El presidente de la AFA perdió poder en la calle Viamonte. Sigue pendiente la resolución de la IGJ sobre su mandato hasta 2025 y en el Congreso lo esperan para que informe sobre dos contratos polémicos.
Por Canal26
Lunes 3 de Mayo de 2021 - 09:20
Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de la AFA. Foto: NA.
La situación de Claudio "Chiqui" Tapia en la AFA todavía es un interrogante. Hacia afuera su figura se esmeriló por las irregularidades en la asamblea en la que fue reelecto y quedó en manos de la Inspección General de Justicia (IGJ) y la firma de dos contratos polémicos, uno con su socio de Barracas Central, al que le cedió el manejo de las cuentas digitales a pesar de que su empresa no tenía experiencia alguna en el tema.
Contradiciendo los manuales de la calle Viamonte, querelló en la Justicia a Graciela Ocaña, una de las impulsoras del pedido de informes ante la Cámara Baja. “En lugar de querellarme, para amedrentarme, debería explicar en el Congreso esos contratos”, respondió la diputada de Juntos por el Cambio.
Pero la crisis de Tapia sufrió un cimbronazo más: Pablo Caruso, miembro del tribunal de ética, fue con los tapones de punta contra el titular de la AFA. “Nos quieren usar para disciplinar gente que se opone al presidente. Hay trasparencia cero. Por eso nos hicieron al costado y no nos dan recursos”, se quejó en una entrevista en La Nación.
La revelación de Caruso fue bancada por Ernesto Cherquis Bialo, conocedor como pocos de lo que pasa con la dirigencia del fútbol argentino. “La AFA hace negocios que alguna vez serán denunciados. Persigue y espía a miembros de Tribunal de Disciplina, desoye a los integrantes del tribunal de Etica y suscriben contratos que por lo menos deberían ser revisados y auditados. Es un antro que quedó del PRO. Tapia es un hombre del PRO. Mientras trato persigue, graba y aprieta”, declaró en C5N.
Al titular de la AFA también se le dividieron las aguas del frente interno porque su liderazgo se resquebrajó por algunas actitudes que generaron malestar en la dirigencia y arbitrajes escandalosos como el de Racing e Independiente que directamente lo enfrentaron con un viejo aliado como Pablo Moyano, ex cuñado de Tapia. “Creo que el penal lo cobró Tapia. Fue algo vergonzoso, el colmo del bochorno del fútbol argentino”, disparó caliente por el penal.
Muchos dirigentes que antes lo apoyaban incondicionalmente ahora lo miran de reojo y le cuestionan su “Grondonización” porque temen que sea una estrategia de Tapia para eternizarse en el poder, como Don Julio, que se mantuvo 35 años al frente de la entidad más importante del Fútbol Argentino.
Esa comparación con el estilo de Grondona, lejos de enaltecerlo lo pone a Chiqui Tapia en evidencia, porque más allá de los apoyos políticos y que los potenciales sucesores del eterno presidente de la AFA se desvanecieron por los escándalos de corrupción del FIFAgate. Chiqui Tapia no tiene ni la espalda ni la capacidad de conducción que tenía Grondona, quien en las adversidades podía disfrazar como unánimes las decisiones más complejas. En cuatro años Tapia ya tuvo demasiados temblores.
Su imagen comenzó a resquebrajarse el 5 de julio del año pasado cuando el periodista Jorge Lanata denunció que Tapia y sus dirigentes más cercanos habían realizado 23 viajes al exterior en aviones privados que le significaron a la AFA un costo cercano a 1.200.000 dólares. Según esa investigación, los viajes a Uruguay, Chile, Colombia, Perú, Brasil, Paraguay, Francia y España habían sido operados por la empresa Fyzar y entre los destinos figuraba Cabo Verde, un paraíso turístico que poco tiene que ver con el fútbol.
Este viaje puntual fue desmentido por Tapia mediante una presentación judicial alegando que jamás había estado en Cabo Verde. Según el informe, que denunciaba las irregularidades en el manejo de los viajes del titular de la AFA, también figuraban dos modelos: Yasmila Mendeguía y Andrea Cianchetta, situación que también fueron desmentidas por Tapia y sus aliados.
El año pasado, Tapia presentó ante un escribano público sus tres pasaportes para demostrar que no había ingresado nunca a Cabo Verde y uno de sus hombres de confianza, Pablo Toviggino, también mencionado en el viaje al paraíso exótico, sólo se expidió por Twitter ante el silencio corporativo del resto de la dirigencia. “Nunca interrumpas a tu enemigo mientras está cometiendo un error”, escribió en la red social.
El tema quedó bajo superficie por la pandemia, pero fue un llamado de atención para los miembros del Comité Ejecutivo. “Se maneja como si fuera Grondona, pero claramente no es Grondona”, le aseguró otro dirigente.
Si bien cuando asumió su primera presidencia Tapia había declarado que iban a tratar de imponer un nuevo estilo de conducción para diferenciarse de Julio Grondona, el mapa político de AFA fue tornándose cada vez más personalista, aquello que siempre se le criticó al “Ferretero” durante sus 35 años. Chiqui Tapia se fue mimetizando con esa manera de conducir ante los actos de traición o desplantes que ya sufrió Tapia en los primeros cuatro años de gestión.
Hay muchos casos de dirigentes que estuvieron como sus laderos en la primera hora y luego se fueron del otro lado del mostrador: quizás el más icónico sea el de Daniel Ferreiro, ex vicepresidente de Nueva Chicago, que fue el vocero oficial en los primeros dos años de gestión de Tapia. Ferreiro manejaba los medios, charlaba con dirigentes y se encargaba de "la rosca" dentro de la principal categoría del ascenso (la Primera Nacional) hasta que quedó afuera de las invitaciones a los viajes de los partidos de la Selección argentina en la Copa América de Brasil en 2019.
¿Quiénes respaldan y manejan junto a Tapia actualmente la AFA?
Por un lado, está claro que por ahora Tapia mantiene su buen vínculo con el Gobierno porteño, que lo ratificó como vicepresidente del Ceamse, y que tiene bajo la manga la carta de poder concurrir a la Conmebol o la FIFA ante una intervención gubernamental desmedida, algo que no está permitido por los estatutos de esos organismos.
La Liga Profesional, que él mismo acompañó en su creación, se presenta como un foco de conflicto porque se escudan aquellos que no comulgan con el modelo de gestión de "Chiqui" y que incluso tienen vínculos cercanos con el Gobierno nacional.
Entre los empleados, que siempre son los principales laderos en el día a día, hay tres personas de la absoluta confianza de Tapia y que manejan tres puntos clave de la gestión: Gustavo Lorenzo como gerente general; Luis Silva como gerente de Torneos (el que organiza todas las competencias); y Omar Souto, gerente de Selecciones nacionales.
Para el brazo político, en tanto, Tapia también tiene tres hombres de confianza, que igualmente quedaron en el centro de la escena en las últimas semanas, porque paradójicamente se ubicaron como posibles sucesores.
Pablo Toviggino es el responsable de controlar y acompañar las más 200 Ligas del Interior que están afiliadas a la AFA dentro del Consejo Federal. Como Secretario Ejecutivo, es la mano derecha de Tapia.
La otra pata está en el ascenso, que como bien decía Grondona, es uno de los principales bastiones para quien quiere gobernar la AFA. Se trata de Marcelo Achile, presidente de Defensores de Belgrano desde hace 25 años y quien encabeza la Mesa Ejecutiva de la Primera Nacional, la categoría más importante del ascenso.
"Yo soy un militante del peronismo de toda la vida. Soy albertista desde el primer minuto, siempre estuve del lado de Néstor Kirchner, Cristina y de Alberto. Si él me llega a pedir para que asuma en AFA lo evaluaré, con Chiqui Tapia somos amigos y recorrimos el mismo camino", dijo Achile hace algunas semanas en un programa radial.
Tapia llegó al poder por el peso que tienen los clubes del ascenso. Para blindarse con las adhesiones del ascenso profundo, el Chiqui le entregó su confianza a Javier "Pipo" Marín, vicepresidente de Acasusso (Primera B-Tercera División), quien está a cargo del Departamento de Desarrollo, básicamente el lugar donde ingresan los suculentos subsidios de FIFA y Conmebol para diferentes proyectos.
Marín supo ubicarse siempre en el entramado político de AFA y fue convocado por Tapia tras su asunción para articular las categorías más bajas del ascenso, sabiendo de la importancia y las necesidades de esos clubes, por su pasado en Barracas Central.
Los pasillos de AFA, que muchas veces hablan, afirman que en una hipotética nueva votación sería muy difícil sacar a Tapia por el grado de involucramiento que tiene entre los responsables de los comicios. Pero las voces disidentes crecieron y Tapia ya no genera la misma confianza que los clubes le depositaron cuando asumió su primera presidencia.
La Inspección General de Justicia tiene en sus manos el expediente que podría complicar a Tapia y en el Congreso, citado por Diputados de Juntos por el Cambio, están esperando que el mandamás de la calle Viamonte se presente a dar explicaciones por los contratos que otorgó entre gallos y medianoche y que podrían significar pérdidas millonarias para la AFA.
Tapia por ahora se mantiene en el sillón que supo ocupar Grondona. Pero lejos de la “unanimidad” que pregonaba el icónico dirigente argentino, el Chiqui se está quedando cada vez más solo.
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