El mundo mira a Gaza, Ucrania y Oriente Medio, mientras Estados Unidos, Rusia y China no dejan de acomodarse en la región balcánica.
Mientras la mayoría de las miradas se posan en Gaza, Ucrania u Oriente Medio, se han vuelto a mover algunas fichas importantes en un escenario algo olvidado, pero no por eso menos relevante: los Balcanes. Esta región, es sabido, ha sido testigo de diversos conflictos a lo largo de su historia.
Para comenzar, Serbia –país que acaba de reinstaurar el servicio militar obligatorio- firmó un acuerdo de libre comercio con China que, más allá del aspecto comercial, significa un ingreso concreto e importante del gigante asiático en la región. Esto provocó recientemente una respuesta desde Europa, con Alemania a la cabeza, que presionó para que sus empresas puedan explotar el litio serbio y “reducir la dependencia de China”.
La relación serbio china implica también un punto esencial: Beijing asienta su influencia sobre un país históricamente protegido por Rusia, fundamentalmente desde la sangrienta disolución de Yugoslavia y sus guerras sucesivas. Cabe preguntarse: ¿desde Moscú verán con buenos ojos este acercamiento? ¿rusos y chinos juegan en tándem o hay un avance de Beijing sobre áreas en las que Rusia todavía ejerce cierta influencia?
Casualidad o no, algunos elementos de alto riesgo para el desarrollo de los negocios se agitan muy cerca, más precisamente en Bosnia y Herzegovina. Es que este país posee una estructura bastante compleja y de difícil comprensión: tras el conflicto que significó su aparición definitiva como Estado independiente, se firmaron unos acuerdos que dejaron dentro del territorio bosnio población étnicamente serbia y cristiana, que ahora amenaza con separarse del Estado que la contiene.
¿Quién fue el garante de los acuerdos que aseguraron la existencia de Bosnia y Herzegovina? Sí, Rusia. ¿Es a pesar o con el aval de Rusia que los serbios que viven en Bosnia y Herzegovina quieren separarse de ese Estado? Porque se estarían violando los acuerdos firmados, y el garante debería hacerlos cumplir. Si una parte de la población de Bosnia decide presionar para separarse y unirse a Serbia, ¿estamos a las puertas de un nuevo conflicto balcánico?
Para China sería un problema: tiene pensado hacer grandes inversiones en Serbia y en la región en general, a la que le otorga gran importancia como parte de su proyecto de La Nueva Ruta de la Seda con el que pretende unir China con Europa. Un conflicto en los Balcanes, sumado a los que ya se desarrollan en Ucrania y Medio Oriente, dejaría pocas alternativas a la expansión de la ruta. De mínima, un obstáculo difícil de sortear.
Tampoco han de olvidarse las tensiones, ya crónicas, en Kosovo. Reclamada por Serbia como parte íntegra de su territorio, pero independiente de facto, siempre es escenario de escaramuzas y roces que en cualquier momento podrían conducir a hechos de más gravedad.
Es justo en Kosovo donde Estados Unidos mantiene una de sus bases militares más grandes fuera de su territorio. De hecho, hace poco Williams Burns, director de la CIA, visitó Kosovo, además de Serbia y Bosnia.
Cuando los intereses de las grandes potencias confrontan en los Balcanes, todo suele terminar mal. ¿Seguirán siendo garante de la paz o vector de un nuevo foco de inestabilidad global?
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