En 1904, un joven pigmeo del Congo fue capturado y llevado a los Estados Unidos para convertirlo en la aberrante principal atracción de una cruel exposición. Su llegada a la "civiliación" lo llevó directo al infierno. Esta es la triste historia de Ota Benga.
Ota Benga, exhibido como rareza. Foto: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
La historia podría haber salido de un tenebroso relato de terror. Encajaría a la perfección con el argumento de un mal sueño o, incluso, con la peor pesadilla. Pero no es producto de la imaginación afiebrada de un autor de novelas. Fue un caso real.
Se trata de la dura y triste historia de Ota Benga, un joven del Congo que, en el año 1904, fue llevado como "principal atracción" -nada más y nada menos que- al zoológico de la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos.
Oriundo de una comunidad de pigmeos, el desafortunado africano había sido capturado previamente y se convertiría en insospechado "objeto de estudio" para la sociedad estadounidense. La primera vejación tuvo lugar cuando fue presentado durante una exhibición antropológica en la Exposición Universal de Saint Louis, aunque su infierno no terminaba allí. En 1906, tras haber permanecido encerrado -vaya uno a saber en qué tétrico lugar-, Ota Benga fue exhibido de manera permanente al público en su "Casa de monos", levantada en los jardines zoológigo de Nueva York, que en la actualidad se han convertido en el Zoológico del Bronx.
Benga, que medía apenas 1,35 metros de altura y pesaba no más de 50 kilos, fue enjaulado junto con un mono. La inaudita "atracción", se puso a tope de las preferencias de los visitantes del lugar, y así, fueron miles los que llegaban desde todas partes del país para ver al "verdadero africano salvaje".
El "espectáculo" no podía ser más indignante: Ota Benga llamaba la atención del "mundo civilizado" porque -fiel a la costumbre de su tribu africana- tenía los dientes afilados, algo que el zoológico usó en su propio beneficio comercial para promocionarlo como un hombre salvaje que podría despedazar a su presa. También Ota debía entretener al público disparando al blanco con un arco y flechas, además de mostrar todo el tiempo sus habilidades para tejer haciendo una estera o una hamaca típica.
La captura de Ota Benga estuvo marcada por mentiras y no pocas leyendas. Detrás de todo estaba un tal Samuel Philips Verner, explorador y misionario, a la vez que un desprejuiciado empresario (con grandes dotes de fabulador) en busca de fama y fortuna en África. El hombre llegó a decir que rescató al pobre de Ota Benga del cautiverio, luego de haber sido atrapado por una tribu caníbal que mató a su esposa y sus hijos; mientras que en otra oportunidad cambió la versión "oficial" y contó que lo había comprado por una libra de sal y un rollo de tela. Pese a sus relatos, es muy posible que Benga haya sido una de las tantas víctimas de la conquista de Congo por parte del rey Leopoldo II, de Bélgica, que comenzó el tráfico de esclavos y los redituables negocios con presuntos exploradores norteamericanos.
Los dientes afilados de Ota Benga. Foto: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Como fuera, la única intención de Samuel Philips Verner era llevar lo más rápido posible a Ota Benga a los Estados Unidos y "hacerlo dinero". Y con la exposición de San Louis, en cierto modo, lo logró. Tras su larga e inmerecida serie de punurias, Ota Benga fue enviado al Asilo de Huérfanos de Color Howard, ubicado en Brooklyn, donde "como premio" le enseñaron a comer "correctamente" y también a hablar inglés. Todo, claro, contra su deseo y voluntad.
Luego fue llevado a Lynchburg, Virginia, donde fue aceptado y cuidado por una familia local que parecía tener las mejores intenciones. Poco tiempo duró ese indeseado oasis para Benga, ya que expresó sus deseos de regresar al Congo, pero eso ya no era posible: la inmensa mayoría de quienes integraban su tribu habían sido asesinados y los que habían sobrevivido, se habían escondido en la jungla. Esos 12 largos años fueron demasiado para Ota Benga, y en marzo de 1916, se suicidó de un disparo en el corazón.
Al hablar del caso, en su libro titulado "Spectacle: The astonishing life of Ota Benga" ("Espectáculo: La asombrosa vida de Ota Benga"), la periodista estadounidense Pamela Newkirk, no podía haberlo dicho mejor: "Al parecer, se trata de la saga de la degradación de un hombre, de un espectáculo chocante y vergonzoso, pero al verlo más de cerca, también es la historia de una era, de la ciencia, de los hombres y las instituciones de élite y de las ideologías raciales que persisten hoy en día".
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo solo expresa investigación histórica.
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