El neorrealismo italiano surgió en un momento crítico para Italia, que había experimentado la caída del régimen fascista de Mussolini. La devastadora guerra no sólo trajo consigo nuevas realidades sociales y económicas, también impulsó un nuevo género cinematográfico.
En los desoladores años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Italia se encontraba en un estado de profunda transformación social, económica y política. Las consecuencias de la ideología fascista provocaron, sin quererlo, una revolución en la concepción del cine, dándole vida a un nuevo género disruptivo que acabaría con los típicos "finales felices": el neorrealismo italiano.
Si bien la escena cinematográfica italiana contaba con cientos de directores de renombre, la mayoría inspirados en los modelos estadounidenses propios de la "época dorada de Hollywood", ninguno lograba retratar las nuevas realidades del período de posguerra: la inmigración, el hambre, la falta de viviendas, el trabajo infantil y el abandono de las principales instituciones.
No fue hasta la llegada de Luchino Visconti, un aristócrata de la ciudad de Milán, que cambió la forma en que se contaban las historias en la pantalla grande. Este director de cine nacido en 1906 parecía destinado a una vida de privilegio. Su linaje se remontaba a la Edad Media, y su infancia transcurrió en medio del lujo y la cultura. Sin embargo, fue su pasión por el teatro y la ópera lo que finalmente lo llevaría al mundo del cine.
Desde una edad temprana, Visconti se vinculó al prestigioso teatro de La Scala de Milán, donde la ópera se convirtió en una de sus pasiones más profundas. En este entorno, descubrió la importancia de la expresión artística y la conexión entre el escenario y la realidad que lo rodeaba.
El verdadero punto de inflexión en la vida de Visconti se produjo cuando se trasladó a París en 1935. Fue allí donde conoció a Coco Chanel, quien lo llevó a colaborar con el renombrado cineasta, guionista y actor francés, Jean Renoir. Esta colaboración no solo lo introdujo al mundo del cine, sino que también le enseñó las complejidades de la dirección de actores y la importancia de la autenticidad en la representación de la realidad.
Su primer largometraje titulado "Ossessione" (1943) se considera la primera película del movimiento neorrealista. Sin dejar de lado al teatro, el cual tomó como inspiración para sus obras, Visconti introdujo una nueva visión en las formas de realizar cine, donde desplazó a los actores profesionales para darle protagonismo a aquellos que atravesaban por los problemas sociales reflejados en las películas: en su mayoría, obreros.
El neorrealismo surgió en un momento crítico para Italia, que había experimentado la caída del régimen fascista de Mussolini al final de la Segunda Guerra Mundial. Las películas neorrealistas se caracterizaban por sus historias, justamente, realistas, filmadas en ubicaciones reales y protagonizadas por trabajadores, lo que les otorgaba una autenticidad única.
Sin embargo, Visconti no estuvo solo en este movimiento. Junto a directores como Roberto Rossellini, Vittorio De Sica, Giuseppe De Santis y el guionista Cesare Zavattini, comenzaron a darle forma al nuevo género. Cada uno de estos cineastas aportó su perspectiva, que se dividió en dos ramas: una más idealista, representada por Rossellini, y otra más próxima al marxismo y las concepciones sociales, encarnada por Visconti.
La importancia del neorrealismo italiano no puede subestimarse. No solo logró capturar la realidad del país en la posguerra, marcada por la pobreza y la precariedad, sino que también influyó en otros movimientos cinematográficos alrededor del mundo. Por ejemplo, se lo considera precursor de la "Nouvelle Vague" francesa, la cual sostenía que el cine debía ser más consciente de su propia naturaleza.
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Cuando la Segunda Guerra Mundial estalló, Italia estaba bajo el mando de Benito Mussolini y toda la producción cinematográfica estaba controlada por el Estado. Se producía un cine patriótico que glorificaba el pasado del imperio romano o promovía la causa fascista.
Cinecittà, el centro de producción cinematográfica y televisiva, desempeñó un papel importante en la realización de este tipo de películas. Sin embargo, la guerra destruyó gran parte de estos estudios, dejando a los directores italianos con la necesidad de buscar una nueva visión del cine.
Uno de los primeros defensores del cambio fue el periodista antifascista Leo Longanesi, quien instó a los directores italianos a abandonar los estudios y filmar la realidad que veían en las calles. De esta manera, se comenzaron a filmar temas sociales, políticos y económicos en primera persona.
Desafiando las convenciones de Hollywood, estos directores basaron sus guiones en las experiencias de la gente común y, en muchos casos, se aventuraron a filmar sin un guion escrito, dejando espacio para la improvisación. Los finales ambiguos y la negación del "final feliz" se convirtieron en sellos distintivos del movimiento.
A pesar de su importancia para los críticos, las películas neorrealistas no fueron inicialmente populares entre el público italiano, que buscaba evasión en el cine después de dos décadas de régimen fascista. Además, no contaron con la aprobación de las autoridades, lo que llevó a la Ley Andreotti en 1949, que limitó las exhibiciones de películas extranjeras y controló la producción cinematográfica nacional.
Con el tiempo, el neorrealismo italiano evolucionó hacia un cine más profesional, pero su legado perdura. Los directores como Michelangelo Antonioni y Federico Fellini llevaron al género en nuevas direcciones, centrándose en asuntos psicológicos y en torno a protagonistas de la clase media. Sin embargo, su creación no sólo cambió la forma de concebir y realizar el cine, sino que se constituyó como una inspiración para las nuevas generaciones de cineastas.
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