El futuro de Venezuela es incierto bajo un régimen represivo, mientras la oposición y la comunidad internacional luchan por una salida democrática que parece cada vez más lejana.
Hace un mes se realizó la votación presidencial en Venezuela. Insisto en llamarlo votación y no elección, ya que a los venezolanos no se les dio la posibilidad real de elegir, sino que fueron obligados a votar bajo condiciones extremadamente restrictivas.
Es necesario recordar algunas de las irregularidades que marcaron este proceso, como la imposibilidad de que millones de venezolanos en el exterior emitieran su voto y la doble restricción que impidió a los candidatos de la oposición -surgidos de internas- a presentarse, debido a la prohibición que les opuso el régimen. A esto se suman innumerables obstáculos para llevar adelante una campaña electoral legítima.
El proceso culminó de manera abrupta cuando el Consejo Nacional Electoral, controlado por el gobierno, declaró a Maduro como vencedor, sin ofrecer pruebas concluyentes. La historia se repitió, pero esta vez la oposición difundió las actas a través de una página web, mostrando un resultado muy diferente al informado oficialmente.
Lo que inicialmente parecía un avance de la oposición, capaz de abrir nuevas oportunidades para Venezuela, pronto se desmoronó debido a los “errores” de los países mediadores, como Brasil y Colombia. Estos, con sus torpes intervenciones, condujeron al país hacia una repetición de viejos patrones de enfrentamiento entre el régimen y quienes buscan una salida democrática.
En esta lucha, la represión, el asesinato, la persecución y el encarcelamiento, utilizados como instrumentos del Estado, juegan un papel clave.
En un reciente video, María Corina Machado reconoció que, aunque el núcleo del poder se ha reducido a unas pocas personas, ellas siguen controlando las armas. Con un tono que intentaba restar importancia a este hecho, lamentablemente señaló que el poder de las armas sigue siendo crucial en la lucha por la libertad del pueblo venezolano.
Durante estos días, a través de organismos de control que responden únicamente a sus intereses, el régimen ha implementado medidas que dirigen el esfuerzo opositor hacia un callejón sin salida.
Simultáneamente, hemos sido testigos de los resultados de negociaciones internacionales que han influido negativamente en la situación actual de Venezuela. En el pasado, la comunidad internacional fracasó al no lograr una respuesta unánime y al implementar estrategias ineficaces. Ahora, los países de la región, que supuestamente tenían el liderazgo para buscar una solución, solo han contribuido a hundir cualquier posibilidad de éxito.
Después de múltiples idas y vueltas, Brasil y Colombia propusieron nuevas elecciones, ignorando todo el esfuerzo realizado por la oposición venezolana en condiciones de total desventaja. Además, descartaron los resultados de un sistema de votación electrónico que, en teoría, todos consideraban inviolable.
Lula, quien inicialmente calificó el proceso como “normal”, propuso nuevas elecciones. Al ser rechazadas tanto por el régimen como por la oposición, cambió su postura y criticó la falta de transparencia del Consejo Nacional Electoral. Sin embargo, esta reacción llegó tarde y fuera de tiempo, afectando gravemente la situación.
Estas actitudes, guiadas por intereses personales y no por la realidad, son las que han condenado a Venezuela y a otras naciones en el pasado. Las dictaduras, sean de izquierda o de derecha, siguen siendo dictaduras.
Por esta razón, la región no estuvo a la altura de la situación. Este "error", si se puede llamar así, no solo pone en riesgo una salida democrática para Venezuela, sino que también compromete la respuesta a futuras crisis en la región.
En las últimas horas, el régimen ha intensificado las detenciones de allegados a María Corina Machado. Esto plantea la preocupación de que pronto podrían arrestar al candidato presidencial Edmundo González Urrutia.
En el último acto de la oposición en Caracas, ya no se habló de miles de personas, sino de cientos. El candidato presidencial de la oposición no se presentó, probablemente por temor y como estrategia para evitar su detención. No pretendo juzgar personalmente esta decisión, pero es importante reflexionar sobre lo que significa que uno de los políticos más conocidos del país no pueda marchar en favor de la transparencia electoral. Si él no puede, ¿qué le espera a un ciudadano común que sabe, por muchos ejemplos desde hace un mes, que su vida está en peligro?
No cuestiono el valor de estos políticos en todo este proceso, sino el escaso margen de maniobra que les queda ante la creciente violencia ejercida por el régimen. Incluso María Corina Machado, en un acto público, pidió a los militares que respeten la Constitución y el voto ciudadano, y que desconozcan a sus generales. Este llamado a desafiar a la cúpula que controla las armas es un reflejo de la desesperada situación en la que se encuentra la lucha por la libertad en Venezuela.
En todo este tiempo, que parece eterno pero ha sido solo un mes, una de las especulaciones era que, ante la abrumadora evidencia del fraude electoral y la oposición en las calles, militares de menor rango, con familiares entre los manifestantes, decidieran romper con el cerco que impide una salida a este ciclo que ha condenado a Venezuela por años.
Mientras escribo este artículo, Venezuela está a oscuras debido a un corte masivo de electricidad. Como en ocasiones anteriores, el gobierno culpa a un supuesto intento de golpe por parte de Estados Unidos, sin reconocer que, al igual que la industria petrolera, toda la infraestructura energética del país ha quedado destruida.
En estas horas, la situación es aún más difícil tanto para los políticos que lideran la demanda de cambio como para la población, que, pese al miedo, sigue mostrando su descontento frente a las medidas represivas del régimen de Maduro.
Lo impredecible siempre puede ocurrir, es cierto, pero el poder de la fuerza y la falta de liderazgo regional para ayudar a Venezuela a salir de la crisis parecen empujar al país, una vez más, hacia un callejón oscuro, donde solo unos pocos tienen el poder de ver en la oscuridad. Algo muy diferente a tener luz.
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