Un nuevo estudio de la UCA reconoció que la nueva normativa cambió el consumo de la gente. ¿Cuáles son las categorías con mayores mejoras?
Por Canal26
Viernes 5 de Julio de 2024 - 21:00
Los sellos negros en los alimentos, que antes nos impactaban, ahora son algo normal en las góndolas de Argentina y la gente ya aprendió a convivir con ellos y utilizarlos para informarse.
A casi tres años de que sea ley, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, junto al Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA) y la carrera de Licenciatura en Nutrición de la UCA, hicieron un balance de los posibles efectos "reales" de la implementación del etiquetado frontal.
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En primer lugar, los quesos blandos, los medallones de cereales y las legumbres procesadas fueron las categorías de alimentos que mayores cambios tuvieron en su composición nutricional. Podría decirse, entonces, que lo que "ya no era malo, se puso mejor".
Hay alimentos que no suelen ser malos o prohibidos y que pueden tener algún sello por algún pequeño nutriente crítico que se dispare (probablemente el sodio).
Sin embargo, el primer dato fuerte es que el 89% de los alimentos que se estudiaron son alcanzados por al menos un sello de advertencia o leyenda precautoria, como por ejemplo las gaseosas sin azúcar, que contienen edulcorantes y no son recomendadas para niños/as y adolescentes.
Es por ello que su incidencia de consumo representó solo el 10% de la ingesta de energía y no más del 18% de la de nutrientes críticos en el patrón alimentario de la población de niñas y niños y adolescentes a partir de la micro base de datos de la 2da Encuesta Nacional de Nutrición y Salud.
La ley no abarca a lo no industrializado, por lo que se vende en panaderías, rotiserías y restaurantes, está liberado de los sellos.
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El estudio revela que casi el 75% de los niños y adolescentes no se vieron desalentados a consumir algún alimento por su etiquetado y eso aumenta en los hogares pobres.
En otras palabras, sólo un tercio de los hogares reconoce haberse visto desalentado en el consumo de ciertos alimentos a partir del etiquetado frontal; pero esa incidencia es aún menor en los hogares con niños/as y adolescentes y sube en los hogares sin niños/as.
En el caso de los hogares con niños/as y adolescentes, el etiquetado parece haber tenido un mayor impacto entre los no pobres, a medida que asciende el nivel socioeconómico, en quienes residen en la Ciudad de Buenos Aires y en el Conurbano Bonaerense.
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Según el "Estudio de opinión pública sobre la implementación de la Ley 17.642 de promoción de la alimentación saludable", publicado en diciembre de 2023, la Dirección Nacional de Abordaje Integral de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud informó que la respuesta de la opinión pública difirió mucho.
"El 53,7% de las personas encuestadas afirmaron conocer la ley y este porcentaje aumentó al 90,3% cuando se les mostraron los sellos de advertencia en los productos. Sin embargo, al consultar sobre los ejes principales, un porcentaje menor conocía la obligatoriedad de los sellos en los envases y la prohibición de venta y publicidad de productos etiquetados en las escuelas", ampliaron los expertos en el balance.
Por su parte, el 80% de las personas considera que la información del envase "es clara y simple". Además, "en personas de género femenino, entre 18 y 50 años y con mayor nivel educativo, el conocimiento y evaluación de la ley presentó mayores porcentajes de indicadores positivos".
En cuanto al principal objetivo de las etiquetas, que es concientizar, ¿qué pasa con el comportamiento de compra? En ese sentido, el informe indica que la intención de compra de productos con sellos disminuye "a medida que las personas prestan atención a la información y consideran la saludabilidad del producto" y que la mitad de las personas encuestadas prefiere elegir una alternativa de compra en caso de que haya disponible un producto sin sellos o con menos sellos.
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En conclusión, el informe afirma que tres de cada 10 personas se fijan en los sellos y que ellos desalientan el consumo de ciertos alimentos, lo que significa un gran avance que igualmente depende del nivel socioeconómico. Además, la adherencia de las infancias es menor, ya que es los hogares con niños y adolescentes se fijan menos en las etiquetas.
Cabe resaltar que, esta es la conclusión inicial, pero para ver un cambio de hábito efectivo de consumo habrá que esperar "unos tres años".
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