Tres snowboarders y un esquiador se animaron a la mejor nieve en un lugar inexplorado hasta por los profesionales del deporte. Intimidad, peligros y enseñanzas.
Por Canal26
Sábado 6 de Agosto de 2022 - 11:23
Aventura extrema en la nieve en plena cordillera. Foto: Prensa.
Amanece en lo más profundo de la cordillera de los Andes y el blanco domina la escena. En el final de Moquehue, un pueblito de apenas 500 habitantes ubicado a 15 kilómetros de Villa Pehuenia y a otros 10 de la frontera con Chile, Fernando Natalucci (40 años, DC Shoes), su hermano Nicolás (34, Quiksilver), Cristobal Tobal (17, Quiksilver) y Lila Sanz (27, invitada especial de Roxy) se suben a las dos naves Ford, responsables esenciales de poder transitar por caminos solo para expertos.
La aventura los espera lejos de un centro de ski y sus comodidades. Por sus propios medios ellos subirán a las montañas que prácticamente nadie frecuenta, menos para bajar deslizándose a toda velocidad.
Cada uno de los días comienza con un plan que, a veces, se modifica. El team se sube a los vehículos -una Ranger Raptor y Ranger FX4- y empieza el scouting de los posibles spots para deslizarse en la nieve en polvo que acaba de caer… Los hermanos Natalucci, por su experiencia y por ser hombres de montaña, llevan la voz cantante. Desde adolescentes hicieron doble temporada, el invierno austral los pasaban en las montañas argentinas y el boreal, en las europeas, como ahora hace Tobal, el benjamín de la banda. Durante 15 años, los Nata compitieron con éxito allá hasta que decidieron instalarse aquí, ya hace 10 años, dedicándose más a la aventura, al llamado freeride, andar libre por la montaña, sobre todo en aquellos lugares pocas veces frecuentados por el snowboarder amateur.
Ellos, en realidad, practican "otro deporte”. El disfrute en lugares donde las personas normales no se atreverían ni a llegar caminando es parte esencial de este lado romántico del snowboarding. Llegar a lugares agrestes, casi inexplorados, genera una motivación especial. Es andar donde nadie anda, vivir esa sensación única que es surfear nieve en polvo virgen y enfrentar los obstáculos propios de la naturaleza o, incluso, algunos que el hombre inventa y ellos desafían. Todo lejos de los centros de nieve y sin medios de elevación.
Ellos, ya sea con raquetas, splits -especie de esquíes con piel de foca- o directamente sin nada, suben laderas de nieve honda. Primero es el esfuerzo de horas para luego disfrutar de apenas minutos, o segundos, de bajada. Eso sí, qué disfrute… En estos casos, como nunca, lo que cuesta, vale. El doble. En estos días eligieron varios spots vírgenes pero, en especial, se dedicaron al Cerro El Colorado, en Moquehue.
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Fer Natalucci, el más veterano, aportó su experiencia en este deporte, en la montaña y en el terreno elegido, en la previa y el durante. “Conocer lugares nuevos es siempre hermoso, pero siempre están las dudas de si el lugar elegido reunirá las condiciones buscadas. Si bien yo fui antes a explotar el terreno, la realidad a veces es otra… Por suerte se dieron las condiciones: el lugar nos recibió con una gran nevada y luego tuvimos días de sol, nada fácil en pleno invierno. Yo tuve la suerte de conocer muchos lugares increíbles por el mundo pero éste, no sé si por la magia de los bosques milenarios y porque no hay mucha gente que los frecuente, la hizo una experiencia muy especial. Para mí y todo el equipo”, analizó quien fue el capitán de la expedición. “No sé si me colgaría esa etiqueta, pero sé que esta vez no solo fui a andar. Fui participe en otras cosas en el tour y haber visto los resultados que tuvimos, casi todo como lo planeamos, es algo muy gratificante. Agradezco a todo el equipo, desde los deportistas, a los chicos de imagen (el filmer Federico Batán y el fotógrafo Julián Lausi) y al staff de logística. No hubiese salido así si cada uno no hubiese aportado lo suyo”, cerró.
Lila, la única mujer del team, dio su versión sobre la experiencia. “Me gustó el sentimiento de equipo y comunidad que tuvimos, el salir a la aventura, en búsqueda de algo nuevo, el volver a sentir la naturaleza virgen y el conectar con el presente, la esencia del snowboarding”, explicó Sanz, nacida y criada en Bariloche que empezó a los 10 con el snowboard y hoy es instructora, además de practicar yoga, trekking y surf. También se refirió a un aprendizaje que tuvo luego de vivir una situación extrema al quedar atrapada entre un río y una pendiente en un cañadón, algo que le llevó más de una hora para resolverlo. “Fue una ratificación de mi fortaleza y paz interna. Ya me había pasado antes algo similar pero ahora me sorprendí hasta de mí misma. Pude salir y volví a intentarlo”, analizó. Lila finalizó con un balance de su primer snowtrip con un equipo. “Me quedo con el espíritu de empujar los límites un poco más, el salir de la zona de confort y buscar nuevos desafíos, ir por los sueños, aunque a veces uno tenga cosquilleos y miedos”, reconoció.
A su lado, el menor de los Natalucci brindó sus sensaciones. “Lo que me llevo de este viaje, pese a mi experiencia, es la ratificación de lo complicado es ir a lugares que no conocés ni tenés tanta información, lo contratiempos que surgen y toda la paciencia y espíritu que necesitás”, contó Nico, quien quedó muy sorprendido con el lugar elegido. “Fue más de lo que esperaba y lo interesante es que tiene aún más potencial. Nos quedamos con ganas de ir a otros spots”, analizó para cerrar con un sentimiento personal. “Me voy muy contento porque llevaba varios años sin hacer esto y al volver a vivirlo me di cuenta lo que lo extrañaba. Fue una de las veces que más lo disfruté, sobre todo porque lo tomé de una forma más relax, sin la presión y responsabilidad de otros trips”, admitió.
Tobal, el menor del team, resultó uno de los más se enriqueció de la experiencia. Nacido en Lake Tahoe (USA), porque allí vivían sus padres hasta que él cumplió 4 años, es parte de la selección argentina desde los 16. Lo suyo son los saltos y piruetas en los parques (compite en Slopestyle -circuitos de rails- y Big Air -saltos en rampa-), ama la competencia, pero lo que vivió en este trip fue justamente lo opuesto. “Es otro tipo de concentración, desgaste físico y se necesita otra paciencia. Acá tenés que caminar mucho y yo, habitualmente, lo hago poco. Voy en una silla al parque y lo mío es más mental. Y acá lo bueno es que no estuvo la presión de los resultados. Fue como tomarme un recreo de la competencia”, analizó para luego dedicarle un párrafo al lugar elegido y a la organización del trip. “Ni había escuchado del lugar y fue un flash. No puedo creer adonde estuvimos, el lugar donde nos hospedamos (los paradisíacos Domos Lodge) y la condición de nieve que tuvimos. Todo espectacular. Me pude adaptar, me voy muy feliz”, comentó.
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