Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner
Los berrinches y las críticas escuchadas estos días tras la división del bloque radical en la Cámara de Diputados ponen, en escena, una realidad contundente: La política argentina atraviesa un claro momento de transición. El problema no es el radicalismo al que se lo juzgó con una vara distinta de lo que han hecho otros diputados que llegaron por la oposición tras las elecciones del 14 de noviembre. El proceso se explica porque han desaparecido los liderazgos capaces de guiar y ordenar. La ausencia de conducciones claras que prevalezcan es una característica de este tiempo. La escena dominada por Cristina Kirchner y Mauricio Macri de hace unos años no cuenta con la misma intensidad, pero no termina de fenecer. No está claro aún si hay actores que puedan ocupar esos roles en el futuro inmediato. Por tal razón, se transitará un tiempo donde la “horizontalidad” se impondrá a la “verticalidad” en la que, guste o no, siempre se ha sentido más cómoda la sociedad política argentina.
Las consecuencias de estas características se están observando en el desorden con el que se “ordenan” los bloques legislativos. Tanto a nivel nacional como provincial. Incluso en los municipios sucede algo similar. Las voces que propalaban como una traición a los votantes de Juntos por el Cambio porque el radicalismo se partió en dos dentro de un mismo interbloque, no califican igual a otras acciones similares. La forma en que se armaron las listas producto de internas en Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fé se lo vio como un acierto electoral de la oposición, pero ahora se critica que busquen mantener la lógica que antes los enfrentó en las PASO. En ese entonces los ordenó la idea de llegar al poder, la misma que rige ahora para su futuro. No fue producto de la decisión de una conducción clara que los llevara a esa determinación. Entonces, ¿Por qué pensar que iban a seguir unidos?
En el Frente de Todos la situación fue la inversa. Se decidió no abrir las PASO para competencias internas acatando la decisión de Cristina Kirchner y sus más cercanos para no desafiar ese liderazgo. El resultado puso en crisis si lo que era sigue siendo. De allí que muchos jefes territoriales se comenzaron a preguntar la conveniencia de seguir aceptando sin chistar el dedo de Cristina. La primera respuesta la dio Alberto Fernández tres días más tarde de las elecciones cuando prometió elecciones internas para todos. El Jefe de Estado encontró en la derrota la posibilidad de desempolvar el nacimiento de su propio liderazgo. Por ahora, a medias. No quiere y no puede prescindir de la decisión política sobre la coalición que ejerce Cristina Kirchner. Incluso en la determinación más importante que moldeará el futuro del actual gobierno y del Frente de Todos que es el acuerdo o no con el Fondo Monetario Internacional.
El mensaje de Cristina Kirchner al presidente fue muy claro. El que tiene la lapicera es él, pero eso no lo convierte en el líder del espacio político. De cómo use ese instrumento dependerá la manera en que subsista o no la actual forma de la coalición oficialista.
La horizontalidad política tiene estas cosas. Nadie dentro de un sector puede prevalecer de manera contundente sobre el otro como para guiar en todas decisiones. El oficialismo se asienta en tres sectores muy claros: El presidente, la vicepresidente y el titular de la Cámara Baja Sergio Massa - electo por unanimidad, dato no menor porque logró un momento de verticalidad entre tanta horizontalidad- . Ninguno se impone sobre los otros. Es la característica del presente oficialismo nacional con derivaciones hacia abajo.
Lo mismo sucede en Juntos por el Cambio. La figura de Mauricio Macri no alcanza en como aglutinante ineludible. Su lugar lo busca ocupar Horacio Rodriguez Larreta apelando más a seducciones materiales que a empatía política. Por ahora no le alcanza. La demostración mas cabal se vivió esta semana con el desafío de Elisa Carrió y el episodio del radicalismo. Habrá nuevos capítulos en el tránsito hasta el 2023.
Por eso, en la percepción de la verticalidad en la conducción política, se torna tan importante para los intendentes lograr la posibilidad de un nuevo mandato que la ley no se los permite. Los territorios son la clara muestra dónde no se permite atomizar el poder. Allí no funcionan las colaciones ni la idea de “democracia parlamentaria”. El título de barón no se comparte. Se ejerce o se delega temporalmente. Cederlo es sinónimo, a la larga o corta, de perderlo. De ser desafiados por sus propias creaciones. Aunque sean de la familia.
Por estas horas se ven ejemplos muy claros. La ley votada en 2016 está lejos aún se ser modificada. Tanto en el Frente de Todos, mayormente el Frente Renovador, como en el PRO se resisten a cambiar lo que ellos mismos votaron. Mientras tanto, los jefes comunales que transitan su segundo mandato desde el 2015 comenzaron su éxodo. Muchos de ellos recalan en otros cargos nacionales y provinciales. Otros podrían sumarse en los próximos días, pero mientras tanto piden licencia para no quedar en falsa escuadra ante un “regalo” que les dio Maria Eugenia Vidal en 2019 cuando reglamentó la ahora cuestionada ley. El articulo 1 es el que por ahora le da la chance de abrir una puerta para volver a presentarse en 2023.
Este jueves asumen los legisladores provinciales que, de existir la voluntad, podrían abordar el tema con proyecto presentados y una reciente resolución judicial a partir del planteo que hizo la concejal de Malvinas Argentinas Carina Pavón, del oficialismo local. El juez en lo contencioso administrativo de San Martín Jorge Aníbal Ocampo, promovido por el entonces líder de Tres de Febrero Hugo Curto, hizo lugar a una medida cautelar sobre el articulo 7 de la ley, pero aún no resolvió sobre la cuestión de fondo. Por ahora rige sólo para la edil. Pero es una puerta que se abre.
La puja por conformar los bloques y la conducción de ellos en la futura legislatura bonaerense es otra muestra de este tiempo político. En Juntos, la jefatura en la Cámara Alta se tensa porque no está claro quién manda en la coalición. Y así en otros aspectos. En el oficialismo pasa lo mismo en Diputados mientras que en el senado será Teresa García, quien viene de dejar el gabinete de Axel Kicillof. Un elenco que tendrá variantes en las próximas horas.
La horizontalidad llegó hasta el despacho del gobernador quien con su manera de manejarse fue gestando el enojo de peronistas tradicionales y, sobre todo, de Máximo Kirchner. En La Plata suelen poner un ejemplo: “Si Máximo pedía algo, querían que llame Cristina Kirchner para refrendar el pedido. Cuando esto pasada, si la solicitud era un vaso de agua, le daban uno por la mitad. En algun momento, la política te pasa factura”. ¿Qué política? ¿La misma a la que Kicillof llama para que no pidan favores indebidos a proveedores del Estado? Final abierto.
*Por Sebastián Dumont
Periodista de Canal 26
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