Máximo Kirchner.
Por Sebastián Dumont
Con las esquirlas de la bomba aún dispersas, la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados oficialistas requiere una atención política más allá de la excusa formal del portazo. Es una jugada más profunda que aún intentan entender en el peronismo bonaerense que el hijo de Cristina Kirchner preside desde diciembre. Tal como se adelantó, la composición de las coaliciones mayoritarias del tablero político van camino a sufrir alteraciones.
Hasta aquí, quienes se han expresado públicamente, como Fernando Gray y quienes lo han hecho en privado, se mostraron más cerca de la postura de Alberto Fernández, al que ilusionan en su entorno con la oportunidad más concreta de alumbrar el “albertismo” que hasta ahora anidó en las mentes de un grupo de dirigentes que lo acompañan desde el 2017 cuando enfrentaron a Cristina Kirchner con Florencio Randazzo como punta de lanza. “Si no nace ahora, el albertismo no nace nunca más” sostienen al tiempo que asoma como clave el rol de Sergio Massa, potenciado en la última semana. Primero como gestor del acercamiento con el FMI y ahora como garante del equilibro en la Cámara Baja. También será de suma importancia el juego de lo gobernadores.
El filósofo argentino Alberto Buela alguna vez describió al Kirchnerismo como “hacedores de lo mínimo”. Máximo Kirchner va camino a seguir ese concepto. Su llegada a la presidencia del PJ bonaerense - aún cuestionada en la justicia - persiguió, entre otras cosas, un objetivo. O, al menos, así lo explicaron en aquel entonces. Asumir la titularidad del partido en la provincia era la oportunidad de mostrarlo como el conductor de un espacio más amplio que La Cámpora. No cerrarlo sólo a la organización de ex jóvenes convertidos, casi todos, en funcionarios estatales.
Ahora con su dimisión, complica a quienes lo ungieron en el podio partidario. Los obliga a tomar postura. La pregunta que se hizo en un carta Fernando Gray se traslada a todos los integrantes del PJ. “¿Se expresa el pensamiento del peronismo bonaerense o solo el de La Cámpora?”, interpeló el jefe comunal de Esteban Echeverría. Los consultados por este medio expresaron su acuerdo a llegar a buen puerto con el FMI. Aunque sea tragarse un sapo.
Máximo se reduce a lo mínimo. Apuesta con su maniobra a sostener un electorado duro con un discurso más de izquierda que propio del peronismo. No es casual el beneplácito que arrojó el Frente de Izquierda para con su actitud. ¿Sorprende? Para nada. Los memoriosos recordarán, por ejemplo, su exaltación al sindicalista Agustín Tosco en detrimento de José Ignacio Rucci. Eran señales que había que tomar con más seriedad.
Distintas voces del oficialismo insisten que es el momento de hacer los máximos esfuerzos para conservar la unidad de la coalición. Hay opciones. Si Alberto Fernández se decide, se apoya en Sergio Massa y los gobernadores del peronismo, puede reducir al kirchnerismo a una expresión minoritaria con asiento en el conurbano, sobre todo en la tercera sección electoral. Quizá sea el momento de rediseñar el actual esquema donde reina la horizontalidad por sobre la verticalidad, en un movimiento que no entiende otra manera de ejercer el poder. Lo mismo, de alguna forma, le sucede a Juntos por el Cambio.
Máximo Kirchner inaugura el comienzo de un proceso que estaba en ciernes. Se trata de las nuevas formas que irán adoptando los frentes políticos. Parece ser prematura y poco responsable la aceleración de los tiempos, como si hubiera actores políticos que pudieran salir indemnes de una explosión de magnitudes aún desconocidas.
El 8 de diciembre pasado, en este mismo medio se escribió lo siguiente: “El jefe de Estado (Alberto Fernández) encontró en la derrota la posibilidad de desempolvar el nacimiento de su propio liderazgo. Por ahora, a medias. No quiere y no puede prescindir de la decisión política sobre la coalición que ejerce Cristina Kirchner. Incluso en la determinación más importante que moldeará el futuro del actual gobierno y del Frente de Todos que es el acuerdo o no con el Fondo Monetario Internacional”. Pues bien, ese momento parece haber llegado. Máximo Kirchner ha dado el paso clave para comenzar a cincelar la nueva fisonomía del Frente de Todos, que quizá ya no pueda incluir, justamente, a todos.
Alberto Fernández vuela a Rusia, China y Barbados. Cristina Kirchner, por ahora en silencio, asume el Poder Ejecutivo. La tensión va en aumento. La mayoría de la sociedad argentina observa, atónita, como la dirigencia sigue en sus cuitas lejos de los problemas que la aquejan.
La principal víctima, una vez más, es la Argentina.