El presidente electo necesita a todos. Sergio Massa busca mostrarse como el interlocutor. Mientras que la transición bonaerense, a cargo de Axel Kicillof, parece que, al final, va mejor que la nacional.
Sergio Massa, Axel Kicillof y Alberto Fernández, AGENCIA NA
Con la mayor parte de su tiempo enfocado en la crisis de Bolivia, Alberto Fernández dio señales en estos días de cuales serán los ejes de su gestión en dos aspectos fundamentales: la relación con el sindicalismo y los movimientos sociales.
A ambos sectores les prometió que serán parte de su gobierno aunque no detalló la forma y el cómo. Al menos públicamente. La representación gremial se han visto en estos últimos años cuestionada por el despliegue callejero de las organizaciones que representan desocupados y trabajadores informales. En tanto que las estructuras tradicionales ligadas a la CGT lo hacen con los trabajadores formales o en blanco.
En el medio de ellos hay una variedad de organizaciones que han ganado terreno a la luz de la división de los otros. Todo ello no es menor para entender las semanas que vienen en el Gran Buenos Aires, donde se preparan, como todos los diciembres desde el 2001, tratar de contener la posible conflictividad social producto de una economía sin mejoramiento veloz ni magia como expresó el próximo presidente de los argentinos.
Alberto Fernández se reunió con el obispo de Lomas de Zamora y titular de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, Jorge Lugones. Allí estuvieron los representantes de los movimientos sociales, los mismo que se corrieron de manera transitoria de las calles a pedido de Alberto Fernández. Pero que al mismo tiempo advirtieron - vía Juan Grabois- que la paciencia no será infinita. “Lo que viene es el gobierno de todos ustedes, no de Alberto y de Cristina, vamos a resolver las cosas juntos”, manifestó el presidente electo, y aseguró que “la economía popular llegó para quedarse.
Lo escuchaban Emilio Pérsico (Movimiento Evita), Esteban Castro y Gildo Onorato (CTEP), Juan Carlos Alderete, (Corriente Clasista y Combativa), Daniel Menéndez, Néstor Moccia y José Oscari (Barrios de Pie), Juan Grabois (Movimiento Trabajadores Excluidos), entre otros. Cada una de esas movimientos crecieron durante el mandato de Macri producto del aumento de la asistencia social. Y hace tiempo se convirtieron en Estados paralelos, sobre todo en el Conurbano. Será justo decir que esa forma se la dio Néstor Kirchner quien encontró, vía esa metodología, un aspecto más para limar el poder omnipresente de las Barones.
Ahora, a pocos días de la llegada de fin de año, se le hace imprescindible al nuevo presidente controlar la calle y los barrios. Y para eso los necesita a todos. Los intendentes ya advirtieron el refuerzo de asistencia alimentaria que, de todas maneras, vienen haciendo hace tiempo para evitar desbordes. Nunca fue cierto aquello que a un jefe comunal le conviene, por motivaciones políticas, que se desmadre la situación social. Mucho menos ahora. De todas formas, los titulares abundan para nombrar a los métodos que se seguirán aplicando en función de la contención social.
En ello la Iglesia cumple un rol fundamental donde sus sedes de Cáritas en el Gran Buenos Aires son un centro de recepción de demandas cada vez más pobladas. Lo mismo sucede a la noche en las panaderías barriales donde se forman filas para llevarse lo que al día siguiente no podrá ser vendido. No es menor el vínculo de alguno de los movimientos sociales con los representados por Francisco. El Papa desde Roma ha sido clave en todos estos años en un rol central. Habrá que hurgar en las conversaciones con Cristina Kirchner siempre tendientes a bajar los decibles de la ex presidente. De allí que muchos sostengan su influencia para lograr la unidad del Frente de Todos.
Alberto Fernández hace equilibrio con todos los sectores a los cuales deberá dar respuesta en lo inmediato pero con escaso material para repartir. Por eso no en vano dice las cosas que dice. Una demostración cabal de ello es que en un mismo reportaje consideró que Sergio Massa y Máximo Kirchner podrían ser presidentes de Argentina en el futuro. Sabe que la construcción del hijo presidencial se hará en la provincia de Buenos Aires donde Axel Kicillof deberá lidiar con esa realidad. En avance limitado de La Cámpora en los distritos provocó que ahora muchos busquen su lugar en la administración provincial. La Cámara de Diputados es uno de esos sitios por eso suena tanto el nombre de Facundo Tignanelli para presidirla. El joven es de la Matanza, pero sobre todo muy ligado a Máximo Kirchner. Allí la puja sigue abierta. Lo mismo que para el resto de los cargos.
Sergio Massa busca mostrarse como el interlocutor de los intendentes con el gobierno provincial y mantiene relaciones con los alcaldes pero no en el mismo nivel de confianza. Hay particularidades. No fue menor el gesto que tuvo días atrás cuando enfrentó a la cámaras de televisión y le cedió la entrevista al intendente de Merlo Gustavo Menendez. Allí hay un vínculo para seguir de cerca en el reparto del poder que viene.
La transición bonaerense parece que, al final, va mejor que la nacional. Sin demasiadas estridencias las reuniones se llevan adelante. Este jueves, será el encuentro del área de educación donde participa del equipo de Axel Kicillof, Federico Thea y Agustina Vila. Lo mismo será para Secretaría General. Las miradas apuntan también al área económica donde el número puesto parece ser Augusto Costa quien ha comenzado un recorrido por el conurbano presentando su libro “todo precio el político”. Platea ideal para dar pistas sobre cual es la mirada sobre el rol del Estado y su intervención en la economía y la producción. El viernes estuvo en la Universidad de José C. Paz que dirige el propio Thea. Allí contó, entre otras cosas, la sorpresa de escuchar de boca de bonistas e inversores proponer las mismas soluciones ahora que en su momento llevaron a la situación actual. “No hacen ninguna autocrítica”, sostuvieron sin antes dejar un mensaje alentador sobre los tiempos que vienen. “Todos los sectores han tomado conciencia del estado de gravedad y ello quizá permita que se pueda avanzar en soluciones”.
Las dudas se ciernen aún en el área de seguridad bonaerense. Es muy poco lo que se conoce de los planes de Axel Kicillof. Sin embargo, un nombre comenzó a circular en las mesas políticas bonaerenses. Se trataría de Juan Martín Mena, ex señor ocho de la AFI, cercano a La Cámpora pero sobre todo con lazos en la antigua conducción de la Bonaerense que llevó adelante Hugo Matzkin.
La policía más grande del país desde el 10 de diciembre tendrá otro jefe. Su actual, Fabian Perroni se retira con múltiples elogios de Cristian Ritondo, quien a su vez fue el más ponderado por María Eugenia Vidal en la reunión de despedida del gabinete ampliado.
Algunas particularidades del encuentro marcan que la gobernadora resaltó, además de a Ritondo, el trabajo de Federico Salvai y del ministro de asuntos públicos Federico Suárez de quien expresó haber sabido interpretar lo más difícil para comunicar que era el espíritu de las medidas que fueron tomadas. En sorna, algunos presentes decían: “menos mal que las interpretó bien y perdimos por 15 puntos, qué hubiera pasado si además las interpretaban mal”. Síntomas de tensiones que afloran cuando las cosas no salen. “Ahora en la derrota se verá de que madera está constituido cada uno de nosotros”, arrojó Vidal. Las miradas se cruzaron y fue inevitable no referirse al reciente tuit del ministro de Gobierno Joaquin De La Torre. Habría que haber desdoblado la elección. Ahora es demasiado tarde. Las fugas, lentas, ya comenzaron.
*Por Sebastián Dumont
Periodista de Canal 26
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