Las parejas pasan por diferentes etapas que en función de como se transitan pueden fortalecerse o marchitarse. Tips para afrontar los momentos más difíciles.
Este viernes, como todos los 20 de septiembre, se celebra en Argentina el día de los novios, en la víspera de la llegada de la primavera. Y si bien el enamoramiento del noviazgo es una sensación hermosa, el proceso de convertir esa semilla en una familia es largo y puede ser complejo.
La primera fase es la del enamoramiento, donde surge en todo su esplendor esa excitación emocional que vuelve todo color de rosas. Esa atracción hacia la otra persona que parece producto de un “encantamiento” mágico a través del cual esa pareja se percibirá como en aquel cuento de princesas donde todo es puro amor y felicidad sin que aparezcan contrapuntos de la vida real, como la cotidianeidad, las dificultades y diferencias, el trabajo y las obligaciones.
Toda la energía en esta etapa estará puesta en la prioridad número 1, mi amada pareja, y se verá a la otra persona como perfecta. No se percibirán ni las diferencias, ni los “defectos”, ni las cosas que después no nos gustarán de la persona elegida (“el amor es ciego”…). Es en este primer momento donde se configura una idealización del vínculo: se proyecta sobre el otro la película que uno mismo se hizo sobre el compañero/a ideal, esperando que el otro cumpla con esas expectativas. Hete aquí que el primer escollo aparece cuando el otro no responde a lo que se esperaba.
El problema es que entonces ese primer desencuentro parte de un equívoco: no queríamos conocer a alguien, sino encontrar alguien que cubriera las expectativas que teníamos. Y así es que nos enamoramos de nuestra idea de lo que queremos como pareja más que de la otra persona… pequeño gran equívoco que lleva a la desilusión. Ante esta frustración aparecen los primeros “berrinches” infantiles a través de los enojos y/o celos, algo así como un “no me gusta”, “no quiero”, “¡no mires a otro, prestame atención a mí!”. Nada más violento que un pataleo infantil en un cuerpo de adulto… una cosa son los impulsos de deseo adolescentes, la pureza infantil del puro amor, y otra bien diferente son los reclamos infantiles en un adulto.
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En el mejor de los casos, nos damos cuenta de que el otro es un Ser con sus más y sus menos, sus fortalezas y debilidades, sus cosas lindas y de las otras, ¡tal como lo somos nosotros! Porque muchas veces exigimos y reclamamos del otro una perfección que nosotros tampoco tenemos, pero la sabiduría en forma de tolerancia, paciencia, armonía y paz interior no suele venir en el envase de origen, generalmente no se llega en ese estado ideal al momento de formar una pareja.
Si somos conscientes de esto, podemos hacer un trabajo de introspección y reflexión personal para cambiar lo que sea necesario para ser una mejor versión de nosotros mismos, y así poder armar un vínculo amoroso lo más saludable posible. Solo si aceptamos que el otro es a quien elegimos, y no la persona que nos gustaría que fuera, podremos a partir de allí construir positivamente para adelante.
Siempre está la posibilidad de re-elegir o decidir no hacerlo. Nadie obliga a nadie estar con quien no quiere. Es responsabilidad de cada adulto su propio bienestar y felicidad. Obviamente que es más fácil culpar a otros por el propio sufrimiento pero habrá más chances de revertir cualquier malestar cuando cada uno de los integrantes de la pareja se haga cargo de su parte.
En las entrevistas de pareja suelo preguntar qué porcentaje de responsabilidad tiene cada uno en lo que les está sucediendo, y todos suelen otorgar mucho más del 50% a la otra parte, haciéndose cargo de apenas entre un 10% y 30%. Si cada uno se hace cargo de su cuota parte de responsabilidad para trabajar lo que le corresponda, dejando de esperar que la otra lo haga, habrá más posibilidades de reparar el vínculo. Nunca es responsabilidad total de una persona. El tango se baila de a dos, y el box también es de a dos. Si solo uno quiere pelear, no hay pelea.
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Cada integrante de la pareja llega con su propia película armada en función de valores, creencias y modelos aprendidos en su matriz de origen, son sus padres quienes le transmitieron una forma de estar en pareja. El modelo que se intenta construir de forma consciente muchas veces es en contraposición del conocido por sus propios padres: “en mi pareja no me voy a pelear como lo hacían mis padres”, “no voy a maltratar a mi pareja como lo hacía mi padre/madre”, pero el diablo suele meter la cola e inconscientemente solemos repetir aquello que hemos visto y padecido.
Por eso es importante estar advertidos de las “trampas” en las que podemos caer: por ejemplo, por no querer ser rígida como sus padres, de tan blanda y entregada que se presenta, no pone suficientes límites para que la respeten. Simplemente estar advertidos y observar cuando “sin querer” nos pasan cosas parecidas a las que les pasaban a mis padres o hacemos aquellas cosas que veíamos y no nos gustaban y terminamos haciendo cosas parecidas.
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Como si pasar de estar solo a compartir y vivir con alguien fuera poco, la situación se complejiza aún más si la pareja decide tener hijos. Las condiciones del vínculo de dos es una variable importante a tener en cuenta cuando se aborda esa importante decisión: no es lo mismo tener un vínculo saludable y armonioso que estar en crisis.
Así como hay parejas que elaboran claramente su deseo de ser padres planificando y acompañando el proceso desde la calma y el amor, también hay otras que en momentos de crisis buscan “resolverla” decidiendo tener un hijo. Aunque no hay situación ideal que garantice que las cosas salgan “perfectas”, los diferentes escenarios ofrecen mayores facilidades o dificultades para afrontar el desafío.
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Si bien tenemos culturalmente naturalizado que la mujer empieza a engendrar en su vientre un pequeño ser, creciéndole la barriga, entre otros cambios físicos y hormonales, esta situación no deja de ser un tanto des-estructurante, es decir que está por fuera de las estructuras conocidas desde las propias experiencias pasadas.
Tip: asumir y aceptar que eso sucederá es una forma de prepararse para lo que vendrá y cuando llegue el momento afrontarlo con la confianza de estar haciéndolo desde el corazón. El amor se irá transformando al tiempo que se vaya reconfigurando la dinámica dual en una familiar. El esfuerzo tiene retorno, ¡vuelve con felicidad!
Más allá del deseo de tener un hijo, la llegada de este preciado ser generará inevitablemente un reacomodamiento energético significativo. La mujer, a partir de ahora la madre, pasará a ocupar un nuevo rol en su vida pasando a tener la responsabilidad (compartida) por un nuevo ser, su hijo. El hecho de haberlo gestado en su vientre le habrá dado una conexión más cercana y directa no solo durante el embarazo sino también a partir del nacimiento a través de la lactancia.
La ligazón entre la madre y su hijo generalmente es más fuerte que con el padre al menos en los primeros tiempos. La mujer lleva la ventaja de empezar a sentirse madre desde el momento de la gestación con lo cual podrá entender y asumir antes su nuevo lugar; el hombre tendrá su “jet lag paterno”, o sea que le llevará algo más de tiempo llegar a ese lugar de padre.
Tip: visualizar en la previa todo lo lindo que puedan imaginarse, pero incluir también en el ejercicio de visualización aquellas situaciones que puedan generar dificultad o malestar los irá preparando para asumir los nuevos roles a ocupar.
Claramente este lugar lo ocupa el padre que se sentirá relegado o excluido por su mujer que dispondrá de su energía, tiempo y atención para el ser más vulnerable de la incipiente familia, que es quien más la necesita. La mirada que estaba puesta en su esposo se dirigirá casi por completo al pequeño bebé.
Será un sacudón fuerte para el hombre, que dejará de tener toda la atención de su esposa, ante lo cual deberá adaptarse a esa “soledad” por un lado y la asunción de un nuevo rol para su vida, el de padre. Una de las reacciones que pueden aparecer son los celos por sentirse desatendido y no saber cómo gestionar su nuevo lugar en esa novedosa y “loca” situación.
Tip: prepararse mentalmente para que esto suceda, será cuestión de tiempo acomodarse a la nueva situación. Importante empezar a elaborar antes del embarazo (o a partir del mismo) la idea de estar dispuesto a ceder ese lugar de la pareja y acompañar en el sostén y cuidado del bebé desde su lugar. Templanza y paciencia.
La diversión, la sexualidad, el ocio y el tiempo libre serán opciones para vivir y disfrutar con la pareja más adelante.
Tip: para ser padres hay que estar dispuestos a ceder unas cuantas cosas. Es importante saberlo y prepararse emocional y mentalmente para resignar tiempos y espacios personales. Pero tranquilos, que todo se reacomoda y todo llega. Es importante sentir que son un equipo cuya misión es cuidar al hijo producto de su amor y que si hacen buen equipo todo saldrá bien. ¡Ánimo y confianza que ya volverán a reencontrarse con más tiempo y energía disponibles para ustedes dos!
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