Sucedió en plena la crisis del Tequila, cuando el Gobierno argentino se comprometió a ser parte de un paquete de asistencia global para ayudar a la gestión del mexicano Ernesto Zedillo. Ahora todo ha cambiado y la Argetina pide que México encabece un plan de apoyo para poder cumplir con las exigencias del FMI.
Por Canal26
Domingo 8 de Agosto de 2021 - 13:56
Domingo Cavallo y Carlos Menem.
Parece algo increíble, pero la realidad así lo demuestra: desde 1995 hasta el presente, la economía de la Argentina se ha desmoronado hasta límites insospechables. Así queda demostrado no solo en la coyuntura diaria, sino también en un artículo exclusivo para Infobae a cargo de Martín Kanenguiser, en el que eso resulta inapelable.
Todo podría ser identificado bajo el título de “El momento en que Argentina casi se convierte en acreedor de uno de los países más importantes de América latina”. Eso fue lo que había sucedido cuando gobierno de los Estados Unidos solicitó oportunamente a la Argentina que preste una importantísima cantidad de dinero a México, y todo frente a la emergencia que supuso la llegada de la crisis del efecto Tequila en 1995. Veintiseis años después, la Argentina cambió su rol y -con ese marco- no solo que ya no es un importante acreedor financiero, sino que -lo que es más grave- pasó a ser sun deudor en problemas constantes.
Tal como indica Infobae, la Argentina se encaminaba por aquellos tiempos a ser parte del G20, mientras que uno de sus puntos fuertes era la sólida estabilidad cambiaria, en tanto que la inflación era poco menos que un mal recuerdo para los argentinos. Pese a que el desempleo ya se había disparado a los dos dígitos hasta rozar casi el 18 por ciento.
En diálogo con Infobae, dijo el ex ministro Roque Fernández: “Pasamos de poner recursos a disposición de México a tener que negociar un programa con el FMI para poder seguir pagando”.
Así las cosas, dice Martín Kanenguiser en su nota para Infobae, luego de tener en sus primeros dos años al ex senador texano Lloyd Bentsen como secretario del Tesoro, el presidente estadounidense Bill Clinton cambió su estrategia y se puso más contundente en pos de bajar el déficit fiscal y expandir el mercado de capitales. Los elegidos para este cambio combinaban la experiencia de Wall Street y la sabiduría del claustro académico. Robert Rubin, de Goldman Sachs, se transformó en el nuevo secretario del Tesoro y Lawrence Summers, de la Universidad de Harvard, en su subsecretario.
El comienzo de la negociación de los funcionarios no fue nada fácil, por supuesto, debido a que muy pronto se activó el tremendo “Efecto Tequila”. La crisis mexicana se convirtió en un panedemonio y generó desconcierto absoluto y total, pwero también preocupó sobre manera a los Estados Unidos, cuando la Reserva Federal pronosticó que una caída severa del país vecino podía provocar una recesión del 2% en los Estados Unidos.
Tal como indica Martín Kanenguiser en su nota, el presidente del organismo, Alan Greenspan, tuvo que dejar de lado su resistencia a brindar una ayuda directa al gobierno de Ernesto Zedillo y se sumó a la propuesta de Rubin y Summers de negociar el apoyo del Congreso para obtener USD 40.000 millones que evitaran el default. Sin embargo, los principales líderes del Poder Legislativo les dejaron en claro a los funcionarios que en un año electoral el proyecto no podía aprobarse, aunque brindaron su consentimiento tácito para que el Tesoro utilizara recursos del Fondo de Estabilización Cambiaria por USD20.000 millones, que luego se redujeron a USD12.000 millones, sin intervención del Congreso.
Gracias al importante aporte financiero del Banco Internacional de Pagos de Basilea, del FMI y de los bancos multilaterales, se pudo finalmente armar un auspicioso un paquete de U$S8.000 millones que permitió apagar el incendio. Mientras se desarrollaba esa pelea en Washington, el Tesoro le pidió una ayuda algo simbólica al entonces ministro Domingo Cavallo.
Domingo Cavallo también habló con Infobae, y dijo: “Larry Summers nos pidió que hiciéramos ese gesto para que ellos pudieran presionar al Congreso que se negaba a asignar recursos para ayudar a México. Hablamos de esa posibilidad con Brasil, pero como la crisis nos golpeó a nosotros y perdimos muchas reservas el tema quedó en la nada cuando Clinton decidió utilizar el fondo de estabilización cambiaria manejado por el ejecutivo y no necesitó apoyo de su congreso”.
“La Argentina puso a disposición de México un crédito de USD 1.000 millones”, agregó por su lado Roque Fernández, quien por ese tiempo ejercía como presidente del Banco Central y posteriormente pasó a ser ministro de Economía cuando Cavallo dejó ese cargo. Al respecto, Pablo Guidotti, ladero de Roque Fernández habló también con Infobae y manifestó que “en marzo de 1995 hubo una discusión para ver si la Argentina aportaba una línea contingente a las reservas de México”.
Tal como han reconocido, el problema, fue que la situación se complicó en Argentina dado que la crisis mexicana impactó de lleno sobre una corrida en el sistema financiero local. Vale destacar que entre la primera devaluación auspiciada por México y el 22 de marzo de 1995 uhubo una sensible baja de U$S7.200 millones en los depósitos en moneda extranjera en el sistema financiero argentino.
Así, Domingo Cavallo elogiaba pública y abiertamente a Roque Fernández. “El Banco Central hizo una política excelente”. Sin embargo, en lo privado, Cavallo sostenía que Fernández subestimaba la importancia de la crisis y que no cumplía con una adecuada supervisión del sistema financiero local. A su vez, el titular del Banco Central y su poderoso vicepresidente, Pedro Pou, pensaban que el ministro no quería pagar el costo político de cerrar bancos y que el origen del problema era fiscal.
Así mismo, dice Martín Kanenguiser en su nota exclusiva para Infobae, la cúpula del Banco Central Central optó por una política de sintonía fina, que comenzó con una red de seguridad financiada con un encaje adicional del 2% para enfrentar los problemas de iliquidez de los bancos con USD 800 millones otorgados en redescuentos. Las medidas no detuvieron la fuga de capitales, y el ministro decidió que el manejo de la crítica situación quedara a cargo de su estrecho colaborador Horacio Liendo.
A inicios de marzo el abogado conmovió a todos al impulsar una reforma en la carta orgánica del Banco Central que autorizaba a la entidad a solventar al sistema financiero. Con la cabeza puesta en la convertibilidad de Hong Kong, Liendo consideraba que los bancos debían contar con un capitalista “de último recurso”. Su siguiente propuesta fue la creación de dos fondos fiduciarios para financiar el ajuste, que desembocó en el cierre de cuarenta bancos y la privatización de cinco entidades públicas provinciales en menos de un año. Los 205 bancos que poblaban el sistema en 1995 se redujeron a 113 en el 2000.
Al mismo tiempo, luego de decidir cortar el programa con el FMI, Cavallo daba marcha atrás y oficializaba el nuevo plan de ajuste, que incluía la baja de salarios, la suba del IVA y nuevas privatizaciones en el sector energético, a cambio de un paquete de asistencia de USD 2.400 millones del FMI, USD 1.300 millones del Banco Mundial y USD 1.000 millones del BID.
En el sector privado, Domingo Cavallo negociaría con el apoyo de William Rhodes del Citibank el denominado “Bono Patriótico”, que, junto con un préstamo con los bancos, aportó otros USD 2.000 millones. A fines de junio de 1995, luego de una caída del 20% en los depósitos desde el inicio del “Tequila”, se detuvo la fuga, aunque la economía se encaminaba a sufrir una recesión del 2,8%, con un nivel de desempleo del 17,5% y una deuda de 98.547 millones de dólares.
De todos modos, el presidente Carlos Menem consiguió su reelección presidencial ese año y en 1996 la economía volvería a crecer, hasta toparse en 1998 con la siguiente crisis externa y entrar en un círculo vicioso que no podría abandonar hasta el fin de la convertibilidad en 2001. Desde entonces, la fractura social del país quedó completamente expuesta y el país estuvo en default casi todo el tiempo, salvo un breve lapso durante el gobierno de Mauricio Macri.
Pero cambia, todo cambia y en los tiempos que corren, el Gobierno argentino encabezado por Alberto Fernández pugna desesperadamente por no caer en cesación de pagos con el FMI y por este motivo busca que varios países, entre ellos México, lo ayuden a conseguir más recursos de terceros países para seguir pagando la deuda, muy lejos de aquella comodidad externa de la década del 90, y con compromisos acumulados por la Administración Central al récord de USD 343.500 millones a fines de junio último.
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