“Soy puta pero no romantizo lo que hago”, revela Nina León. Es autora de un libro y detalló cómo mantuvo los gastos de su casa cuando los encuentros estaban prohibidos.
Por Canal26
Lunes 16 de Agosto de 2021 - 14:59
Nina León
Nina León tiene 34 años, una hija pequeña y alquila un departamento en Nueva Pompeya. Le apasiona la escritura y es autora de un libro.
“Me autopercibo como trabajadora sexual, puta, prostituta y meretriz”, expresó. Tiene dos hermanos y desde hace cuatro años ejerce la prostitución en la Ciudad de Buenos Aires. Su incursión en el trabajo sexual fue a causa de la falta de oportunidades laborales y a la necesidad de mantener a su hija.
En su cuenta de Twitter, se define como "puta feminista" y “autora de Puta Poeta”, un libro que publicó en 2019 en el que expresa sus vivencias como trabajadora sexual.
“La situación mutó bastante desde el año pasado hasta acá. Estaba acostumbrada a hacer encuentros en general y no tanta virtualidad. Eso me agotó, me generaba dudas que algo pudiera viralizarse. Me causaba mucha ansiedad tener que estar pendiente del celular todo el tiempo para vender mi material. Pero había que trabajar igual porque los telos estaban cerrados. Y nosotras, las trabajadoras sexuales, no queríamos exponernos por dos cuestiones: primero por la salud y también por la situación violenta se podía llegar a vivir si íbamos a domicilio. Ya sabíamos que varias compañeras lo habían hecho y recibieron denuncias por violar la cuarentena, o algunos clientes se aprovechaban de eso para no pagarles después”, detalló en diálogo con el medio TN.
“El libro me ayudó más allá de las ventas. Gracias a esto me animé a dar talleres de escritura, relacionados principalmente con lo erótico. Allí distinguí las ansiedades de las personas y que la escritura sirve para canalizarlas. Fue también parte de lo que comencé a hacer para sobrevivir a la pandemia”, indicó.
Nina detalló que comenzó a escribir a los 8 años con un diario íntimo que le regalaron: "Al principio relataba lo que sentía y cuando me percaté del alivio que le daba a mi cuerpo, no paré hasta la adolescencia. A los 16 me comprometía escribir en el diario: me mandé algunas macanas, mi mamá lo leía y ahí sentí que había violado mi privacidad. Me enojé y dejé de hacerlo. Retomé la práctica a los 25. Me anoté en un taller de Juan Sklar y comencé a entender que había algo muy fuerte que no podía dejar de lado".
Más adelante dijo que fue lo que la llevó a incluir su trabajo en sus redacciones: "Cuando entraba al hotel me pasaba que quería escribir, era más fuerte que yo. Le preguntaba al cliente o a la clienta si me permitía un espacio del tiempo que me había pagado para poder hacerlo. Esa práctica me posibilitó pensar en el “sexo literario” como servicio sexual, porque con el correr del tiempo, a algunos que estaban interesados, también los fui invitando a escribir en el telo, y se enganchaban al punto de seguir haciéndolo también afuera. Leerlos después me enseñó a no ser prejuiciosa".
Sobre los cambios en los clientes en el marco de la pandemia, describió "el aumento de ansiedades y el tener que hacerse cargo de lo que antes se metía bajo de la alfombra. De pronto, encontrarse muy de frente con vivir una vida de mierda, completamente angustiados. Gente que se dio cuenta de que se había pasado toda la vida buscando sostenerse económicamente, infelices".
Además explicó como afectó su trabajo: "Por la clandestinidad de nuestro laburo, en el caso de quiénes trabajamos por Internet, empezaron a subir muchos los casos violentos. Y en la mayoría de ellos, resulta traumático denunciar una situación. No solamente por el verdugueo policial sino por el abuso de poder. Muchas compañeras, de calle o de departamentos privados, ni siquiera tienen acceso a Internet o los conocimientos como para poder realizarlo. Para ellas directamente era estar expuestas al 100%. No sólo con la policía, sino con no poder comer, no poder mantener a sus familias, no poder pagar el alquiler, entre otras cuestiones".
En ese marco, "la organización en AMMAR (Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Argentina) impulsó muchas iniciativas para que compañeras de casi todas las provincias, nucleadas en las distintas sedes, pudieran acceder a bolsones de mercaderías, que al principio los podíamos armar gracias a la colecta social que realizamos, hasta que logramos un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social. También nos ocupamos de trámites legales, migratorios, porque muchas compañeras no podían acceder a los planes sociales porque no tenían las documentaciones o no estaban al día. En este momento, estamos también con la recaudación de un dinero para ayudar a 20 trabajadoras sexuales de entre 50 y 70 años, para poder darles una jubilación simbólica", agregó.
"A través de un sitio web (cafecito.app/ammar) buscamos recaudar alrededor de de $412 mil para que puedan tener un mes de jubilación. Armamos una jornada artística en Casa Brandon, que la gente la pudo ver vía streaming y que la puede continuar viendo por el canal de YouTube del sindicato, para seguir aportando desde lo que pueda. Todo eso nos servirá para alivianarles un poco más la realidad a compañeras de la tercera edad, a quienes el Estado aún no les brinda el reconocimiento por la falta de derechos laborales. Muchas de ellas tienen que salir a changuear después de haber laburado toda su vida y la única respuesta sigue siendo la clandestinidad. Por eso, nos organizamos y peleamos por tener más derechos y lo vamos a seguir haciendo", expresó.
Actualmente, contó que trabaja menos en encuentros sexuales ya que dedica tiempo a su segundo libro y se está formando en lo artístico para sumarle a las presentaciones de “Puta Poeta”.
"Hay momentos en los que no tengo ganas de estar en el trabajo, pero me ha sucedido en todos los trabajos por los que pasé y quizá en esos días me mentalizo en que tengo que pagar las cuentas y ya. En otros momentos lo disfruto, lo tomo como puente y pienso en qué historia me voy a encontrar, o qué situaciones van a sobresalir. Intento estar receptiva, ejerzo el trabajo sexual desde un lugar de mucho acompañamiento", aseveró.
"La sexualidad es un espacio donde se labura desde los más concreto del ser humano. Ahí está la raíz de muchas de nuestras vulnerabilidades, y llegar a desnudar eso en un encuentro, requiere de mucho cuidado, mucha paciencia, de compartir también información para desarticular presiones, bloqueos, traumas con los que venimos, por haber crecido en una cultura machista y patriarcal. Poder hablar de eso y sentir el alivio con el que se van muchas personas de los encuentros, requiere de mucha energía, pero me satisface", añadió.
Al respecto, dio detalles de cómo es encontrarse con alguien por primera vez: "Si tuviera que estar pensando en esas situaciones no saldría a trabajar directamente, o no me dedicaría a defender el trabajo sexual. Las situaciones violentas las viví en todos los trabajo que tuve; psicológicas sobre todo. Sé que me pueden llegar a violentar por ser mujer, no por ser trabajadora sexual. Soy puta pero no romantizo lo que hago, soy consciente de que siendo mujer me pueden pasar cosas adentro o afuera de un telo".
Sobre los movimientos abolicionistas, dijo que "son personas que se manejan con un grado de desinformación total, que terminan tergiversando nuestra lucha. No entiendo cómo no se preguntan por la clandestinidad en la que debemos seguir ejerciendo, cuando muchas de ellas, ante la discusión del aborto, entendieron también las consecuencias que produce la clandestinidad. No se hacen cargo de la cantidad de argumentos que existen y sólo retrasan el reconocimiento de nuestros derechos laborales, nos perjudican. El abolicionismo promueve odio y rechazo, pero cada día somos más trabajadoras y trabajadores sexuales organizándonos desde todos los frentes".
Antes de ejercer la prostitución, Nina trabajó en call centers, medios periodísticos, oficinas administrativas, salones de belleza, negocios y kioscos.
Si bien no está en pareja y confesó que nunca se enamoró, contó que le cuesta la monogamia: "Me engancho, pero siempre termino pensando que así como me idealizan al principio por mi laburo, con el paso de los días, eso se vuelve motivo de inseguridad".
También confesó extrañar mucho a su familia: "Nos extrañamos horrores, después de un año y medio sin vernos por la pandemia, pero el vínculo más íntimo lo tengo con mi mamá. Es muy receptiva y aprendió a respetar mis decisiones. Con mis hermanos tengo vínculo pero no es súper íntimo, por ahora. Los amo y respeto muchísimo. Viven en una ciudad chica, muy conservadora, donde rige mucho el qué dirán. Todas las personas crecemos sin naturalizar que puede existir una trabajadora sexual adentro de la familia".
Sobre sus planes, dijo que piensa "más en lo que puedo hacer en el presente para ir modificando distintas situaciones que me desagradan. Me estoy metiendo mucho en la cuestión del medio ambiente. Y desde ese lugar bien gracias si llegamos al futuro. Estamos sumergidos en un modelo de producción y consumo atroz, y si no tomamos consciencia a tiempo, la pandemia será lo mínimo que lleguemos a vivenciar".
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