El centro de campaña del Frente de Todos fue escenario de emociones cambiantes; durante la jornada el oficialismo transmitía optimismo, pero los resultados modificaron el clima de modo drástico y se notó en la cara de los precandidatos y quienes acompañaban las listas.
Por Canal26
Lunes 13 de Septiembre de 2021 - 08:31
El Frente de Todos liderado por Alberto Fernández tras el resultado de los comicios, NA.
De las dudas a la euforia, y después a la sorpresa y el silencio. Así transcurrió el oficialismo la jornada de una elección que cerca del presidente Alberto Fernández definían como decisiva antes del domingo, y que se fue transformando de a poco en una pesadilla, con la inesperada derrota en la provincia de Buenos Aires que muestran a esta hora los datos oficiales y palizas electorales en distritos clave.
Teléfonos cerrados y la decisión de terminar con las exposiciones de los funcionarios fueron las dos reacciones inmediatas del oficialismo ante una derrota tan dura como inesperada. “No podemos hablar”, decían los pocos funcionarios que quedaban en el búnker de Chacarita luego de las 22. Uno de ellos hacía el gesto de haber recibido una cachetada en el rostro. El Presidente, finalmente, demoró un par de horas su llegada al búnker, al que Cristina Kirchner había arribado pasadas las 21. “Esperamos a Alberto, pero claramente no la esperábamos”, contó sin alegría una de las espadas que había llegado a festejar y quedó con los resultados atragantados. “Es un golpazo infernal, que claramente no vio nadie. ¿ Cómo la vas a hacer venir a Cristina acá si no?”, se preguntaba ante La Nación uno de los pocos oficialistas que seguía en el centro cultural a las 23, cuando la derrota estaba consumada y se habían esfumado las esperanzas de dar vuelta el resultado con los votos de La Matanza. Un rato después, el Presidente reconocería “errores” y aceptaría la derrota, en un discurso de solo ocho minutos y con la intención de levantar el ánimo de la tropa.
Durante la tarde, todo era expectativa en el búnker del Frente de Todos, en la recta final de la jornada de votación. Entre los funcionarios a cargo del operativo, con cara de póker y ansiedad indisimulable, circulaba una consulta prioritaria: “¿Tenes números?” consultaban, nerviosos, a los periodistas.
Todo pareció comenzar a cambiar luego de las 19, cuando el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, le puso horario a los primeros resultados (estarían alrededor de las 21, antes de lo anunciado) y los primeros referentes comenzaron a llegar al Centro Cultural “C”, junto a militantes y curiosos. “Victoria llega al 40 por ciento”, se exaltaban por lo bajo referentes cercanos al Presidente, mientras la directora del PAMI, Luana Volnovich; el ministro d Desarrollo Social, Juan Zabaleta, y la diputada Cecilia Moreau enfrentaban a las cámaras sin datos pero con rostros relajados y sin nervios visibles.
Mientras las pantallas del gazebo mostraban el festejo de Tolosa Paz junto a Máximo Kirchner y Axel Kicillof en la residencia del gobernador bonaerense (saltaban y se abrazaban), desde el Gobierno afirmaban que Tolosa Paz “saca lo que sacaron Scioli en 2015 y Cristina en 2017″. Destacaban la participación ciudadana y además se esperanzaban con la performance de Leandro Santoro en la Capital. Si bien reconocían que la ciudad de Buenos Aires seguirá siendo un bastión opositor, decían que Santoro le estaba dando pelea, en la individual, a María Eugenia Vidal. “Si saca 28 puntos, en esta ciudad, estamos satisfechos”, reconocía otro leal al Presidente”, aunque los resultados finales darían guarismos bastante por debajo de esa cifra. A las 22:45, con el 93% de las mesas escrutadas, Santoro tenían el 24,60% de los votos, muy por debajo de Vidal. “No llegó ni a los votos de (Daniel) Filmus”, lo fulminaba un oficialista desolado.
Los sondeos de boca de urna, muchos de incomprobable procedencia, circularon con velocidad por los celulares de funcionarios, voceros y allegados. Tal vez previendo una jornada negra, nadie quería anticiparse y festejar, aunque la ventaja que mostraban los boca de urna en la provincia de Buenos Aires coincidían con los números de las encuestas que, en el oficialismo y la oposición, tenían hasta el jueves pasado, cuando cerró la campaña.
Lo primero que se habilitó, a las 15, fue el área de prensa, un amplio gazebo ubicado a pocos metros de la entrada del Centro Cultural “C”, dónde se esperó durante varias horas la llegada del presidente Alberto Fernández y sus candidatos. Medialunas, gaseosas, agua y algunas frutas compusieron el catering que degustaron unos 300 periodistas acreditados, con el acceso prohibido al salón principal, reservado solo para cuatro fotógrafos más los invitados.
Frente al búnker de Chacarita se montaron también un escenario y otro salón VIP para funcionarios. Casi en la esquina de la calle Dorrego, y mirando hacia el centro de la ciudad, se erigía un escenario, preparado por si el Presidente u otro referente decidían hablarle a la militancia. No pudo ser.
Pasadas las 19.30 el ministro de Turismo, Matías Lammens, el senador Mariano Recalde y la diputada Cristina Alvarez Rodríguez fueron de los primeros en llegar a Corrientes al 6200. Mientras en la puerta se desplegaba el merchandising de remeras y gorritos con los rostros de Néstor y Cristina Kirchner, y comenzaban a llegar más militantes y dirigentes, el vocero Juan Pablo Biondi partía hacia Olivos a buscar al Presidente. Fue entonces cuando Cristina Kirchner llegó a paso acelerado para meterse en el amplio salón, con capacidad reducida a 500 personas por motivos sanitarios. Con números que hablaban de un triunfo que finalmente no se concretó, la candidata oficialista bonaerense Victoria Tolosa Paz, también llegó al búnker en silencio.
Sin saber lo que le esperaba, el Presidente había votado bien temprano en Puerto Madero y almorzó con Santoro en una parrilla del barrio porteño de Boedo. Dijo estar “muy contento y feliz” en una jornada de elecciones que “consolida la democracia”.
Horas después, en el escenario y con la vice a su lado, habló de “no bajar los brazos” y comenzar “mañana mismo” la tarea de reconstrucción. “No queda más que viento”, había cantado el fallecido Luis Alberto Spinetta, desde los parlantes de un centro cultural alelado por las malas noticias.
Fuente: Jaime Rosemberg para La Nación.
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