La sociedad descontenta con la coyuntura. Foto: NA.
La pandemia de coronavirus que atraviesa a la Argentina toda, no solo amenaza con arrasar al por demás endeble sistema de Salud, que de manera alarmante se encuentra al borde mismo del colapso. También sacó a la luz el auténtico estado de abandono y de miseria en el que está sumido el país, y no exclusivamente en lo que al sanitarismo se refiere.
La devastación llegó a la política y su dirigencia.
Es que la coyuntura ha demostrado que -de un lado y del otro- no se han puesto a la altura de las circunstancias. Ni con una pandemia, ni con una emergencia nacional de una magnitud nunca antes vista, ni ante el drama de millones de argentinos y argentinas que, además de preocuparse por no morir por desatención, deben penar con una situación económica que (tal vez antes que el coronavirus) los llevará directamente al peor de los finales.
Nadie, ni Gobierno Nacional, ni oposición, ni la Justicia, ni el Congreso. Nadie. Todos juegan su propio juego (que no debería ser tal), más allá de argumentos que -al fin y al cabo- no son más que baratas chicanas y que ni siquiera alcanzan el estatus de "politiquería barata".
No llegan ni a eso. Y en el medio, está la gente; que va como barrilete, como bola sin manija; a las buenas de Dios.
El estado de cosas que vive la Argentina, marcado mucho más con el patético enfrentamiento entre el presidente Alberto Fernández y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta (cada uno con prole de seguidores y fogoneadores del descontrol generalizado), no es más que la más elocuente muestra del fin de la política.
Y cuando digo fin no hablo de finalidad, sino de estado terminal y de muerte.
Dicho de otro modo: el fracaso de la política en nuestro país. ¿O tal vez haya que decir que los que han fracasado en realidad son los mismos actores principales de siempre en esta horrenda política nacional?
Hoy es el Covid-19, es la discusión (contra natura) sobre la siempre usada y vapuleada educación (presencial o virtual, como si les importara). Ayer fue por la coparticipación, por causas personales de corrupción y mañana podría ser por el sexo de los ángeles; pero el foco nunca -jamás- se pone en los verdaderos y profundos problemas de la gente.
Mientras tanto, como en la época de la colonización, llenos de espejitos de colores para distraer, o incluso como en tiempos mucho más lejanos, con la zanahoria colgando frente a nuestras narices y alentados por un inaceptable "al pueblo, pan y circo".
Como muestra solo basta un botón, dice el viejo refrán. Nunca más cierto y aplicable en las actuales circunstancias. Argentina se enfrenta a la que tal vez sea la peor crisis política, económica, social, moral y sanitaria de toda su historia.
No hay costado por el que el barco no esté haciendo agua.
Y lo peor del caso es que para que salga el agua... los capitanes hacen otro agujero en el piso.
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