Día Internacional de la Celiaquía, Diario 26.
Por Jéssica Sandagorda
La Enfermedad Celíaca es una enfermedad autoinmune que afecta al intestino delgado y le genera una reacción a la ingesta de gluten, sustancia que se encuentra en el trigo, avena, cebada y centeno. Quienes padecen esta enfermedad no pueden absorber adecuadamente los nutrientes de los alimentos. Puede aparecer en cualquier momento de la vida, desde la lactancia hasta la adultez avanzada. Su curso es crónico, es decir, para toda la vida.
Sin dudas, recibir el diagnóstico de una enfermedad crónica puede conllevar una fuerte carga de estrés, ansiedad y hasta depresión. Se está hablando de cambios permanentes en la alimentación. Todos sabemos que no solamente comemos para sobrevivir y nutrirnos, sino que la alimentación va más allá y tiene un componente hedónico, que implica consumir por placer y por las sensaciones que nos provocan los alimentos. Además, es innegable su faceta social: “El asado de los domingos”, “La cena de navidad”, “Los ñoquis del 29” y un sinfín de eventos más en donde la comida es la excusa y el centro para diferentes reuniones.
Es perfectamente entendible que asimilar los cambios lleve tiempo y que la persona atraviese por diferentes etapas hasta lograr la aceptación. Se está encontrando con nuevas limitaciones, en este caso con respecto a la comida, y puede estar ansiosa por el tratamiento y el futuro en general y es por esto que se espera que se sienta afligida y triste. Pero si estos sentimientos continúan por un tiempo prolongado y se añaden la culpa, sensación de vacío, falta de autoestima, ya no se experimenta placer en la realización de actividades que usualmente eran de su agrado, fatiga, dificultad para concentrarse, problemas para dormir, entre otros, es importante realizar una consulta con un psicólogo que pueda ayudar a transitar esta etapa.
Continuar investigando sobre el desarrollo de estrés, ansiedad y depresión en personas con enfermedad celíaca es importante ya que correlacionan con su adherencia al tratamiento. Quienes presentan estas problemáticas tienen mayores probabilidades de alterar su alimentación en detrimento de la dieta que deben sostener. Estar informados sobre la enfermedad y sus implicancias más el manejo de las variables psicológicas favorecen que se siga correctamente el tratamiento.
Es fundamental el apoyo y el acompañamiento de las familias durante esta etapa, especialmente en niños y adolescente, ya que pueden observarse cambios en la dinámica familiar. Se deben buscar formas nuevas de cocinar, de comprar alimentos y también nuevos lugares para ir a comer, que cuenten con menú para celíacos. Es importante la contención y el apoyo a la persona que ahora está enfrentando un cambio que impacta de gran modo en su vida cotidiana. El apoyo e influencia familiar sobre el paciente también contribuye al cumplimiento del tratamiento.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad. Siguiendo esta definición, ¿Quién está totalmente sano? Las enfermedades crónicas nos invitan a pensar en mejores formas de abordar este concepto. Enrique Saforcada, doctor en Psicología, entiende a la salud como un proceso y como un estado de relativo bienestar psíquico, social y físico según el momento socio-histórico-político-económico-cultural. La salud va a depender de muchos más factores de los que creemos.
Jéssica Sandagorda, Licenciada en Psicología, psicoterapeuta de niños y adolescentes con TEA
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