo hace para adelante, existen preguntas sin respuesta, o con más de una respuesta:
¿De dónde salió la cocaína?
Algunos panes tenían un sobre relieve con el sello de la marca de electrónica LG y otros una estrella. Además, eran de una excelente calidad: todos rondaron el 80% de pureza. Se sospecha que el proveedor fue colombiano. Hubo una pista al respecto, pero no se pasó ni cerca de determinarlo. Tampoco los rusos aportaron nada.
¿Cómo entró la droga a la escuela de la embajada?
Una reconstrucción indica que Kovalchuk primero logró meter 2 y luego 10 más. Fue corrompiendo a Ali Abyanov, a quien había conocido años antes en Buenos Aires, pagándole mil o dos mil dólares para que le enviara cosas por correo diplomático alegando que eran sólo artículos de lujo.
Fue Abyanov el que guardó las valijas debajo de la escalera de la escuela, pero quedaron abandonadas allí una vez que él debió volver a Rusia en agosto de 2016, tras su jubilación. No hay ningún tipo de registro de cómo llegaron al edificio. Las cámaras de la calle tienen muy mala calidad y las de adentro directamente no se aportaron.
¿Cuándo descubren los rusos las valijas?
El embajador ruso Viktor Koronelli hizo la denuncia formal el 13 de diciembre de 2016, pero en documentos de la investigación rusa figura la fecha 8 de diciembre como la del descubrimiento de las valijas. Incluso existen indicios de que el hallazgo fue bastante antes y que las autoridades rusas se tomaron tiempo para ver qué hacían, cómo realizaban la denuncia y si efectivamente la presentaban.
Hipótesis conspirativa que manejan los medios rusos: Rusia en realidad fue advertida por los servicios de inteligencia argentinos de que el embajador estaba prácticamente sentado sobre 400 kilos de cocaína.
Agentes del Servicio Federal de Inteligencia vinieron especialmente a la Argentina para solucionar el tema. No se sabe si manipularon las valijas, en cuyo exterior no se encontró ningún tipo de huella dactilar. Esos agentes eran los que vio Bullrich cuando se reunió con el Koronelli y que, en apariencia, no hablaban una palabra de castellano. Bullrich preguntaba algo, el embajador trasladaba la pregunta a los agentes, los agentes contestaban en ruso y el embajador le traducía a la ministra.
¿Cuánta droga había en las valijas?
Aunque parezca extraño los números no coinciden. De acuerdo a la pericia de Gendarmería, dentro de las 12 valijas había 389.240,60 gramos de cocaína. Ese es el peso que aparece en el requerimiento de elevación a juicio firmado por el fiscal Taiano el 21 de mayo de 2018.
Un número similar -388.827,80 gramos- figura (aunque con un evidente error de tipeo) en un documento ruso fechado el 17 de noviembre de 2017 titulado "Asunto: Realización de Operación Conjunta", que fue traducido por una intérprete contratada por Gendarmería e incluido como prueba en la causa de Comodoro Py.
Sin embargo. en las actas de enjuiciamiento hechas en Moscú a los sospechosos detenidos en Rusia, el número de droga es sensiblemente menor.
En esas actas, las autoridades rusas hablan de 362.174,64 gramos. Este último pesaje se repite al menos en tres documentos y es entre 26 y 27 kilos menor a la información no solo del expediente argentino, sino también de otros documentos de la Federación Rusa.
¿Error de tipeo? ¿Mala interpretación de la traductora contratada por Gendarmería? ¿Un tropezón trabajando con el alfabeto cirílico? ¿O algo más?
Kovalchuk, el gran misterio.
Todos son interrogantes legítimos, pero la verdadera "pregunta del millón" es quién es realmente Andrei Kovalchuk, el cerebro de la operación detenido en Berlín (donde vivía) en marzo de 2018, extraditado a Rusia poco después y actualmente principal protagonista del juicio a puertas cerradas en Moscú.
Bautizado por los medios argentinos como "El misterioso señor K", su nombre dejó de ser un misterio pero no su identidad, su historia. Básicamente ¿quién es?
Los relatos de las causas judiciales abiertas tanto en Rusia como en Argentina hablan de un hombre sorprendentemente dotado para lograr que otros hagan lo que él quiere. Incluso Iván Blizniouk y su amigo Alexander Chikalo se quejan en las escuchas tomadas en el caso por la manera en que Kovalchuk les propone grandes negocios y ellos terminan siempre pagándole el café y los taxis.
Se sabe que nació en 1968 en Hertz, Ucrania, y en 1986 fue reclutado por el Ejército donde se graduó de paracaidista. Finalmente en 1989 fue echado por inconsistencia en el servicio.
A partir de ahí todo comienza a parecer más disparatado. Kovalchuk se presenta como coronel, como espía, como psicólogo de la embajada rusa en Alemania, como representante de la empresa Bossner perteneciente a Kostantine Loskutnikov, conocido como "Baron von Bossner", como empleado de la empresa petrolera Gazprom.
La verdad: nada de esto se sabe si fue cierto, dado que hasta su nacionalidad rusa se descubrió que se basaba en pasaportes falsos.
En cuanto a su relación con la Argentina, viajó al menos 11 veces entre 2016 y 2017. La causa está llena de testimonios que hablan de que entraba y salía de la embajada de la Federación Rusa en Buenos Aires como quería. Ante la vista de cualquiera parecía alguien bastante influyente, aspecto que se contradecía con sus estadías en hoteles medio pelo del Microcentro, donde fue seguido y fotografiado por Gendarmería.
Cómo un personaje de estas características, con un claro perfil de estafador, pudo conseguir una línea para abastecerse de 400 kilos de cocaína, es uno de los grandes misterios del caso. Pero hay otros. Un ejemplo.
La droga que Kovalchuk había metido en 12 valijas en la escuela anexa a la embajada rusa en Buenos Aires no tenía como destino Rusia. Iban a Holanda y a otros países de Europa. Las autoridades rusas se encargaron de que la entrega controlada se hiciera en Moscú y que la "harina" viajara en avión oficial.
No bien el cargamento llegó a su territorio lo cortó allí, deteniendo a las dos personas que se presentaron a reclamar las valijas: Vladimir Kalmykov e Ishtimir Khudzamov.
¿No hubiera convenido, después de tanto esfuerzo, dejar seguir las valijas a su destino final y así completar la historia?
Por ahora nadie ha contestado esta (ni a otras) preguntas.
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