Pablo Kornblum
Volver a la "normalidad". Eso es lo que pretende lograr el gobierno que va a liderar próximamente Joe Biden. Bajo una discursiva cuidadosamente seleccionada, ya ha ilusionado a varios nostálgicos que sueñan con el regreso del orden neoliberal dirigido hegemónicamente desde Washington. Una "globalización armoniosa", en la que sus otrora aliados y potenciales nuevos socios trabajarían para sostener un "win-win" bajo el liderazgo estadounidense.
Para ello, la agenda de la política económica exterior estadounidense, complementando la ya compleja dinámica doméstica, se focalizará en algunas prioridades de corto plazo: desenhebrar las relaciones geoeconómicas con China, volver al multilateralismo amistoso con sus socios europeos, suavizar la presión financiera sobre el ‘eje del mal’ (Irán, Corea del Norte), y alcanzar algún delicado equilibrio para con el contexto socio-económico de los países centroamericanos proveedores de migrantes.
¿Lo relevante para quienes verdaderamente detentan el poder?
Mientras Biden desempolvó en su primer discurso la vetusta y oxidada retórica del enfrentamiento entre el "legado democrático" estadounidense versus los autoritarismos de China, Rusia o mismo Cuba - meramente para satisfacer a su mayoritario electorado que cree todavía en los Estados Unidos como "faro que guía al mundo libre" -, el establishment del capital concentrado se regodea pensando en un regreso al liberalismo económico que lo habilite a potenciar sus negocios con aquellos Estados más autoritarios y/o paternalistas, donde – bajo cierta eficacia y suficiencia - la lógica la acumulación de capital ha sido claramente más acelerada.
En nuestra región, podemos afirmar que el escenario económico no variará en demasía en relación a lo que muestran los libros de historia. Los que sostengan con mayor cariño y empeño el Consenso de Washington con rostro sudamericano – principalmente los miembros de la Alianza del Pacífico -, continuarán con ciertos privilegios a la hora de pensar en la profundización de las relaciones bilaterales pro mercado (por supuesto con las carencias socio-productivas que ello conlleva). En contraposición, al mayor escepticismo con el más reacio Mercosur, se le adiciona un novedoso pragmatismo racional latinoamericanista (Argentina + México + Bolivia) que pretenderá un mayor diálogo de "igual a igual", pero que lejos estará de generar cambios económicos estructurales. Eso sí, la mirada de los halcones de Washington se centrará en las dinámicas socio-económicas domésticas con derivaciones inusitadas; no sea que inoculen y/o incrementen, bajo un esquema de "nueva guerra fría" a lo Venezuela, a actores estatales y no estatales indeseados para con los intereses estadounidenses.
Nada va a cambiar, al menos en términos sustanciales (léase nuestra Balanza de Cuenta Corriente históricamente negativa), para la Argentina. ¿Podemos achacarle a nuestro principal proveedor de Inversión Extranjera Directa y tercer socio comercial que son ‘Fans’ de la remisión de utilidades o los aranceles/subsidios? Puja de intereses interestatal capitalista, my friend, dirían desde el norte del Rio Bravo. ¿Nuestra usual respuesta? Algunos ciclos gubernamentales con mayor control de capitales, frecuentes devaluaciones derivadas de la estructuralmente deficitaria escasez de divisas, algo de "relaciones carnales" de algún gobierno nostálgico de la Doctrina Monroe (aunque en la actualidad es imposible – y altamente contraproducente - ponerle un buffer de contención económico al gigante asiático). No sería de extrañar el vivenciar un popurrí ‘light’ de todo ello en el corto y mediano plazo. No mucho más.
Ahora bien, de la esperanza vive el hombre (sobre todo para esperar con ansias la ‘lluvia de dólares’). ¿Podría haber algún ‘coletazo’ positivo indirecto, como por ejemplo el pensar en la potencial suba de los precios de la soja y del etanol, consecuente con un presidente electo pro combustibles alternativos? Es plausible. ¿Es lo que más le importa a nuestro gobierno? Difícilmente. Ahora es el turno de que nuestra cintura política y la suerte, que siempre es necesaria y suele escasear en la arena internacional, logre que el accionista mayoritario del FMI le dé una palmada en la espalda a los técnicos del directorio para que tengamos la mayor flexibilidad posible – una patriada difícil bajo el Acuerdo de Facilidades Extendidas - a la hora de negociar los requerimientos de prudencia macroeconómica, ajuste fiscal, inflación controlada. ¿Otro pedido de auxilio financiero? Improbable en el corto plazo con el binomio Fernandez-Biden. Solo resta esperar que la keynesiana Janet Yellen, con la maquinita de imprimir en mano, incremente los estímulos monetarios y mantenga los tipos de interés bajos por un par de años para que podamos aprovechar el diferencial de tasas y un mundo más amigable para con el crecimiento económico y los intercambios.
Para concluir, el enorme dramaturgo y político francés Víctor Hugo, sostenía que “La utopía es el porvenir que se esfuerza en nacer. Mientras que la rutina es el pasado que se obstina en seguir viviendo”. Mientras esto último pareciera será el fiel reflejo de lo que ocurrirá a partir del próximo Enero en los Estados Unidos, desde el sur del continente esperemos que, de una vez por todas, el idealismo le gane la batalla a la historia rutinaria y doctrinaria de una relación bilateral que se perpetuó como un lastre para con el desarrollo socio-económico equitativo e inclusivo para nuestras empobrecidas mayorías.
Pablo Kornblum es Economista y Doctor en Relaciones Internacionales. Autor del Libro “La Sociedad Anestesiada. El sistema económico global bajo la óptica ciudadana.”
Twitter: @KornblumPablo
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