Las intervenciones estéticas, siempre tan debatidas, pueden tener un trasfondo psicológico del cual poco se habla.
Los ideales de un “cuerpo perfecto” que se imponen en la sociedad de hoy en día son cada vez más difíciles de lograr. Aquella “figura hegemónica” a alcanzar, empuja al ser humano a realizar, y realizarse, procedimientos y tratamientos que muchas veces terminan poniendo su vida en peligro. Pero, ¿qué es la belleza y por qué estamos dispuesto a todo por ella?
Para muchos, el espejo puede convertirse en su peor enemigo. Los defectos y las inseguridades cobran una enorme dimensión cuando de mirarse se trata, lo que hace que el sujeto busque desesperadamente ciertas alternativas como es el caso de las cirugías estéticas. El caso Silvina Luna despertó un debate social que conmueve no solo a la Argentina, también al mundo atravesado por peligrosas normas.
En los últimos años, se registró un aumento de la demanda de los procedimientos estéticos. De hecho, una de las cosas que más llama la atención es que cada vez son más los jóvenes que se inyectan ácido hialurónico para rellenar los labios y toxina botulínica para alisar la frente, cuando por su corta edad, no es algo necesario.
Estos casos aislados, dan cuenta que estamos frente a un boom de este tipo de tratamientos. La belleza se convirtió en una fuente de discriminación y todo cuerpo que se aleje de aquella imagen que la sociedad determina como ideal, es juzgada de manera constante.
La “nueva moda” incentiva a transformarnos en seres casi idénticos, como amoldados en un laboratorio. Sin embargo, poco se habla que detrás de esta exhaustiva búsqueda de la perfección se esconde, en muchos casos, un gran vacío que muchos deciden llenar con agujas y ácidos nocivos.
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Existe la creencia de que la cirugía estética es la solución para ponerle fin a la baja autoestima. En muchos casos, esta regla se cumple ya que puede ayudar al paciente a sentirse mejor consigo mismo y a recuperar la confianza perdida. Un claro ejemplo se da en los niños que corrigen los defectos de sus orejas a través de la operación llamada “otoplastía”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por ende, buscar mejorar el estado mental, por medio de este tipo de procedimientos, puede ser una alternativa sana siempre que se trate de una decisión premeditada y no se vuelva una adicción.
Por otra parte, una gran cantidad de personas, cuando están angustiadas buscan canalizar ese sentimiento dentro del quirófano. “En algunas personas que padecen cierto trastorno psíquico, la cirugía estética se les presenta como una solución, no porque sea la solución real, sino que es la solución más mágica. Pero hasta tanto no se encare psicológica y/o psiquiátricamente el problema, va a seguir estando”, comentó la psicóloga Myrian Ivone Peña (MN 35026). La intervención estética solo va a ser “una solución efímera” ya que la persona va a seguir perdida en ese confuso laberinto hasta que consiga ayuda profesional.
Sin embargo, detrás de quienes buscan complacer sus demandas internas con este tipo de procedimientos, puede existir una realidad mucho más preocupante y poco conocida en la actualidad.
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Según Myrian la dismorfofobia es “un trastorno psíquico donde la persona que lo padece sufre por un defecto corporal imaginario, o en ocasiones, cuando el problema físico existe la persona lo vive más gravemente de lo que en realidad es”.
Este tipo de enfermedad afecta aproximadamente un 3% de las mujeres en la actualidad. La cuestión de las redes sociales complejiza la situación ya que, las imágenes que estas ofrecen suelen venir acompañadas de filtros y retoques que pasan desapercibidos, hacen que el usuario busque perseguir modelos erróneos y poco realistas.
A menudo, quienes lo padecen suelen recurrir a las cirugías estéticas para paliar el malestar de manera momentánea o como una alternativa para eliminar sus imperfecciones. De esta manera, se entra en un círculo vicioso del que es casi imposible salir dado a que cada vez es más lo que el individuo busca corregir.
“La preocupación excesiva que siente la persona puede ocasionarle malestar en todas las áreas de la vida, como la social, la laboral, la afectiva, etc.”, dijo la especialista con respecto a esta situación. Las sensaciones y sentimientos que se experimentan con respecto a la imagen corporal pueden llevar al aislamiento por completo. La cirugía se convierte entonces en un arma de doble filo.
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Es necesario aclarar que dentro de lo que tiene que ver con las intervenciones plásticas se esconden un sinfín de motivos detrás. Cada ser humano es un mundo y lo que lo mueve a recurrir a esta alternativa es muy difícil de objetivar.
Para cientos de personas, esta alternativa hace posible la reconciliación con su físico, mientras que para otros retocarse es una manera de cumplir con aquella imposición social. “No todas las personas que deciden realizarse una cirugía estética padecen algún problema o trastorno psíquico”, aseguró la psicóloga.
“Para algunos sólo implica corregir algo de sí que no les gusta, sin estar asociado eso a ninguna patología psíquica ni a la baja autoestima”, concluyó.
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