Con más de 40.000 casos de coronavirus, la gestión de la economía del Gobierno no evitó un duro impacto sobre la producción, el empleo y los indicadores sociales. Los detalles.
Por Canal26
Miércoles 9 de Diciembre de 2020 - 08:43
Desocupación en Argentina, NA.
Cuando el coronavirus Covid-19 empezó a circular en Argentina, fue el momento de elegir entre la vida y la economía. Así lo planteó el presidente Alberto Fernández desde la primera conferencia de prensa sobre el tema. Es entonces que la economía se vio afectada por esta elección, se cerraron negocios y muchas actividades no pudieron seguir con su funcionamiento normal generando desocupación.
Los políticas para paliar los inconvenientes económicos que dejó la pandemia no fueron suficientes. Actividad, empleo y pobreza muestran daños para la economía nacional y aún no se vislumbran buenas perspectivas.
A través de un informe, Infobae detalló que en materia de actividad económica, 2020 está a un paso de ser el peor año del que se tenga registro, y el mundo también vive su peor recesión desde la gran depresión de 1930. El regreso a la normalidad post pandemia no será fácil, dejando sus rastros para este año y los que vienen, tal como afirman especialistas según los datos oficiales y privados.
En octubre la economía cayó 4,9% interanual. Así lo muestra el Índice General de Actividad de OJF (IGA-OJF). Muestra un freno a la recuperación que se evidenció en los meses previos luego del golpe de abril, cuando se desplomó más del 19%. En el año, el retroceso acumulado a 10 meses es del 8,9%.
Fausto Spotorno, economista de OJF, dijo al sitio: “Lo que se ve en los datos de actividad mensual es que en febrero la economía estaba planchada, venía de un año de caída, pero en marzo y abril se nota una caída muy abrupta. Hay un efecto de corto plazo que ya se está recuperando. Mayo, junio, agosto y también septiembre son cuatro meses de recuperación plena. Pero también hay un impacto de largo plazo porque se desplomó la inversión, 12,8%, que es por debajo de la tasa de amortización del capital. Este año destruimos capital. Y después de varios años donde la tasa de inversión era pobrísima, 2018-2019, y después un año sí y un año no”.
Y afirma que “lo que te deja esta cuarentena larguísima y complicada, que afectó la productividad por todas las trabas que mantuvo más allá del momento más intenso, es que vas a necesitar niveles de inversión altísimos y para eso no tenés ahorro local suficiente, tenés que traer del exterior. Y para eso hacen falta medidas económicas menos locas”.
Los datos oficiales del Indec, por su parte, aunque actualizados a septiembre muestran en la comparación antes y después cuál fue el golpe de la cuarentena. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó un 6,9% interanual en septiembre, también una mejora después del derrumbe del 17,2% registrado en el cuarto mes del año. En los primeros nueve meses del 2020 el indicador de la actividad económica acumula una caída del 11,9% con relación al mismo período de 2019.
En cuanto al mercado de trabajo, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en el segundo trimestre la desocupación trepó del 10,4% al 13,1%, un nivel que no se alcanzaba desde el tercer trimestre de 2004.
Mientras que los datos brindados del Observatorio de la Deuda Social de la UCA en cuanto a los números del nivel de desempleo al final del tercer trimestre del año mostraron que alcanzó 14,2% en ese momento del año.
La crisis económica y sanitaria de 2020 hace que el número de desempleo por sí mismo oculte buena parte de los costos sociales que se pagaron este año, debido a que el desempleo es medido como la porción de los encuestados que dicen haber buscado activamente trabajo sin haberlo conseguido.
En detalle, sobre el nivel de paro en el que cayó una porción importante de los trabajadores argentinos, se debe mirar la caída en las tasas de empleo y de actividad, cuyas variaciones en el año muestran cuántas personas trabajaban antes de marzo y cuántas lo hacen hoy. El dato así visto incluye una porción de la población que habitualmente queda afuera de las estadísticas laborales pero que este año se volvió muy relevante: aquellas personas que se quedaron sin trabajo pero que no salen a buscarlo, ya sea porque las restricciones al movimiento lo impiden o, porque, dado el freno de la economía prima el desaliento entre quienes ya golpearon todas las puertas en busca de sustento y no encontraron empleo.
Datos oficiales muestran que en el segundo trimestre del año se perdieron 3.757.000 puestos de trabajo, al alcanzar los 17,1 millones, como consecuencia de la recesión y del impacto de la crisis sanitaria. A marzo último había 20.879.000 puestos y tres meses se pasó a 17.122.000 a fines de junio último, lo que representa una fuerte caída del 18% del total de puestos de trabajo que había antes de la cuarentena.
La contracción en el empleo, que en el segundo trimestre golpeó a pleno al mercado de trabajo, fue aún mayor en el sector de los puestos asalariados no registrados o en negro de la economía informal, con una baja del 34% interanual.
La disminución en el empleo de los trabajadores no asalariados también fue alta. Este sector que agrupa a trabajadores por cuenta propia, independientes y monotributistas donde la baja alcanzó al 28,6%, en la comparación con el segundo trimestre del año anterior.
El menor impacto se registró en el sector de la economía en blanco, donde los trabajadores asalariados tuvieron una baja del 3,3%.
Por su parte, la UCA llegó a estimar que si se suma a estos trabajadores que perdieron su actividad pero no buscan trabajo la cifra de desempleo podría duplicarse. Para la universidad, existe “efecto desaliento” a la búsqueda de recuperar el empleo perdido, principalmente en la franja de los sectores más vulnerables, no sólo porque forma parte de la población con menores ingresos, sino porque esa circunstancia se corresponde con la precariedad laboral que representa desenvolverse en la informalidad, tanto como asalariado o “changas”, o como pequeño monotributista, porque la economía no da señales de incentivos generalizados a la inversión y creación de puestos registrados.
“Se estima que de no haberse generado ese efecto desaliento la desocupación se habría incrementado a niveles cercanos al 28,5%. Y generó un cambio de composición del mercado de trabajo que amortiguó u ocultó el desmejoramiento de la situación laboral. En 2010 solo el 43,6% de la población económicamente activa poseía un empleo pleno de derechos, mientras que el 27,4% tenía un empleo precario, el 14,8% un subempleo inestable y el 14,2% una situación de desocupación”, afirman.
Cuando llegó al país la pandemia de coronavirus, se impuso la restricción económica y la cuarentena estricta a partir del 20 de marzo se fue flexibilizando. Pero, sin dudas, afectó la realidad económico-social de la Argentina con más impacto que en el resto del mundo, con un gran deterioro de los indicadores sociales de empleo, pobreza e indigencia. Las medidas paliativas que tomó el Gobierno no ayudaron de manera exitosa.
Según el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 34,9% de los hogares y el 44,2% de las personas de la Argentina se encuentran por debajo de la línea de la pobreza al cierre del tercer trimestre del año, arriba del 32,1% y 40,8% registrado en igual período de 2019. Así, los niveles de pobreza alcanzaron el umbral más alto desde el primer semestre de 2004, cuando el 44,3% de las personas no pudieron satisfacer sus necesidades básicas, según la medición del Indec.
Claro está que los números hubieran sido mayores si el Estado no implementaba medidas de ayudas para enfrentar la situación: "El nuevo escenario paralizó aún más la inversión, los consumos y la demanda de empleo en la economía formal, a la vez que frenó toda expectativa de reactivación, afectando especialmente a la pequeña y mediana empresa, profundizando la relación entre informalidad económica, pobreza y exclusión social", dijo la casa de Altos Estudios.
A través de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), entre julio y octubre 34,9% de los hogares y 44,2% de las personas se encontraban bajo la línea de la pobreza, y 7,3% de los hogares y 10,1% de las personas eran indigentes, los porcentajes más altos de la década.
El director del Observatorio Social de la UCA, Agustín Salvia, dijo que “sin la AUH, el IFE, la Tarjeta Alimentar y el resto de los subsidios, la indigencia hubiera sido el doble y la pobreza hubiese trepado al 53%”. Y de esta manera, la pobreza y la indigencia se hubieran acercado al récord histórico de 2002, cuando alcanzaron el 54,3% y el 22%, respectivamente. La preocupación en torno a estos temas no cesa y habrá que esperar a las políticas a implementarse en el año próximo para saber si estos alarmantes datos pueden mejorar o van a ser aún más negativos, como vislumbran muchos especialistas.
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